El bipartidismo está engullendo a Ciudadanos y a Podemos. Los naranjas y los morados voltearon el tablero político y fracturaron el sistema bipartidista que regía España desde la celebración de las primeras elecciones tras el franquismo. Los nuevos partidos estaban llamados a conquistar los cielos. Un ascenso meteórico que, sin embargo, ha perdido fuelle y pueden acabar estrellados. El desgaste de Podemos ha sido gradual, a fuego lento, mientras Ciudadanos ha implosionado en apenas 24 horas, de la noche a la mañana; pero los dos han cometido los mismos errores: abandonar su discurso originario de hace cuatro años, encajándose forzosamente en su correspondiente bloque derecha-izquierda; precisamente el eje con el que pretendían acabar.

Toni Roldán fue elegante con Albert Rivera, sí. También duro. Pero si algo fue el exportavoz de Economía y secretario de Programas y Áreas Sectoriales de Ciudadanos es descriptivo. Plasmó la realidad en palabras como si de un retrato se tratase (y de hecho, retrató a Rivera). “¿Cómo vamos a superar la confrontación de rojos y azules si nos convertimos en azules?”, se preguntó Roldán. No se puede ser más incisivo.

Rivera usaba cosméticos para maquillar sus tics derechistas e Iglesias apostaba por la articulación populista. El primero se ha quitado la máscara y el segundo pide carnets ideológicos

En ElPlural.com ya veníamos advirtiendo que Rivera había comenzado a quitarse la careta. Ciudadanos siempre ha sido de derechas por mucho que se maquillara. En el año 2015 llevaba en su programa electoral la eliminación del agravante de género en la violencia machista. Esto, hoy, sonaría a Vox. Pero con la ayuda de los cosméticos, Rivera se hizo pasar por liberal, progresista, reformista y regeneracionista. Nada más lejos de la realidad.

En un artículo publicado el 11 de abril, este periódico informaba de que Pablo Casado no tendría de qué preocuparse ya que Rivera estaba dando un clínic de cómo perder unas elecciones partiendo de una posición ventajosa. Vendió su alma a la derecha sin disimulo alguno y se presentó en plena campaña electoral como la muleta del Partido Popular, tendiéndole la mano para gobernar en coalición. Y todo ello apenas unas semanas después de pactar en diferido con Vox en Andalucía.

Rivera llevó el ‘no es no’ a Sánchez hasta límites insospechados. El giro ya se había consumado y, de ahí, la desbandada. Primero Roldán, que criticó la giro del partido, luego el eurodiputado Javier Nart, quien dimitió como miembro de la Ejecutiva tras forzar una votación sobre la estrategia que se estaba siguiendo de cara a la investidura de Sánchez; y tras ellos, el líder de Ciudadanos en Murcia, Juan Vázquez; el exsecretario de Programas y Áreas Sectoriales de Ciudadanos en la Región de Murcia, Miguel López Bachero… Las voces críticas en Ciudadanos ya son un coro. Un ruidoso coro.

Resulta llamativo que en un partido acostumbrado a la unanimidad una quinta parte de la dirección nacional del partido se oponga a la consigna de Rivera de no facilitar la investidura de Sánchez. Y los que muestran reticencias no son precisamente personas que pasaban por allí, sino rostros con poso y peso. Nart, Luis Garicano, Francisco Igea y Fernando Maura votaron en contra. Nacho Prendes, la diputada por Alicante Marta Martín y el portavoz en Castilla La-Mancha, Orlena de Miguel, se abstuvieron.

Desde Podemos agitan teorías conspiranóicas para justificar esta corriente, pero el motivo es mucho más terrenal y racional. Simplemente, Rivera se ha desenmascarado. No es casual que miembros del PP como Bauzá, Silvia Clemente o Ángel Garrido cambiaran de bando. Tiempo ha que los naranjas viven de la confrontación en Cataluña y “el sanchismo”, lo que les ha convertido en azules. Nada queda de aquel discurso transversal.

Ciudadanos se fagocita sin que Casado se despeine siquiera. A Rivera le está pasando lo mismo que a Pablo Iglesias, aunque en su caso a marchas forzadas. Vistalegre II puso punto y final a la articulación populista y Podemos comenzó a sufrir. El desgaste provocado por el desafío soberanista obligó a Iglesias a corregir el rumbo. Pero entre unas cosas y otras ya era demasiado tarde. Los morados pasaron de luchar por sorpassar al PSOE a erigirse como la Izquierda Unida 2.0.

El golpe de timón de Iglesias -en este vídeo puede verse claramente su cambio discursivo- desembocó en la purga al que otrora fuera su número dos y su amigo, Íñigo Errejón, que se ha lanzado a ocupar el espacio electoral que Iglesias dejó huérfano.

Ciudadanos y Podemos han cometido el error de irrumpir en el tablero queriendo romper el eje bipartidista, y lo consiguieron; pero sus estrategias de abandonar el discurso transversal han consolidado un nuevo escenario dividido en dos bloques, derecha e izquierda. Y en ese campo de juego ganan siempre los que tienen más tablas, que son PSOE y PP.