Hace unos meses, antes de que el nefasto Donald Trump se hiciera de nuevo con la presidencia de los EE. UU., John Kelly, General del cuerpo de los marines y secretario de Seguridad Nacional durante el primer mandato de Trump, advertía de los peligros de un nuevo mandato de este. Lo conocía bien porque había trabajado muy cerca, y conocido sus pensamientos más privados y profundos, como cuando el asalto al Capitolio, hecho sin precedentes que el propio Trump animara al perder frente a Biden. En una entrevista concedida al prestigioso rotativo estadounidense, The New York Times, el ex jefe de gabinete que estuvo más tiempo en la Casa Blanca de Donald Trump, Kelly asegura que: “creía que el candidato republicano se ajusta a la definición de un fascista.”.

Kelly aseguraba que Trump afirmaba admirar a Hitler, otra aberración más y de mayor grado si se considera que EE. UU. fue aliado decidido y decisivo de las fuerzas europeas contra el dictador alemán que causó millones de muertos. Aseguran que, en uno de los despachos privados, ante la muerte de la soldado Vanesa Guillén, brutalmente asesinada, y con cuya madre se reunió Trump y se comprometió a pagar su funeral, vociferó el presidente: “¡cuesta 60.000 dólares enterrar a una puta mexicana!”, para añadir: “Necesito el tipo de generales que tuvo Hitler”. Este es el perfil que conocieron íntimamente los colaboradores de Trump, condenado en firme por 34 cargos penales, a pesar de lo cual, el “particular” sistema electoral estadounidense lo permite, pudo concurrir y ganar unas segundas elecciones. Preguntado Kelly sobre si podría ser un fascista el actual presidente, este respondió: “Bueno, mirando la definición de fascismo: es una ideología y un movimiento político ultranacionalista y autoritario de extrema derecha caracterizado por un líder dictatorial, una autocracia centralizada, militarismo, la supresión forzosa de la oposición, una creencia en una jerarquía social natural”. Más claro, imposible…

         Nuestro Diccionario de la Real Academia recoge en sus tres primeras acepciones, verdaderos retratos de los que es Trump a nivel político:

  1. Persona que asume y mantiene todos los poderes del Estado, empleando la coacción y la fuerza.
  2. Persona que ocupa la máxima jerarquía del Gobierno y ejerce autocráticamente el poder.
  3. Régimen político que concentra todo el poder en una persona o grupo, reprimiendo derechos humanos y libertades individuales.

 

Sobre la primera no hay más que ver cómo está usando los poderes del estado para indultar a unos delincuentes que asaltaron el Capitolio, para recortar libertades y derechos civiles, para expulsar a inmigrantes o confinarlos en cárceles, sin cargos, como Guantánamo, y coaccionar a Jueces y fiscales que le hacen frente. Sobre la segunda y tercera acepción, no hay más que ver como está articulando su gabinete, concentrando el poder en sus manos y en oligarcas como Elon Musk, convirtiendo el despacho oval en un teatrito donde concurren con prensa domesticada, como dos colegas, con hijo de Musk presente, como si fuera una guardería, para explicar que hacen lo que quieren, echan a funcionarios, recortan derechos civiles, inventándose falsas cifras de fraude y millones de dólares sólo reales en su cabeza. Trump ya expresó durante la campaña que envidiaba como ejercían el poder “los dictadores”.

Y no es un secreto su afinidad con el dictador ruso Putin, que ante falsas apariencias de elecciones lleva años en el poder, eliminando opositores, detractores, o todo aquel que le lleve la contraria, y que, casualmente, acaba cayendo de una ventana, un helicóptero, o envenenado con polonio enriquecido…Ahora se permiten el lujo de acorralar a Zelensky y a Ucrania, tratando de quedarse, por un lado, minerales valiosísimos que posee el país invadido y, por otro, entregándole el territorio ocupado sin justificación alguna a su colega de Moscú. Vivimos, de nuevo, tiempo de tiranos. Tiempo de dictadores. No importa que hayan llegado por la fuerza de los votos. Hitler también lo hizo. Lo que está en cuestión es la democracia. Llevamos décadas de desgaste institucional intencionado, y de una incapacidad de las fuerzas políticas democráticas para ver más allá de sus propios intereses partidistas. La ley, el derecho y la libertad ha muerto en EE. UU., pero va camino de caer también en el resto del mundo…

La cosa se está poniendo, como dicen el Nicaragua-hablando de dictadores-, de color de hormiga. El problema es que no hay lugar donde huir… A algunos les sonará un famoso poema, atribuido a Bertolt Brecht pero que fue realmente escrito por el pastor protestante alemán Martin Niemöller:

 

“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera protestar.”

 

Pues eso…