En el centro de la sala, decorada con motivos oscuros acorde con la temática de la novela, se encuentra Lorenzo Silva, esperando que todos los periodistas citados tomen asiento a su alrededor formando un círculo, expectantes por conocer todos los detalles de la nueva historia que se trae entre manos.

Después de 25 años novelando el crimen, el aclamado autor protagoniza un cambio de registro con Púa (Ediciones Destino), una historia que navega en una vorágine de una guerra sucia, en la que no cabe un lugar y una época concretas y en la que su protagonista hará lo que haga falta por cumplir la misión que viene dada del deber moral y el compromiso personal por el que se retrotraerá al pasado y caminará en los límites de las líneas rojas.

Pese a tirar del hilo ficticio en todo momento, detalle que da, en cierta medida, rienda suelta a la imaginación del lector, Silva hace referencia de otras guerras sucias que se han dado en España y en otros puntos del mundo, tales como los GAL, ETA o el Ejército Republicano Irlandés (IRA), entre otros conflictos y acontecimientos históricos. “Buena parte de la novela está inspirada en sensaciones de personas que han vivido la guerra y han visto la muerte de cerca”, subraya.

“Es un libro que habla de un conflicto moral en el que se ven envueltas las personas y las sociedades, un conflicto moral que se sitúa en el límite extremo”, prosigue, desvelando a la par que, en cuanto a la construcción de los personajes y teniendo en cuenta la tensionada ambientación de la propia trama, estos son más “los peones que los cerebros de una nación”.

En la entrevista con este periódico, Lorenzo Silva ahonda con mayor profundidad en la razón de ser de su nuevo reto literario y las consecuencias de narrar los entresijos de una guerra sucia.

PREGUNTA (P): Los thrillers son la tónica habitual de sus títulos literarios. ¿Qué trae de nuevo Púa?

RESPUESTA (R): En este caso no es un investigador, es un criminal. En el pasado ha sido un criminal al servicio del Estado y en el presente, con dos historias que se van entrelazando, es un criminal al servicio de sí mismo.

Una misión o una petición que le pide un antiguo compañero y siente que es un deber personal.  Tiene que averiguar un misterio, pero no es alguien que busque hacer justicia, simplemente cumple con lo que le ha pedido su amigo: proteger a su hija.

Pero a él no le importa si lo que hace es justo o no, no es tanto enmendar un mal como proteger a alguien. Con este encargo también acepta hacer el mal una y otra vez: espía, engaña y ejerce violencia sobre otros.

De las líneas rojas individuales es más difícil escapar, el juez eres tú mismo

P: El hilo conductor es el traspasar las líneas rojas y cabe preguntarse dónde situar ese borde del precipicio. ¿Puede llegar a ser una tarea individualista o influyen factores externos?

R: De entrada, hay una referencia, que son las leyes, que normalmente son un consenso social sobre lo que se puede hacer y lo que no. Hay personas que consideran que las leyes dictadas por a la sociedad, en ciertas circunstancias, se pueden infringir; y al revés, que hay personas que consideran que si hay algo en las leyes que no se permite no se puede hacer, puede conllevar un cargo de conciencia.

La línea siempre es una línea que tiene una referencia externa, pero que al final tiene un contenido interno. Lo que afecta a las personas es si infringir la línea roja de la conciencia social tiene consecuencias, pero esas consecuencias se pueden escapar, hay criminales que quedan impunes porque no se les pillan, por lo que no tienen que responder ante la justicia.

De la responsabilidad individual, las líneas rojas individuales es más difícil escapar. El juez eres tú mismo.

P: Pese a que el lector puede evocar a conflictos y realidades a lo largo de la trama, lo cierto es que no se ofrecen coordenadas exactas, ni lugar de los hechos ni fecha de los mismos. ¿Da pie a que el lector se pierda o, por el contrario, se encuentre?

R: La novela construye un escenario para la acción, el escenario se ha construido para el lector y para albergar la acción y a los personajes. Cuando se entre a interpretar la novela, si guarda correspondencia con el GAL, el IRA, la lucha contra Al-Qaeda, la guerra de independencia de Argelia contra Francia o ETA, que son ejemplos de guerras sucias, cada uno puede hacer su viaje interpretativo individual.

La literatura no es un código cerrado, se puede interpretar o aplicarlo a las historias que se sientan más cercanas. La novela no está vinculada a los hechos concretos de ninguna guerra y, sin embargo, los dilemas y conflictos morales de los personajes están en todas ellas.

Lorenzo Silva, 'Púa'. Ediciones Destino.

Lorenzo Silva presenta 'Púa'. Imagen cedida por Ediciones Destino. 

P: La guerra sucia se ha dado en España como en otros puntos del mundo en varios momentos de la historia reciente. Pese a que no evoca a ningún momento concreto, ¿ha habido algún acontecimiento del panorama político y social actual que haya influido?

R: No tanto. En mis obras hay bastantes referencias a la sociología particular contemporánea en muchos detalles concretos, pero he intentado ir más a la esencia. Aparecen menciones y escenarios que hablan sobre la prostitución y el proxenetismo, pero son elementos intemporales, no hay manifestaciones concretas.

Hay quien prefiere al psicópata frío o al villano absoluto, pero son personajes que me pillan de lejos

P: La construcción de ‘Púa’ resulta inusual, parece más un antagonista que un protagonista.

R: ‘Soy una mala persona’, así empieza la primera frase del libro, cuesta empatizar con él. Siempre intentamos empatizar con los protagonistas y, para eso, tenemos que sentir que tiene algo de bondadoso. No es un personaje completamente innoble, ni desprovisto de principios ni de buenos sentimientos, pero en su vida ha prevalecido el lado oscuro.

P: Lo que se corresponde con las conversaciones que ha tenido con gente involucrada en las guerras sucias, que han visto la muerte de cerca, han torturado o incluso han apretado el gatillo.

R: Todas esas acciones las han cometido, y las cometen, en esos episodios seres humanos. Algunos son psicópatas, otros tienen poco cargo de conciencia, pero hay personas que no tienen esos rasgos de la personalidad con sus ideas del bien y del mal, de lo noble y de lo innoble.

Con el paso del tiempo, cuando se hace el análisis introspectivo, tienden a pensar que se equivocaron con las supuestas razones que los llevaron a cometer esas acciones. Este no es el caso que me interesa, el personaje que ha sido capaz de ser cruel, dañino para sus semejantes y que presume de ello. Las dimensiones de psicopatía y falta de conciencia moral no me interesan.

No he conseguido hablar con nadie que haya tomado la decisión de matar o de que se produzca la muerte de otro ser humano y presuma de ello.

P: ¿Cree que un perfil como tal resulta más atractivo para el lector?

R: Hay quien prefiere el psicópata frío y el villano absoluto, pero son personajes que siempre me han pillado muy lejos, como los de Marvel. Prefiero personajes que tengan dimensiones humanas, la voluntad de sentir un deber.