Llevábamos varias semanas sin saber de él. Hasta este fin de semana. Ayer sábado Elías Bendodo colonizaba las portadas de los digitales y las cabeceras de los telediarios en un acto de partido en Torremolinos en el que volvió a demostrar sus habilidades en el manejo de la brocha gorda. No es que a Bendodo le falte talento para operar con el pincel fino, pero no están hoy los tiempos para el lucimiento de los pintores sutiles. El público político quiere espesos brochazos, no delicadas transparencias: la ironía bien trabada, la burla ingeniosa, el dardo envenenado pero inteligente no son para estos tiempos en que incluso quienes, como Alfonso Guerra, los practicaron con éxito en el pasado han acabado en brazos de la grosería y aun de la zafiedad.

Entre las perlas que Elías Bendodo dejó ayer en la Costa del Sol, esta fue la que acaparó los titulares: “Pedro Sánchez es un tahúr”, copia fiel, aunque algo desvaída por los muchos años transcurridos, de la frase que cuatro décadas y media atrás el número dos socialista dedicó al entonces presidente del Gobierno Adolfo Suárez. En el cuadrante de guardias que suelen preparar los partidos para cubrir los fines de semana, de forma que a los telediarios no les falte carnaza propia para contrarrestar la carnaza ajena, el sábado 16 de noviembre le fue asignado a Elías Bendodo, que no desaprovechó su oportunidad. 

Un poder imaginario

Con “Sánchez es un tahúr” se garantizaba el dirigente andaluz ese minuto de efímera gloria que viene persiguiendo desde que fue defenestrado como nominal número tres del PP, cuando ostentaba aquel cargo de ‘coordinador general’ que nadie supo nunca muy bien en qué diablos consistía, para ser relegado al cargo actual de vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local y Análisis Electoral del PP. “Estoy contento donde estoy -dijo entonces Bendodo-; el puesto de coordinador general desparece, pero ahora tengo las mismas funciones, y reforzadas, aunque se llaman de otra manera”. 

Desde el PP andaluz también intentaron, con más voluntad que éxito, vender a los medios que Bendodo no había perdido poder en Génova y que, en un partido que preside 11 autonomías y 140 ciudades, el cargo de vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local es importantísimo. En realidad, sucede justo lo contrario: el hecho de que el PP tenga tanto poder territorial vacía de poder real a quien sobre el papel ostenta la coordinación y el mando orgánico sobre quienes mandan en sus ayuntamientos y autonomías. El poder de un Moreno, una Ayuso o un Mazón es concreto, presupuestario y efectivo; el poder de un Bendodo sobre todos ellos es genérico, abstracto y difuso, es decir, que no es poder.

En la configuración de su equipo tras la investidura de Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo optó por Cuca Gamarra frente a Elías Bendodo, quien durante el año y medio en que ambos compitieron por ser la cara y la voz del partido no logró imponerse a la secretaria general. ¿Y por qué habría elegido Feijóo a Gamarra en vez de a Bendodo, siendo como es el andaluz un político más largo, inteligente y capaz que la riojana? Pues seguramente por eso mismo, porque en política la inteligencia y la capacidad hacen más peligroso y menos fiable a quien ostenta tales virtudes. Bendodo no habría sido relegado por incapaz sino más bien por todo lo contrario. Si alguna vez vinieran mal dadas para Feijóo, Gamarra siempre estaría con él, mientras que a Bendodo es fácil imaginarlo en la conspiración para derribarlo.

La gestión de la sombra

En la operación de enviar a Bendodo a Madrid, en el verano de 2022, nadie ha salido ganando. El presidente andaluz Juan Manuel Moreno perdió a su hombre más valioso, el mismo Bendodo perdió peso político y perfil propio en su destino madrileño y el propio Feijóo se quedó como estaba, pues al fin y al cabo la presencia de Bendodo en Génova no logró llevarlo a la Moncloa.

Moreno, de hecho, no ha logrado encontrar un sustituto con el predicamento informativo y la capacidad estratégica que se atribuye a su consejero de Presidencia. 'Juanma reina y Elías gobierna' era una frase que circulaba durante la anterior legislatura andaluza en cenáculos periodísticos y políticos no afines a San Telmo como resumen de las cualidades políticas y la relevancia de las tareas asignadas a Bendodo. Para los corresponsales políticos de palacio, el cerebro gris de San Telmo era Bendodo; Moreno era solo el presidente. 

Sea como fuere, las virtudes tácticas y el talento para el pecado que atesora Elías Bendodo merecían mejor destino que el que le espera desde que ostenta ese cargo de nombre tan largo y poderes tan cortos. Lastrado por la añoranza de los focos que tan intensamente lo iluminaron en el pasado, cuando ejercía de portavoz del Gobierno andaluz y el vicepresidente naranja Juan Marín comía obediente de su mano, Bendodo intenta ahora, brocha gorda en mano, abrirse paso en la espesa jungla madrileña. Lo tiene difícil. Su destino es hoy la sombra: el sino más amargo de gestionar para quien alguna vez saboreó las dulces mieles de la luz.