¿Te ha pasado alguna vez que estabas muy concentrado o concentrada en contar una anécdota, exponer tu punto de vista o explicar una idea... y alguien, de repente, sin ton ni son, te interrumpe y se va por otros derroteros? Sin duda, se trata de una molestia que, aunque hace sentir mal a quien sufre la interrrupción, es algo muy habitual.

¿Pero cuál es el motivo por el que algunas personas no tienen reparos en interrupir a otra persona que está hablando? La especialista en desarrollo personal, Mel Robbins, ha abordado este tema en uno de sus vídeos en Instagram Para ella, cuando alguien interrumpe constantemente a otra persona no es nada positivo: “Es una falta de respeto”, afirma con claridad.

Robbins considera que esta actitud puede ser una señal de que hay que marcar ciertos límites. Reafirmar nuestro derecho a hablar y a ser escuchados no es una cuestión de orgullo, sino de respeto mutuo. Y para conseguirlo, existen una serie de herramientas que te pueden ayudar a conseguirlo.

Estrategias para responder sin perder el control

Basándose en un artículo publicado por Harvard Business Review, Mel Robbins ha compartido en su podcast una serie de recomendaciones prácticas para manejar las interrupciones sin perder la calma ni renunciar a nuestro espacio en la conversación. Su primera propuesta puede parecer sencilla, pero resulta muy significativa: no detenerse cuando alguien nos interrumpe. Según explica, continuar con lo que estábamos diciendo, a pesar de la interrupción, es una forma de reafirmar que nuestras palabras importan y que tenemos derecho a ser escuchados.

Renunciar al turno de palabra en cuanto alguien nos corta puede transmitir, aunque sea de manera involuntaria, que lo que estábamos diciendo no era tan relevante. Por eso, Robbins insiste en mantener el hilo del discurso, incluso si la otra persona intenta hablar por encima. No se trata de imponerse con agresividad, sino de mostrar firmeza y seguridad.

Otra estrategia útil que propone la coach es reducir un poco la velocidad al hablar. Este pequeño cambio puede parecer poco relevante, pero en realidad tiene un efecto notable: al hablar más despacio, se capta mejor la atención del interlocutor. Es una forma de invitar a escuchar, sin necesidad de elevar el tono ni generar un conflicto directo. Además, ralentizar el ritmo ayuda a ordenar mejor las ideas y transmitirlas con mayor claridad.

Sin embargo, en algunas situaciones las interrupciones persisten, a pesar de nuestros intentos por mantener el turno de palabra. En esos casos, Robbins recomienda dar un paso más claro: dirigirse directamente a la persona por su nombre y expresar de manera tranquila pero firme que se desea terminar la idea antes de escuchar lo que el otro tiene que decir. Esta fórmula directa puede servir para establecer límites sin caer en el enfrentamiento.

Para Robbins, lo fundamental es no ceder el control de la conversación a quien no muestra respeto. “Respeta tus propias palabras y continúa hablando. Y cuando hayas terminado, sí, escucha al otro”, afirma. En su opinión, defender nuestro derecho a hablar no es incompatible con la escucha activa. De hecho, ambas cosas van de la mano: una conversación solo funciona cuando todas las partes implicadas se sienten escuchadas y valoradas.

Interrumpir con frecuencia no solo dificulta que el diálogo fluya, también puede afectar la relación entre quienes participan. Aprender a gestionar estas situaciones de forma consciente puede ayudarnos a comunicarnos mejor, a reforzar nuestra autoestima y a proteger los espacios compartidos donde la palabra tiene un valor.

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