Quique González es un verdadero indie. Un rockero tímido que habla calmado sobre sus 25 años en la música y sus 50 en la vida. A lo largo de poco más de 30 minutos, este madrileño nacionalizado pasiego, analiza para ElPlural.com su último álbum, Copas de Yate:

Pregunta (P): Me imagino que cumplir 25 años en la música sea especial.

Respuesta (R): Y he cumplido 50 años hace nada. Se extiende la celebración porque la mitad de mi vida ha sido en la música. Cómo no lo vamos a celebrar.

P: ¿Qué te hace sentir más viejo?

R: Quizás los 25 años porque tengo la sensación de que ha pasado todo demasiado rápido. Como si no me hubiera enterado. A pesar de todo, este oficio te permite tener la sensación de que te estás manteniendo joven.

P: De hecho, te permite ser inmortal.

R: Siempre piensas que cuando no estés, seguirás sonando en diferentes lugares. Aunque estés bajo tierra. Es parte de la vida y hay que normalizarlo. Tus canciones te van a sobrevivir. No es lo más importante pero el sentido de trascendencia te permite darte cuenta de que este oficio es muy bonito. Haces canciones y consigues que la gente se emocione. Esa huella, aunque no sea visible, existe; y es real.

P: ¿Te consideras una persona nostálgica?

R: No. De hecho, era más nostálgico cuando tenía 20 años. En ese momento no tienes la experiencia pero escribes y te gustaría hablar de cosas que te han pasado pero que todavía no has vivido. Ahora que lo he hecho y puedo tirar de vivencias reales, no me agarro a la nostalgia. Estoy razonablemente satisfecho con todo lo que me ha pasado. Cuánto más arrepentimiento hay, más nostálgica es una persona. Y yo no soy de arrepentirme.

P: Copas de Yate, tu nuevo álbum. ¿Por qué esa referencia a la película Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto?

R: Tiene que ver con el disfrute, lo lúdico. Con el disfrute futuro cuando podamos brindar en libertad. La grabación la hemos hecho con intención de jugar y sin la presión de tener que interpretar tus propias canciones. Para juntarme con mi banda, que son mis amigos. No solo me gusta tocar con ellos sino también pasar el rato sin que esté la música en el centro. Convivir. Ahí también hay música y eso beneficia la experiencia. .

P: Hablas de la no presión por tener que grabar tus propias canciones, pero me imagino que también haya cierta presión en tener que versionar canciones de otros artistas.

R: Al final esas canciones ya están construidas. Cuando voy al estudio con las mías, tengo la presión hasta el último momento por si debería cambiar algún verso. O que la canción pueda gustarme a mí pero no a la gente. Sin embargo, con las de otros no me cuestiono todo eso. No tengo incertidumbre. Aunque sean canciones que no han llenado estadios, para mí son indiscutibles. Solo tengo la presión de hacerlo con cariño y respetarlas. De no destruirlas ni hacer una horterada. Espero haberlo conseguido.

P: Has buscado, además, canciones que se escapan de lo común.

R: Podía haber elegido canciones de Sabina, Enrique Urquijo, Antonio Vega o Serrat. Pero me apetecía correr el riesgo y pensar en canciones que han sido un éxito para mi vida. Que hayan significado muchas cosas. De hecho, alguna me ha ayudado a escribir las mías propias. 

P: Me imagino que tendrás ganas de cantarlas en directo.

R: Estamos en ello. En estos primeros conciertos de la gira, estamos cantando A la media luna, de Santiago Auserón (Juan Perro). Mi idea es cantar una de las versiones en cada concierto. Si hiciera las ocho, se comerían el resto del repertorio.

Por muy mal que me vayan las cosas, siempre podré ganarme la vida con mi acústica

P: Querría preguntarte sobre la gira Peleando a la Contra. La hiciste tras salirte de una multinacional buscando la libertad artística. Te subiste a tu coche y te recorriste España, en plan Pedro Sánchez. Más bien, Pedro Sánchez lo hizo en plan Quique González.

R: Fue paradójico porque cuando tomé esa decisión, me empezó a ir mejor. Algunos lo vieron como una especie de suicidio artístico y comercial. En aquel momento, las multinacionales eran casi la única opción para grabar y publicar. Pero fue una liberación ya que gasté muchísima energía en los conflictos que tenía con las compañías. Desde pequeño he sentido rebeldía ante la autoridad y he luchado contra el poder establecido y las grandes corporaciones. Ahora la mayoría de la gente se autoedita, es raro que alguien esté en una multinacional. Además, esa decisión me acercó mucho más a mis seguidores.

P: Da la sensación de que Quique González no tiene seguidores. Tiene ultras.

R: Aunque no haya tenido un éxito masivo ni haya llenado estadios, he tenido la suerte de tener a gente muy fiel y constante conmigo. Y ellos son los que me han permitido estar en esto durante 25 años. El éxito para mi significa que, por muy mal que me vayan las cosas, siempre podré ganarme la vida con mi acústica y tocando en espacios pequeños. Eso es lo que más seguridad me da. Los que empezamos en esto siempre decimos que nos conformamos con vivir de nuestra música.

P: Madrileño de nacimiento, pasiego de adopción. ¿Qué te llevo a elegir Cantabria como tu casa?

R: Fue un impulso. Tenía un par de días libres entre conciertos en Bilbao y Oviedo y en Puente Viesgo vi la foto de una casa en venta. Y llevo en ella más de 20 años. Fui bastante impulsivo porque no estaba buscando una casa. Tampoco creía que el banco me fuera a dar una hipoteca. Sin embargo, le gasté una broma a la pareja que tenía en aquel momento y fui a visitar la casa. Me enamoré del lugar inmediatamente. Fue una broma llevada demasiado lejos, la verdad. Ahora es mi lugar en el mundo. Poco a poco me fui enamorando de los Valles Pasiegos y su gente. Tengo algunos de mis mejores amigos allí.

P: La llegada de un rockero a un pueblo de las montañas cántabras fue todo un acontecimiento. Además, teniendo en cuenta la desconfianza de la gente de allí hacia lo forastero. No es fácil la adaptación.

R: A los dos años de vivir ahí, el dueño de la vaquería de al lado de casa, me confesó que pensaba que venía a vender drogas. Estaba mosqueado porque su hijo se llamaba también Quique González y pudiera verse involucrado en algo peligroso. Recuerdo también leer El Diario Montañés en los bares y los parroquianos, al principio, te miraban con desconfianza. Luego te veían por la tele o les llegaba quién era yo en realidad y acababan invitándome a una caña. Afortunadamente, lo siguen haciendo. No he liado ninguna suficientemente grande como para que dejen de hacerlo. A pesar de la desconfianza, el roce hace el cariño y me siento parte de la vida pasiega. Encontré gente como Fonso, dueño del restaurante Las Piscinas de Villacarriedo, quien me abrió las puertas de aquello. Y vas, poco a poco, descubriendo la idiosincrasia pasiega.

A los dos años de vivir en Cantabria, mi vecino me confesó que pensaba que venía a vender drogas

P: ¿Se te ha pegado algo?

R: Quiero pensar que sí. De hecho, mis amigos de mi barrio de Madrid me dicen que tengo más acento cántabro que madrileño. Los pasiegos no lo notan pero los madrileños, sí. También utilizo algunas expresiones.

P: Cómo se come dónde Fonso, por cierto.

R: No hay unos callos en todo Madrid como los que te ponen en Las Piscinas de Villacarriedo.

P: Me dan ganas de titular así la entrevista.

R: A mí de comerme unos ahora mismo. Cuando no he tenido pareja y he pasado las navidades solo, siempre me ha llegado un Tele Fonso a casa con unas albóndigas o un cochinillo. Siempre me han hecho sentirme parte de esto y han sido extremadamente generosos. Sin gente así me hubiera ido a los pocos años. Por muy bonito que sea un lugar, la diferencia la marca la gente.

P: Villacarriedo también es el lugar que ha visto nacer a tu hija Nora.

R: Sí, mi hija es pasiega. Antes hablábamos de los acentos y mi hija lo tiene. Me gustaría que nunca perdiera esa forma de expresarse. Parece algo romántico que solo me importa a mí, pero es importante.

P: ¿Cómo ves la situación política es España?

R: Llevamos mucho tiempo instalados en el conflicto. Siempre he sido una persona con ideas progresistas y me gusta ver cómo muchas políticas que tienen que ver con la igualdad, salen adelante. Y con la esperanza de que no vayamos para atrás y que puedan instalarse en el colectivo. Que no venga la ultraderecha a cambiar cosas que nos ha costado mucho instalar.

P: ¿Qué análisis haces de la situación cultural que vive España?

R: Todo se diluye muy rápidamente. Los discos ya no son tan importantes como lo fueron. Ya no significan lo mismo para las nuevas generaciones que para la mía. También veo mucha preocupación por el maltrato al circuito de conciertos en salas. Ahora están los polígonos y antes en el centro de las ciudades.

P: Es alejar la cultura de la gente.

R: Exactamente. Es algo gráfico que sucede. Se vive de una forma más individual y el centro de las grandes ciudades, se parecen cada vez más a un duty free de un aeropuerto. El negocio es más importante que la identidad cultural y los aspectos propios de cada ciudad, como cines, teatros, pequeñas tiendas… Desde ese sentido cultural, tenemos un país al lado, Francia, que es envidiable su forma de tratar a sus artistas.