Todos los 25 de noviembre se celebra el Día Contra la Violencia de Género. Se conmemora en Latinoamérica desde 1.981 en honor a las dominicanas Minerva, Patricia y María Teresa Mirabal, tres hermanas que fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por el dictador Rafael Leónidas Trujillo; por ser sus opositoras y porque matar a las mujeres ha solido ser, y sigue siendo en buena parte del mundo, algo fácil que queda en la impunidad. En España en 2018 no estamos muy lejos de esa situación cuando la Audiencia de Navarra ha decretado en junio libertad provisional y sólo condena por abusos sexuales a una panda de perturbados y degenerados que violaron y sodomizaron en grupo a una chica.

Un gran clamor popular en todo el país se ha vivido el domingo pasado, 25 de noviembre, contra la violencia de género. Este año con más indignación que nunca por esa vergonzosa sentencia de La Manada, que muestra la complicidad de determinados estamentos del poder con la ideología machista que se perpetúa y sigue vigente en el siglo XXI. De tal manera que sólo en España van muertas cuarenta y cuatro mujeres por esta causa en lo que va de año, mejor no imaginar la cifra a nivel mundial. Pero parece como si una parte del cerebro de muchos y muchas fuera incapaz de detectar esa anomalía, lo aceptara como normativo y tuviera asimilada la idea implícita ante el maltrato de las mujeres de que “es lo normal, no pasa nada”.

Afortunadamente, muchos miles de personas conscientes, hombres también, no sólo mujeres, se han manifestado en las principales ciudades españolas en un clamor unitario que deja muy claro que la mayor parte de los ciudadanos condena la violencia contra las mujeres; en la misma medida en que la mayor parte de la humanidad condena la violencia contra cualquier grupo o contra cualquier ser humano. ¿Feminismo? Probablemente el nombre que le pongamos da igual; es, en esencia, humanismo y defensa de los derechos humanos. Sea la palabra que sea el concepto es lo que importa.

Hace meses guardé una imagen que me impactó y me encantó. Se trataba de una fotografía tomada en una manifestación feminista en Washington, frente a la fachada del National Archives Foundation, en la que aparece un chico joven que, con una seguridad contundente, levanta una pancarta con una leyenda muy clara: “Real men are feminist” (los hombres de verdad son feministas). Poco después me he ido enterando de que es un slogan que utilizan mujeres y hombres para expresar de manera clara y muy gráfica que la defensa de la dignidad femenina es también cosa de hombres, porque, en realidad, la defensa de los seres humanos es algo que compromete a todos los seres humanos.

Existen violencias visibles y explícitas, como la violación, el abuso sexual, el grito o el insulto, y existen violencias invisibles para el observador, como la desvalorización, el desprecio, la violencia psicológica, el abuso o la humillación

La violencia contra las mujeres sigue muy presente en nuestros días de múltiples formas. El maltrato físico y el asesinato son las formas de violencia más visibles y definitivas. Pero siempre, antes de que ello ocurra, las mujeres son sometidas a formas silenciosas de violencia. Existen violencias visibles y explícitas, como la violación, el abuso sexual, el grito o el insulto, y existen violencias invisibles para el observador, como la desvalorización, el desprecio, la violencia psicológica, el abuso o la humillación. Aunque todo empieza, en la base de la llamada “pirámide del maltrato”, en formas de violencia sexista aparentemente sutiles, como el lenguaje y el humor sexistas, el control o la invisibilización.

Y mientras tanto, en las escuelas se continúa contando a los niños que los grandes males de la humanidad provienen del pecado de la primera mujer, Eva, quien osó morder la manzana. Y se les sigue adoctrinando en un ideario, el judeo-cristiano, que es el origen mismo del machismo en Occidente. Y se les sigue narrando el mundo con la visión misógina y llena de odio a lo femenino de la religión. Y se sigue no sólo permitiendo sino además financiando la religión en la escuela como supuesto modelo de moral, esa misma moral que invisibiliza la violencia contra las mujeres que ella misma exalta y promueve.

Es imperativo en primer lugar, por tanto, si queremos evolucionar y superar esas lacras terribles, el alejar la religión, cualquier tipo de religión, de la escuela pública. Y es imperativo entender que no son los hombres los que generan el machismo, los hombres son tan víctimas como las mujeres de una ideología que busca alejarnos y enfrentarnos. Y es también imperativo tender a una Educación en la que se enseñe la igualdad esencial y la inteligencia emocional suficiente para asumirla y para entenderla. Mientras tanto, miles de gracias a tantos hombres que no se posicionan siendo nuestros carceleros, ni nuestros agresores, ni nuestros amos, sino nuestros compañeros, nuestros cómplices y amigos, porque, como dice públicamente el actor Alan Rickman, no hay nada malo en que un hombre sea feminista, sino, al contrario, es algo que beneficia a todos.