España fue uno de los países que más tardó en abolir la esclavitud. A finales del siglo XIX todavía encontramos esclavos en Cuba a pesar de que se había decretado su prohibición y es que, hecha la ley, hecha la trampa, la ley de 1880 obligaba a los esclavos a pagar a sus amos por su libertad. Hasta 1886 no se corregiría esta aberración histórica que forma parte de la leyenda negra española, apenas conocida. La escritora Mayte Uceda (Asturias, 1967), ha situado en este contexto su nueva novela, 'El maestro de azúcar' (Planeta), que cuenta la historia de dos mujeres que abandonan su vida en la localidad asturiana de Colombres para emigrar a Cuba. Una acompaña a su padre, a quien han contratado para ser el médico de una plantación, y la otra para casarse con el prestigioso maestro de azúcar de la hacienda, un empleo clave del ingenio. 

"La caña llega a los molinos impregnada de sudor. En muchas ocasiones también de sangre. Cada terrón de azúcar es fruto de un gran esfuerzo", resume uno de los personajes, en clara alusión al duro trabajo de los esclavos.

Todo tiene conexión, cien años no es nada

"Los problemas del pasado lastran el desarrollo y el progreso", nos cuenta Mayte Uceda en una entrevista. Cree que conocer aquella etapa convulsa, marcada también por varias guerras para conseguir la independencia de la colonia, influye en la forma de entender el presente.  "Todo tiene conexión, cien años no es nada", asevera.

Entrevista con Mayte Uceda

Mayte Uceda, autora de 'El maestro de azúcar'


PREGUNTA.- ¿Publicar un libro es como parir un hijo?

RESPUESTA.- Bueno, el el proceso es más largo. Esta novela, por ejemplo, me ha llevado un par de años. 

P.- ¿Dónde escribes?

R.- Tengo una buhardilla muy acogedora desde donde veo arbolitos. Está muy bien, pero puedo escribir en cualquier sitio y bajo cualquier condición, sobre todo si estoy en ese momento de inspiración. Sí es cierto que normalmente necesito silencio.

Pasé de la música a la escritura porque las historias de las canciones se me hacían pequeñitas

P.- ¿Cómo surgió tu amor por la literatura y las historias?

R.- El amor por las historias lo llevo desde pequeña. Sí, es cierto que nunca había pensado en escribir. Había estado muy vinculada a la música, de pequeña aprendí a tocar la guitarra, componía mis canciones en los años 90 estuve en un grupo y yo componía mis historias, pero son muy pequeñitas. A mí, una canción con apenas unas estrofas y un estribillo se me quedaba corta. Un día empecé a escribir cosas más largas y fue muy satisfactorio tener todo el espacio del mundo a mi disposición. Me salió una novela de casi 500 páginas. Para mí fue un proceso natural pasar de, digamos, ese mundo de la música a la literatura.

P.- Empezaste autopublicándote...

R.- Sí, en 2023 Amazon te daba esa posibilidad y me pareció fascinante poder hacerlo todo. Tú eras Juan Palomo, maquetabas, editabas, hacías la cubierta... Todo. Éramos muy pocos los que publicábamos de esa forma, ya que se empezaba a conocer en España ese sistema. Entonces teníamos un mercado un poco más grande, ahora la cosa ha cambiado totalmente y es muy difícil hacerte visible. 

'El maestro de azúcar' es una historia que los anglosajones llaman landscape, con unos personajes que abandonan la vieja Europa para trasladarse a un contexto desconocido y exótico

P.- ¿Qué vamos a encontrar en tu nueva novela, 'El maestro de azúcar'?

R..- Es una historia exótica, una historia que los anglosajones llaman landscape, con unos personajes que abandonan la vieja Europa para trasladarse a un contexto desconocido y exótico. En este caso, ese contexto exótico es una plantación azucarera de la Cuba de finales del siglo XIX. Allí van desde un pueblito pequeño de Asturias, tiene una visión de paraíso tropical de su destino, pero realmente se encuentran con una realidad muy diferente.

P.- Son muchos los asturianos que emigraron a Cuba, ¿lo has vivido a través de tu familia?

R.- Hasta donde yo alcanzo a saber, no, pero sí que conozco a mucha gente que tiene familia en Cuba todavía hoy. Por ejemplo, hay pueblos como Colombres, el que sale en la novela, que están lleno de casas de de estilo indiano. La casa de los patrones está ubicada en la ficción en el archivo de Indianos de Colombres 

P.- ¿Crees que la historia de la Cuba colonial es una gran desconocida?

R.- Es una gran desconocida y, en mi opinión, de aquel problema, de aquella guerra que terminó, digamos, liquidando los restos del imperio español, vienen muchos de los problemas que tenemos ahora, como sociedad, en la política y cultural incluso. Debería indagarse y estudiar un poco más aquel periodo, para mí es interesantísimo. Te da una visión distinta de la actualidad.

P.- ¿En tu caso, por ejemplo, qué has aprendido tras tu investigación?

R.- Pues ha aprendido que los problemas del pasado lastran el desarrollo y el progreso. Aquel desencanto tan grande que tanto retrataron los intelectuales de la época, ese problema del ser español, esa decepción tan grande por la pérdida del imperio. La guerra hispanocubana y la pérdida de nuestras posesiones fue un mazazo para la sociedad. Esos desencantos creo que crearon una brecha cultural y política en la sociedad española.

P.- Uno de los temas que se abordan en el libro es la terrible realidad del esclavismo, que se mantuvo en Cuba mientras en la metrópoli se había abolido.

R.- En Cuba continuó porque las plantaciones funcionaban a base de esa mano de obra esclava. Cuando la esclavitud se abolió del todo, también en Cuba, empezaron a sostenerse con trabajadores asalariados y ahí sobrevino una crisis, que afectó a la economía de la isla. Al bajar la productividad, aumentaron los impuestos que se tenían que pagar a la península y muchos ingenios quebraron. Algunos hacendados tuvieron que vender sus sus plantaciones y a esto se suma el cambio de pasar de un ingenio tradicional, con tracción animal, a la incorporación de las máquinas a vapor. Fue un cambio muy brusco y una inversión muy grande que no todos los productores pudieron pudieron afrontar. Todo eso derivó en lo que fue la última guerra de independencia.

P.- Uno de los personajes, que tiene gran influencia sobre el resto de los esclavos, lo que reclama para ellos no es volver a la África soñada sino construir su vida en Cuba.

R.- Volver a la África soñada es imposible, muchos ya habían nacido allí. Los viejos de nación, que es como se llamaba a los nacidos en África, eran los más respetados dentro de la comunidad y transmitían las tradiciones. Pero hay que tener en cuenta que dentro de la masa de trabajadores africanos había muchas etnias, muchas de ellas rivales en sus lugares de procedencia y no se juntaban. Había cabildos étnicos: los mandingas por un lado, los congos por otro... y cada uno tenía su lengua, sus ritos y sus tradiciones. La convivencia, a veces, era muy difícil. 

Cuando leí el libro 'Biografía de un cimarrón', de Miguel Barnett sobre la vida de Esteban Montejo, realmente te das cuenta de esta diversidad. Los congos, por ejemplo, eran los que más se acercaban a esa magia negra y los más temidos dentro de de las plantaciones. Es un mundo fascinante.

Mi personaje favorito es, quizá, Solita, la niña de origen africano que acompa a la protagonista por todas partes

P.- De todo el elenco de personajes que aparecen en tu libro, ¿quiénes son tus favoritos?

R.- Que difícil es esa pregunta. Principalmente son un elenco de mujeres, aunque el libro tenga un título masculino, 'El maestro de azúcar', son ellas las que protagonizan esta historia. Mi favorita es quizá Solita, la niña de origen africano, aunque nació en la plantación. Es una muleca, que son los niños o las niñas que acompañaban a las mujeres solteras en las plantaciones. Ella acompaña a la protagonista, a Mar y va con ella a todas partes. Es muy graciosa, pero al mismo tiempo tiene una vida muy dura. Es un personaje que le va a gustar mucho al lector.

P.- ¿Quiénes son tus referentes literarios?

R.- Todos. Eso sí, para cada novela uno tiene unos referentes distintos. Por ejemplo, para para mi anterior novela, 'El guardián de la marea', el referente absoluto fue Alonso Quesada,  porque era el que mejor plasmaba el contexto que yo estaba investigando. En este caso, la novela de Miguel Barnett ha sido clave para entender el contexto de la plantación.

Todas las lecturas, incluso las que no te gustan o consideras que no son buenas, te ayudan a evolucionar y aprender

Pero referentes que me hayan podido marcar, hay muchos. Todas las lecturas, incluso las que no te gustan o consideras que no son buenas, te ayudan a evolucionar y aprender como escritor. De las buenas se aprende y de las malas se aprende muchísimo también. 

P.- En tu blog dices cosas como que no te gusta la novela negra, tan de moda ahora.

R.- No disfruto con la novela criminal con asesinatos sangrientos y violencia tan de moda ahora. Pero sí, por ejemplo con la saga de Sherlock Holmes, por ejemplo. Soy más de la novela enigma, de esa historia policíaca con un enigma por resolver, pero sin recrearse en la violencia. Bueno, es una cuestión de gustos, prefiero leer otras cosas que me emocionen.

Los audiolibros me relajan y son una forma muy bonita de llegar a las novelas


P.- Dices también que echas de menos el placer de leer por leer, para disfrutar.

R.- Sí, porque cuando te embarcas en proyectos como este o mi anterior novela, que también tiene un trasfondo histórico muy potente, me paso el día consultando documentación. Cuando llega la noche, tengo la vista tan cansada que no puedo ponerme a leer. Lo que hago mucho es oír audiolibros, me relajan y son una forma muy bonita de llegar a las novelas. 

P.- ¿Qué estás leyendo ahora?

R.- Un audiolibro de Ayanta Barilli, 'Una mujer y dos gatos'.

P.- Tu novela recuerda un poco a las novelas de Sarah Lark, en otro contexto distinto.

R.- Sí, sus novelas también tienen ese trasfondo colonial. Nosotros tenemos también ese mismo marco histórico para aprovecharlo literariamente. La relación de España con sus posesiones en ultramar está poco explotada por nuestros autores y me parece fascinante. Hay muchas historias para extraer.

En aquella época la población en Cuba estaba muy descompensada, había muchos hombres y pocas mujeres

P.- ¿Cómo es tu proceso creativo, desde el momento en que surge la idea hasta que se convierte en un libro como 'El maestro de azúcar'? 

R.- Tiene que haber un impulso inicial que encienda la luz. En este caso, llegó a través de unas cartas que leí cuando me documentaba para la anterior novela. Eran de un emigrante asturiano en La Habana, que decía a su familia que se sentía solo y les preguntaba por una mujer buena y trabajadora, con estas palabras, para casarse con ella. En aquella época la población en Cuba estaba muy descompensada, había muchos hombres y pocas mujeres. Curiosamente, las mujeres que había peninsulares, la mitad no se casaban. No tengo muy claro por qué. En la documentación que he consultado, averigüé que estas mujeres permanecían mucho tiempo en casa y apenas pisaban la calle. Lo hacían en volantas, esos carruajes maravillosos, y eran los tenderos los que se acercaban para ofrecerles los productos. Si no había interacción social, difícilmente podían conocerse. 

P.- ¿Qué te titular te gustaría destacar?

R.- Conocer el pasado, afecta a nuestra forma de ver el presente. Es es un tópico, pero es así. Influye en la forma que veo el presente, todo tiene conexión. Cien años no es nada.