Ya dijo Salvador Sostres que siempre que al PP le entra prisa por gobernar se pasa un largo tiempo en la oposición. Quedó escrito en el año 2023 y lo clavó. Lo he repetido hasta la saciedad, si se tuviera que pagar a la SGAE por los argumentos de autoridad, el periodista se habría convertido en uno de mis acreedores. Los que deberían de alquilarle los derechos de autor son los arriolistas que todavía vagan por Génova 13, y tendrían a bien en poner esa máxima enmarcada en cada una de las estancias, como hacía Ciudadanos en una sede ya vacante cuyas paredes forraban con míticas frases de sus referentes. Paradójicamente, de un tiempo a esta parte, los dirigentes políticos en general han dejado de leer la prensa renunciando a llenar sus baúles más llenos de polvo que de ideas, de las ocurrencias en ocasiones acertadas de los analistas periodísticos. Así, víctimas de su propia cámara de resonancia, el eco de sus mismas voces no les deja escuchar.

Eso ha provocado que desconecten de la realidad, olviden a su base de votantes y sus ondas hayan dejado de sintonizar con lo que piensa su electorado. Sin embargo, eso no ha mermado su convencimiento de que en 2027 como tarde llegarán a la Moncloa; me imagino ya a Alberto Nuñéz Feijóo redecorando virtualmente su nueva casa presidencial con unos planos imaginativos, redistribuyendo el piano que colocó Leopoldo Calvo Sotelo, recreando las partidas de billar emulando a Felipe González, consultando a Mariano Rajoy sus proveedores predilectos de gastronomía gallega. Están cometiendo el mismo error que en el pasado: dar por sentado que el sanchismo está muerto y que van a arrasar en las próximas elecciones. Profecía autocumplida fruto de las estrategias esotéricas de Génova. Los mismos gurús que llamaban a Feijóo en la intimidad señor presidente, están masajeando a su jefe para que siga creyéndose victorioso aún fraguando una estrepitosa derrota moral.

Me decía un viejo peso pesado del PP que no le ilusiona su antiguo partido, que lo nota añejo y desgastado. Confesaba su perplejidad ante la prepotencia de Feijóo al hablar en ocasiones como si fuese ya presidente. El problema que tienen los Populares es que no están sabiendo leer la partida, su mayor error es que le tienen una profunda devoción al sistema, no atinan a la hora de proyectar una crítica constructiva al ecosistema político. Hace ya tiempo que no parecen encontrar su hábitat natural, mientras a nivel autonómico el PP mantiene su hegemonía, en términos nacionales no parece estar cómodo y ofrecer un proyecto ilusionante.

Michael Ignatieff sostiene en Fuego y cenizas que el que aspire a gobernar su país tiene que conocerlo. El mayor problema que tiene el PP es que no conoce España. Resulta paradójico que la formación política con mayor estructura y la que tiene una sede en el último pueblo de Finisterre, tenga una desorientación nacional tan grande. En Génova no saben leer nuestro país porque se están olvidando de la España rural, si en épocas pasadas la meseta vacía votaba en masa al PP y al PSOE, ahora prefieren apostar por otras alternativas como Vox ante su profundo descontento con el sistema actual. Uno que parece haber dejado marginado a la periferia, y que ha ardido de rabia al percibir cómo no se ejecutaban planes en la España vacía.

La mentalidad cosmopolita y capitalina del PP nacional ha dejado en evidencia su robusto organigrama municipal. Mientras a nivel regional parecen mimetizarse con el ambiente, Juanma Moreno presumiendo un profundo andalucismo y encarnándose en Blas Infante o Alfonso Rueda entonando el galleguismo con más acento que los del BNG, desde Génova 13 parecen no ver más allá de la M-30. Ese abandono de la periferia es lo que hará que mucha gente vote a otras formaciones en la incomprendida España vacía o provoque que en la otra parte más sentimental de nuestra nación se terminen decantando por otras formaciones que defienden la heterogeneidad patria. No hay una España, sino varias

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