Enfermería o puerta grande. Así de drástica suena la melodía de la política española. El informe de la UCO que cerca a Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo, merma el margen de maniobra de un Pedro Sánchez que cogió aire relativamente en el Comité Federal del PSOE. Aunque de manera relativa, a tenor de las acusaciones de acoso recogidas por eldiario.es y que condujeron a la autopurga de Paco Salazar como adjunto en la nueva estructura de Organización. Superado a tientas el plano orgánico, al presidente del Gobierno se le presenta el momento culmen de la legislatura con un pleno extraordinario en el Congreso sobre la corrupción que ha arremetido contra Ferraz. No sólo la oposición, también los socios esperarán con el cuchillo entre los dientes. De ahí saldrá una fotografía más nítida de lo que pueda venir en el corto plazo.

Sánchez se presentó el sábado en Ferraz con el “corazón roto” por la traición de Santos Cerdán y José Luis Ábalos, pero con la “determinación intacta” para devolver el lustre a las siglas del PSOE y luchar contra la corrupción. Así, anunció una batería de 13 medidas orgánicas para combatir futuras impurezas, empezando por la descentralización del poder en la tocada secretaría de Organización, aunque este punto nació con dificultades tras la renuncia de Salazar por presuntos comportamientos machistas en su entorno laboral. Un problema que extiende la jaqueca que sufre Ferraz desde el informe de la UCO y que hunde entre la maraña de titulares el resto de iniciativas contra la corrupción.

Recoser la confianza

Batería de medidas que, por cierto, exigen desde la coalición. El socio minoritario, Sumar, ya se levantó con el gesto torcido de la mesa de seguimiento del pacto de Gobierno. Los magentas insisten en que es necesario un “giro copernicano” no sólo en cuestiones de la lucha anticorrupción, sino también programáticas de legislatura. En cualquier caso, lo que desde luego no contenta a los aliados son las 13 reformas estatutarias que ha prometido el líder del PSOE, sino que piden algo más transversal. Ni el presidente ni nadie en su gabinete avanza sus líneas maestras en esta materia, pero sí se prevé que este miércoles, en uno de los dos debates monográficos agendado para esta semana en el Congreso de los Diputados, ofrezca a sus aliados algunas miguitas de pan para enfriar el descontento.

Al menos así lo verbalizaba ante los suyos el secretario general socialista, reafirmando su compromiso contra la corrupción tanto a nivel orgánico como “fuera” del Partido Socialista. Pero, de momento, entre los socios no hay atisbo de paz para con el presidente. Tampoco amagos de rupturas. De las patas que sostienen la silla de Moncloa tan sólo se ha descabalgado Podemos, que de primeras rechazó la ronda de contactos encabezada por el propio Sánchez para tomar la temperatura del bloque de la investidura. Los morados están inmersos en su propia guerra de guerrillas, tanto a su izquierda como a su derecha, por la hegemonía del caladero que queda a la siniestra del PSOE.

Dejando fuera de la ecuación a un Podemos que lleva unas semanas ya con el mono electoral enfundado, Sánchez previsiblemente focalizará su intervención en restañar la confianza dañada con Sumar, quien ha gesticulado con mayor vehemencia. Tanto es así que tras la reunión del pasado jueves, los magentas mandaron un mensaje al grupo mayoritario del Gobierno con el ceño fruncido y amagos de dar un paso más allá en sus amenazas si no ven compromiso por parte del presidente. Esa garantía pasaría no sólo por un despliegue legislativo contra la corrupción, sino que también le exigen dar el do de pecho en cuestiones de calado social como, entre otras, la vivienda.

Sánchez lanzó algún que otro guiño en el cónclave socialista, pero para la cabeza visible de Sumar en Moncloa, Yolanda Díaz, es insuficiente. La vicepresidenta segunda, tras escuchar al jefe del Ejecutivo, cree que el PSOE sigue en estado de shock y eso le impide comprender la crudeza de “lo que está pasando”. Insiste en que tienen que “tomar medidas” reales para regenerar “democráticamente” el país, a pesar de subrayar que la ciudadanía quiere que la coalición de socialistas y magentas siga gobernando, pero piden “un giro social” y avances como país.

Quienes son algo más contundentes, dentro de la laxitud que exige el momento, son los independentistas. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se mantiene expectante, aunque ya ha elevado el tono contra el PSOE en el mismo carril que Sumar. No obstante, aún se atan a la prudencia a la espera de determinar si “estamos ante tres” lobos solitarios o, en cambio, se trata de “la Gürtel del PSOE”. En la acera de enfrente, los juntaires encabezados por Carles Puigdemont, suben sus prestaciones y demandan un nuevo interlocutor con Waterloo, así como avances en los pactos que quedan pendientes, mientras no dudan en abrir la puerta a un Partido Popular que ya acepta la realidad parlamentaria del país. Con matices, eso sí.

Será importante también observar el comportamiento del Partido Nacionalista Vasco. Los jeltzales son los que más dubitativos se han mostrado en todo este proceso. No se suman al barco de las demandas de los neoconvergentes, ni tampoco caen en palabras gruesas o amenazas como en Podemos o en menor medida Sumar. Se mantienen en un discreto segundo plano mientras observan el desarrollo de los acontecimientos a la espera de tomar una decisión de calado, aunque sí han mandado un mensaje a navegantes, concretamente a Génova, de que no romperán la alianza hasta que se la corrupción salpique por completo al PSOE. Eso sí, exigen más explicaciones de Sánchez.

Oposición furibunda

Pese a que el foco suele estar en el Sánchez-Feijóo, esta vez, el protagonismo recae sobre los socios. No obstante, no es baladí que en este mismo fin de semana, el Partido Popular ha renovado su confianza en su actual presidente, además de acometer un importante rearme ideológico que llega con varios años de retraso. Los conservadores, al igual que el PSOE, son conscientes de que esta es la batalla final contra el Gobierno de coalición y la estrategia está renovada sin ningún remilgo.

El PP estrenará nueva estructura, con un volantazo a la derecha pese a que Feijóo se empeñe en mostrarlo como un giro al centro. También será aún más duro si cabe con un Sánchez al que dan por amortizado. De ahí se desprenden, a su vez, los movimientos para tomar la temperatura a los socios del Gobierno y arrastrarlos hasta una eventual moción de censura. En cualquier caso, la cara que Feijóo ofrezca el miércoles no variará mucho de la que ha exhibido en sus últimas intervenciones, por lo que el foco real estará precisamente en las alianzas de Moncloa.

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