Los científicos que estudian el agujero en la capa de ozono que envuelve al planeta emiten cada cuatro años un informe sobre su evolución. La semana pasada volvieron a reunirse en Quito (Ecuador) para comunicar al mundo los últimos resultados. Y sus conclusiones no pueden ser más esperanzadoras. Si seguimos cumpliendo los acuerdos para lograrlo, el agujero podría desaparecer en 2060.

La capa de ozono actúa como filtro solar del planeta, evitando el paso de las radiaciones ultravioletas nocivas para la vida en la Tierra. La ausencia de ese filtro estratosférico afecta tanto a los seres humanos, provocando quemaduras y alteraciones del sistema inmunológico, como al resto de la biosfera, donde existen organismos muy sensibles a las radiaciones y con escasa o nula capacidad para eludirlas.  

El agujero fue descubierto en la primavera de 1985 por los investigadores del British Antarctic Survey, quienes lo localizaron sobre sus cabezas, durante una expedición antártica. Dos años después la NASA demostraba que la acumulación en las capas altas de la atmósfera de algunos compuestos de cloro, flúor y carbono, los llamados CFC, eran los principales culpables de la destrucción. En 1991, el agujero alcanzaba ya una superficie de 30 millones de kilómetros cuadrados: tres veces superior al territorio de los Estados Unidos.

Durante los primeros noventa el seguimiento de dicho agujero acaparó la atención mundial. Los informativos abrían sus ediciones con las imágenes de la NASA y las consecuencias en diversas regiones del planeta. En aquella ocasión la opinión de los científicos fue vinculante para los mandatarios del mundo y la ONU respondió con una auténtica ofensiva para salvar la capa de ozono.

En 1991, el agujero alcanzaba ya una superficie de 30 millones de kilómetros cuadrados: tres veces superior al territorio de los Estados Unidos

Así surgieron los compromisos internacionales del Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono (1985) y la firma del correspondiente Protocolo de Montreal (1987) relativo a las sustancias que dañan la capa de ozono, ratificado a día de hoy por 197 estados.

Entre otros acuerdos, y siguiendo la opinión de los científicos, se prohibió la producción y utilización de los CFC y del resto de compuestos halogenados que, como el bromuro de metilo, estaban dañando la capa de ozono. La adopción de estos acuerdos es lo que, en opinión de los expertos, ha permitido la recuperación de la capa y el cierre del agujero.

Este notable éxito demuestra la eficacia de los compromisos internacionales para la protección y mejora de medio ambiente. Algo que debería servir de ejemplo en la lucha contra el cambio climático. El objetivo a corto plazo debe ser cumplir con el Acuerdo de París y acordar un nuevo paquete de medidas para reducir las emisiones de CO2 y contener el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados centígrados, tal y como nos acaba de pedir el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).