Irene Montero ha vuelto a poner el foco en una de las grietas más profundas de la cultura popular contemporánea: la hipocresía con la que se juzga el deseo femenino. En un vídeo publicado en sus redes sociales, la exministra de Igualdad reflexiona -con tono sarcástico y directo- sobre las reacciones que reciben las cantantes jóvenes que hablan abiertamente de sexo, en contraste con la indulgencia con la que se acoge el mismo discurso cuando proviene de un hombre.
“Sale una chica joven cantando una canción en la que dice que quiere ser… y todos los hombres hechos y derechos están aquí reaccionando: que el mundo está fatal, que hemos perdido los valores, que es una guarra, que no es artístico”, comienza Montero, con una ironía evidente. “Como todas sabemos, a ellos les preocupa mucho el arte, la calidad artística”.
La exministra enumera a continuación varios ejemplos de letras de reguetón y pop urbano interpretadas por hombres, cargadas de referencias sexuales explícitas, que jamás generaron la misma indignación. “Cuando Rauw Alejandro cantaba castígala, castígala, dale lo que pide, dale duro pa’ que nunca se le olvide, ahí no salía el crítico musical”, recuerda. Y añade: “Cuando Maluma cantaba estoy enamorado de cuatro babies, siempre me dan lo que quiero, chingan cuando yo les digo, ahí no veían ningún problema, ¿verdad?”.
vivimos en una puta simulación de vdd pic.twitter.com/uytLkYOiuk
— Pomes (@okPomes) October 28, 2025
El contraste que denuncia Montero es evidente: la sexualidad masculina se celebra, la femenina se vigila. En el universo del reguetón, el trap o incluso el pop más comercial, los hombres llevan décadas construyendo un imaginario de poder, deseo y posesión sin apenas cuestionamiento público. Sin embargo, cuando las mujeres reclaman esa misma libertad de expresión, la reacción es inmediata y feroz.
La cultura musical reciente está plagada de ejemplos. En 2016, Maluma lanzó Cuatro babys, una canción en la que el colombiano presume de tener relaciones simultáneas con cuatro mujeres a las que describe como complacientes y sin voluntad. Pese a las protestas de algunos colectivos feministas, la canción acumuló cientos de millones de reproducciones y Maluma siguió cosechando premios y colaboraciones.
Ese mismo año, Rauw Alejandro repetía esquemas similares en Castígala, mientras otros artistas como Don Omar o Wisin y Yandel consolidaban una industria entera basada en la cosificación del cuerpo femenino. En ninguno de esos casos se puso en duda la “calidad artística” de sus autores. Nadie cuestionó su moral ni los acusó de vulgaridad.
En cambio, cuando mujeres como Bad Gyal, Nathy Peluso o Ptazeta hablan de su deseo, de su cuerpo o de placer, se las acusa de “provocar”, “vulgarizar el arte” o “pervertir a la juventud”. En el caso de Nathy Peluso, su tema Delito -“te gusta to’ lo que tengo, te gusta to’ lo que soy”- fue criticado por parte del público conservador por su sensualidad explícita, a pesar de que la artista reivindica en ella la autonomía del deseo femenino.
De modo similar, Bad Gyal ha tenido que defender repetidamente su derecho a cantar sobre sexo en sus propios términos. Su tema Blin Blin o el reciente Chulo pt. 2, donde rapea sobre placer sin intermediarios, han sido objeto de comentarios misóginos que rara vez se dirigen a sus colegas masculinos. La diferencia es clara: cuando una mujer canta “me gusta como lo haces”, incomoda; cuando un hombre canta “te lo hago como nadie”, triunfa.
Incluso en el pop internacional el patrón se repite. Madonna fue crucificada en los años 90 por sexualizar su imagen en Like a Virgin o Erotica, mientras artistas masculinos contemporáneos como Justin Timberlake o The Weeknd han hecho del sexo su principal seña estética sin enfrentar el mismo juicio moral. Lo que para ellos es “sensualidad artística”, para ellas sigue siendo “provocación”.
"A ver si el problema va a ser que os molesta que las mujeres disfrutemos de nuestra sexualidad sin pediros permiso y sin estar a vuestra disposición”, remata Montero. “Mirad a ver si os habéis metido un poquito de machismo en el ojo”.
En apenas sesenta segundos, Montero consigue poner en evidencia cómo la censura moral que se cierne sobre las mujeres artistas sigue siendo una forma de control social. Lo que en los hombres se interpreta como libertad creativa, en las mujeres se percibe como amenaza.
Síguenos en Google Discover y no te pierdas las noticias, vídeos y artículos más interesantes
Síguenos en Google Discover