Badajoz vivió anoche una de esas citas que quedan grabadas en la memoria colectiva: el concierto de Manu Chao en la clausura del Alcazaba Festival. Con un directo potente, vitalista y profundamente emocional, el artista franco-español convirtió el emblemático recinto en una auténtica fiesta global.

En un formato acústico pero cargado de energía, Manu Chao desplegó sobre el escenario su particular visión del mundo: sin fronteras, sin etiquetas, sin concesiones. Acompañado por una formación mínima —una guitarra de apoyo, percusión y vientos ocasionales— ofreció un recital sin pausas, en el que cada canción se fundía con la siguiente para mantener la llama encendida durante toda la actuación.

Desde los primeros acordes, la conexión con el público fue total. Clandestino, Me gustas tú, La vida tómbola o King of the Bongo resonaron con fuerza en una audiencia entregada que no dejó de corear ni un solo estribillo. Las canciones, muchas reinventadas, otras improvisadas, se sucedieron como un viaje sonoro por las raíces mestizas del músico, entre el reggae, la rumba, el ska, el rock alternativo y los sonidos del mundo.

La propuesta, a pesar de su aparente sencillez instrumental, fue arrolladora. Porque Manu Chao no necesita grandes artificios: le basta con su voz rasgada, su guitarra y ese carisma que arrastra multitudes. A sus espaldas, décadas de carrera construidas con honestidad, coherencia y una apuesta por lo humano que se manifiesta tanto en sus letras como en su forma de estar en el escenario.

El recital también sirvió para presentar temas de su nuevo trabajo, Viva tú, donde mantiene su compromiso con los sonidos mestizos y los mensajes sociales, sin perder ni un ápice de frescura ni contundencia. La mezcla de sus clásicos con nuevas composiciones generó un efecto catártico entre los asistentes, que respondieron con entusiasmo a cada cambio de ritmo, a cada grito colectivo, a cada palmas al compás de la percusión.

La ovación final fue larga, cerrada, unánime. El público, consciente de haber vivido una noche especial, parecía no querer marcharse. La música de Manu Chao —libre, combativa, festiva— dejó una huella profunda en el corazón del Alcazaba Festival.

Antes del plato fuerte, el talento extremeño también brilló. La velada comenzó con la actuación de Flako Rodríguez, artista de Olivenza que demostró su versatilidad como guitarrista, cantante, letrista y poeta. Su propuesta, íntima pero cargada de autenticidad, fue recibida por un público ya predispuesto a dejarse llevar por la música.

Y para cerrar la noche, el festival apostó por seguir celebrando. Tras el concierto de Manu Chao, los asistentes pudieron seguir bailando con los ritmos del DJ Miguel Rumbao, percusionista habitual del cantante, que firmó un set cargado de energía y buenas vibraciones. Una despedida perfecta para una edición que ha convertido a Badajoz, una vez más, en epicentro musical del verano.

La edición 2024 del Alcazaba Festival se despide así por todo lo alto: con un concierto inolvidable, un artista internacional de culto y una comunión entre escenario y público que demuestra que la música, cuando es de verdad, no necesita adornos.

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