“Lo verdaderamente duro de volverse loco es la recuperación de la cordura”. La cita corresponde al cómico Ángel Martín, que acaba de publicar ‘Por si las voces vuelven’ (Planeta), un libro en el que explica cómo se rompió por completo a consecuencia de un brote psicótico. Había construido en su cabeza no un mundo, sino todo un universo con múltiples tramas paralelas que le llevaban a vivir aventuras increíbles. Entro otras cosas, pudo hablar con todo tipo de personas, algunas muertas desde hace muchísimo tiempo, e incluso con su yo del futuro. Cuando saltó la voz de alarma, le ingresaron directamente en un hospital psiquiátrico donde llegó a estar varios días atado a una cama. Todo esto sucedió en 2017 y ahora, ya recuperado, ha querido compartir su experiencia con los demás. Entre otras cosas, para poner en un primer plano la importancia de cuidar la salud mental.

Le hemos entrevistado para hablar sobre su libro y, entre otras cosas, hemos abordado la impactante noticia sobre el suicidio de Verónica Forqué. En este caso concreto, nos ha dicho, le preocupa que sea una moda pasajera. "Ella es solo una cifra más de algo que sucede cada día y trasciende porque es popular, pero cada día hay muchas Verónicas". Asimismo critica que en algunos medios se esté llevando el debate a "sitios que no son los correctos". "Plantear si se le hablaba mal en redes sociales o si un programa de televisión la apretó más de lo que debía, me parece de una frialdad extrema", critica.

Para todas aquellas otras Verónicas, queremos recordar la existencia del 024, un teléfono de alcance nacional gratuito y anónimo, que funciona las 24 horas del día, para atender a personas con ideas suicidas.

"Hay un gran estigma, un gran tabú con las enfermedades mentales y creo que la culpa es nuestra"

PREGUNTA.- ¿Ha sido complicado reconocer que has padecido una enfermedad mental, máxime siendo una persona pública? 
RESPUESTA.- No, cero apuro, igual es porque soy un descerebrado. No lo sé. La gente tiende a pensar lo complicado que sería para él y cree que para los demás es igual. No tengo ningún tipo de apuro por el hecho de ser público a la hora de hablar de todo esto. Quizá lo más cansado sean las entrevistas porque intento que las palabras tengan valor y no hablar por hablar, que las palabras se entiendan claro para que no haya malentendidos.

P.- En la sociedad en la que vivimos hablar de enfermedad mental es una especie de tabú, da miedo reconocerlo y se estigmatiza a las personas que lo sufren.
R.- Uno de los problemas que tenemos es que cuando hablamos de este tema echamos balones fuera de forma individual. Hablamos de todo como si no tuviéramos la culpa de nada. He empezado a prestar atención a esto hace poco y veo que la gente habla, pero cuando llega a su casa, no presta atención a cuando su pareja, su hijo o un amigo trata de compartir algo que le está pasando o que se encuentra regular. Esa misma persona que se queja de que vivimos en una sociedad que no nos permite hablar o que no nos escucha, le dice a la persona que tieen al lado: 'No te quejes, mira dónde vives, no tienes de qué quejarte...'. Una de las primeras cosas que tenemos que entender como seres humanos es que la culpa es nuestra, no de la sociedad. Es una responsabilidad individual. En el momento en que intentes cambiar eso en tu casa, en tu forma de relacionarte con tu círculo y en tu forma de comportarte con los demás, las cosas empezarán a cambiar. Pero si te montas en el caballo de la sociedad o las redes sociales como si no formaras parte de eso, jamás solucionarás nada. Sí, hay un gran estigma, un gran tabú con las enfermedades mentales y creo que la culpa es nuestra.

P.- ¿Somos un poco falsos?
R.- Sí. (Se ríe) Quizá me he animado demasiado a responderte, pero sí.

"Mi vida sigue enfocada a la comedia, al entretenimiento y a la creación de contenido, pero reconozco que la salud mental es una puerta que me llama la atención"

P.- ¿A ti te ha pasado? ¿O todo este proceso que has vivido te ha cambiado y te has liberado de esa ‘falsedad’?
P.- No soy el abanderado de la salud mental ni el tipo que va a reconfigurar su vida para enfocarse única y exclusivamente en proyectos relacionados con la salud mental. Para nada, pero sé hasta dónde quiero llegar y hasta ahí llegaré. Mi vida sigue enfocada a la comedia, al entretenimiento y a la creación de contenido, pero reconozco que la salud mental es una puerta que me llama la atención y me parece interesante.

"Los que se quejan de las redes en las redes sociales son los que generan el debate del mal rollo"

P.- Me refería a eso de llevar una doble vida y cambiar el discurso en el ámbito más íntimo
R.- Estoy trabajando en esto de una manera muy profunda. Si he llegado a esta conclusión no es porque lo haya visto en los demás, es porque yo he sido así. No he sido para nada la excepción y decidí cambiar lo mío. Luego cada uno que decida en su ámbito. Empecé este tipo de reflexiones observando las redes. La gente dice que son súper tóxicas, pero las redes somos todos: tú, yo, tu amigo y tu cuñado. Me he dado cuenta que los que se quejan de las redes en las redes sociales son los que generan el debate del mal rollo. Por ejemplo, cuando todo está tranquilo en su línea de tiempo o en su red social, lo primero que publican lo hacen ya con intención de generar conflicto. Si alguien dice 'Hoy se estaba bastante bien en la calle', replican: '¿Perdón? Esto es Twitter, vaya puta mierda de día'. Es como el 'tenemos que cuidarnos todos a todos' y cuando llegas al trabajo, al primero que hablas mal es al que tienes sentado contigo. En el momento en que me doy cuenta de esto, me propongo cambiarlo. Y tienes tropezones, no se hace de la noche a la mañana. Hay días que de repente llegas, te metes en la cama y dices, pues no he escuchado lo suficiente hoy. Pero al menos tratas de prestar mucha atención. Mucha.

"Verónica Forqué será alguien popular que ha acabado con su vida y pasado mañana no importará hasta que alguien popular vuelva a hacerlo y ya está"

P.- En estos días atrás hemos vivido el suicidio de Verónica Forqué. Lo último que habíamos visto de ella era su paso por Masterchef, donde, por cierto, ahora que hablas de las redes sociales, después de cada programa la lapidaban públicamente. ¿Qué valoración harías de esto?
R.- Soy incapaz de poder hacer una valoración del dolor, el vacío y la incapacidad de movimiento que puede sentir alguien que llega a la conclusión de que su única herramienta para finalizar con ese dolor es quitarse la vida. Soy incapaz de entrar en ese jardín. Del tema del suicidio de Verónica, a mí, personalmente hay dos cosas que me resultan muy llamativas. Una es que ella es solo una cifra más de algo que sucede cada día, trasciende porque es popular, pero cada día hay muchas Verónicas. Es constante. Desgraciadamente pasará lo de siempre. Verónica Forqué será alguien popular que ha acabado con su vida y pasado mañana no importará hasta que alguien popular vuelva a hacerlo y ya está. Lo segundo que me preocupa es que, al final, los medios aprovechan este tema para llevar el debate a sitios que no son los correctos. Plantear si se le hablaba mal en redes sociales o si un programa de televisión la apretó más de lo debido, me parece de una frialdad extrema. Creo que acabamos llevando los debates a lugares en los que nunca tendríamos que mojarnos nosotros como personas.

P.- No era esa mi intención. Antes, los medios no informábamos sobre suicidios por el posible efecto contagio y ahora las cosas están cambiando. En 2020, sobre todo a raíz del coronavirus, las estadísticas aumentaron y se produjeron un total de 4.000 suicidios. Es verdad que no nos podemos poner en su mente y sus razones, pero sí se puede hablar de esto y hacerlo de otra manera: igual que cuando se habla de la violencia de género se dan herramientas para que puedan salir de ello, en este caso, deberíamos hacer lo mismo. Al ser un personaje tan público como ella le damos más visibilidad y es importante.
R.- Sí. Lo que me sucede es que cuando un tema como éste explota de forma tan salvaje, me preocupa que sólo se esté aprovechando una moda. Hay algunas cosas que sólo pueden analizarse cuando ha pasado el tiempo suficiente. Reconozco que mi desconfianza hacia los medios es muy grande cuando se trata de ciertas cosas. Soy de los que trata de mantenerse en un perfil muy bajo para, dentro de un tiempo, ver quién estaba realmente hablando de ello porque es importante, así de claro, sin paños calientes, o quién lo está aprovechando para que hagan click en su noticia. Son las cosas que más me preocupan con ciertos temas. Probablemente tenga que ver haber trabajado en medios y saber cómo funcionan algunas cosas. Desde fuera puede parecer que no, pero desde dentro, uno sabe cómo va el juego.

Obviamente que estén sobre la mesa los temas siempre ayuda, aunque sea de forma puntual y durante un tiempo

P.- En mi caso, desde luego, no te pregunto esto por moda, sino porque creo que es importante romper el tabú.
R.- Claro, son excepciones. No os meto en el mismo saco ni mucho menos.

P.- En ‘Por si vuelven las voces’, con tu sentido del humor tu ironía habitual, relatas de episodios terribles, de cómo te tuvieron que atar a una cama, esas voces que escuchabas... ¿En qué momento fuiste consciente de lo que te había sucedido?
R.- Empiezas a ser consciente cuando sales del hospital, no sabes qué ha pasado exactamente, pero sí que algo ha pasado. Yo no ingreso por voluntad propia, es mi chica quien da la voz de alarma, durante una décima de segundo eres consciente de que lo están haciendo y no quieres estar ahí, pero inmediatamente coges esa situación y la conviertes en una trama nueva del brote. No estás en un hospital sino en una scape room. A los días de estar en el hospital, notas que las voces no están y que hay muchas cosas que no tienen sentido: el universo no te habla, cuando antes los mensajes eran súper evidentes. Al final llega un momento en el que no hay nada, ya no buscas señales y lo único que pretendes es que te den el alta para salir del hospital. Sales con una pequeña esperanza de recuperar alguna emoción, porque en ese momento no siento nada. Cuando llegas a tu casa y te das cuenta de que eso no tiene ningún valor para ti, ni te genera ninguna emoción, ni te genera ningún tipo de entusiasmo, te das cuenta de que algo raro ha pasado. Ahí es donde empiezas a ser realmente consciente de que algo muy grande ha tenido que pasar y tu no te has enterado.

"No hay un cambio de la noche a la mañana, creo que son pequeñas cosas las que van haciendo que todo desborde"

P.- En tu caso, tu novia dio la voz de alarma. ¿Hay algún código para poder identificar una situación así?
R.- En general, no hay un cambio de la noche a la mañana, creo que son pequeñas cosas las que van haciendo que todo desborde. No hay un código ni una pista clara, salvo quizá que la otra persona empieza a vivir como en dos mundos distintos y a veces esté como ausente. Si prestáramos atención podríamos distinguir cuándo alguien ha tenido un mal día, le viene una semana un poco dura, pero está bien, o si se está cayendo al pozo. Pero para poder prestar esa atención, antes tendríamos que prestárnosla a nosotros.

"Echas de menos que te queden dos metros para tocar la luna? Pues claro. Al menos la sensación de sentir que puedo tocar la luna o de que estoy conectado emocionalmente con la naturaleza y los animales"

P.- ¿Echas de menos esas voces y ese universo que te construiste?
R.- Sí, claro. Además, me tranquiliza saber que no es una barbaridad decirlo porque mucha gente que ha estado ahí me ha escrito diciendo que lo echa de menos. ¿Cómo puedes decir eso? Es muy sencillo, de repente descifras la galaxia, cada cosa que sucede tiene un significado y te da una pista de hacia dónde debes ir. ¡Cómo no vas a echar de menos esa claridad! Si conduces toda tu vida por una autopista asfaltada, perfectamente señalizada, sin atascos, donde todo está controlado y seguro, y luego tienes que ir por un camino de tierra, sin señalizar y en el que puedes caer por un precipicio en cualquier momento, ¿no echarías de menos la autopista? Por supuesto. ¿Echas de menos que te queden dos metros para tocar la luna? Pues claro. Al menos la sensación de sentir que puedo tocar la luna o de que estoy conectado emocionalmente con la naturaleza y los animales. ¿Echas de menos todo? No, pero muchas cosas sí. De repente la capacidad que tienes de sentir determinadas cosas es tan extremadamente salvaje que lo echas de menos.

P.- ¿Ese mundo paralelo te impidió empatizar con el mundo real y las personas que te rodeaban?
R.- No, al contrario. El problema que tienes es que para ti los seres humanos están en frecuencias distintas. Tienes dos tipos de relaciones distintas con la gente. La que tienes en este plano, que es algo más superficial y directamente se resume en, somos muñecos interactuando, pero la relación real está sucediendo en una frecuencia muy superior donde estamos conectados a un nivel increíble, telepáticamente y manejando absolutamente todo. Somos energía que puede hablar. Pero lo podía decir porque cada uno tenía que descubrirlo a su ritmo. Entonces la gente no pierde el valor, sólo en el sentido de que, si discutía con alguien, a esa persona sí le podía hacer daño porque era real, pero para mí no.

"Aproveché ese silencio y ese frenazo en seco de la pandemia para poner en orden muchas cosas, sobre todo conmigo"

P.- Todo esto te pasó en 2017, luego has pasado por un proceso largo de recuperación, ¿cómo viviste la pandemia? ¿Te afectó psicológicamente?
R.- Viví el mismo desconcierto laboral y la incertidumbre de no saber qué iba a pasar que todo el mundo, pero decidí que iba a buscar las ventajas que generaba una situación tan anormal como esa. Jamás en la vida hubiésemos sospechado que te harían encerrarte en tu casa, no salir a la calle y no relacionarte con los seres humanos. Es una barbaridad. Mientras mucha gente se quedaba maldiciendo lo que estaba sucediendo, porque es terrible, decidí ver cuáles eran las ventajas de esa situación y me puse a buscar en esos rincones. Aproveché ese silencio y ese frenazo en seco de la pandemia para poner en orden muchas cosas, sobre todo conmigo. Me vino especialmente bien, para ordenar cosas y acelerar procesos. 27:49 

P.- ¿Eres ahora una persona mejor?
R.- Sí, sin duda, infinitamente mejor.

"Todo el mundo necesita una pequeña dosis de locura, es sano"

P.- ¿Es frívolo decir que cierta dosis de locura viene muy bien?
R.- No, no lo creo. En el fondo, todo el mundo tiene su dosis de locura. Absolutamente todos. Siempre pongo el mismo ejemplo: todos, en algún momento de nuestra vida hemos jugado a ‘si encesto esta pelota en la papelera, eso significa que apruebo el examen’. Si has encestado, has aprobado y si, además, has estudiado poco, ya estás jugando a esto. Todo el mundo o el 90% de la gente, cree en las señales. Todos jugamos a eso y tenemos nuestras estrategias para tomar decisiones. Probablemente, si las contara en voz alta, habría mucha gente que diría 'pero eso es una locura, es una estupidez'.  Estoy convencido de que mucha gente habla en su cabeza con familiares o personas cercanas ya fallecidas y los ven en sueños, pero no lo verbalizan por vergüenza. Algunos llevamos ese volumen al máximo, al 2000, cuando lo normal es tenerlo al 5 y, jugando un poco al 6. Todo el mundo necesita una pequeña dosis de locura, es sano.