La semana pasada quedó escrito en estas mismas líneas que las canas habían vuelto a la planta séptima de la calle Génova 13 y que, contra lo que todo el mundo piensa, no solo han vuelto las de Esteban González Pons, que a todas luces será el nuevo Secretario General del partido. También están ahí, de nuevo, agazapadas en la sombra, las de uno de los tótems de la política de nuestro país, las del último superviviente de la vieja guardia del Partido Popular, un tipo que forjó su figura en aquella política añeja que todavía se entendía como una carrera de fondo, un veterano galgo afgano que conjuga a la perfección la sabiduría y la experiencia, y que siempre ha sido conocedor de que en este mundo, cuando se alcanza la cima solo existe un camino para no perderlo todo: el poder territorial.

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Javier Arenas (Sevilla, 1957) es el último mohicano de una generación de políticos de otro tiempo, un niño convertido en abuelo que ha sabido adaptarse a la onda de sus nietos. Cuando se pone la lupa sobre su extensa trayectoria se vislumbra a un personaje prematuro, audaz, valiente y resistente, alguien que sabe lo que es tocar el cielo y también besar la lona. Alguien que, gracias a su capacidad de adaptación y al mantenimiento del territorio, ha ido enterrando uno a uno a todos los que le daban por muerto.

Concejal prematuro

Siempre se ha encargado de remarcar que su andadura en política se la debe a Don Manuel Clavero Arévalo. Por él ingresa en 1977 en el Partido Demócrata Cristiano, que luego sería absorbido por la UCD. Aquí marcaría el primer hito de su carrera, convirtiéndose en el primer presidente de las juventudes del partido. Posteriormente, su convicción democristiana le llevó a militar en el PDP de Óscar Alzaga, donde en el año 1983 marcó su segundo hito: un chaval de 26 años se convertía en el concejal más joven en llegar al Ayuntamiento de Sevilla. Ese logro prematuro le costó un apodo que le perseguiría durante muchos años: “El niño Arenas”.

Ya en aquella época aquel niño prodigio dio muestras de su gran olfato para la cosa política y siendo sabedor de lo que conlleva el poder corporativo e institucional, se hace con la portavocía del grupo municipal. Su ascenso en el PDP es fulgurante, en tan solo cinco años consigue la presidencia provincial, la andaluza y es elegido diputado autonómico de Coalición Popular, yendo de número 2 en las listas por Sevilla.

En el año 1987, con la treintena ya cumplida, se postula como candidato para la alcaldía de Sevilla. El batacazo fue sonoro, en la ciudad del Betis aún se recuerda una anécdota que deja claro de qué pasta está hecho nuestro protagonista. Días después del desastre electoral, había gente que se le acercaba a manifestarle sus condolencias por la derrota, entre ellas una vecina de su madre. Cuando lo vio, se fue presta hacia él y le soltó: “Ay, Javier qué pena, yo te voté”. A lo que él respondió: “No mire, no, usted no me votó porque si no mi madre no me hubiese votado, y estoy seguro de que ella sí que lo hizo”. Sin embargo, después de este descalabro, el joven criado en Olvera hizo gala de esa sabiduría política y se replegó, montando un bufete de abogados con Carlos Rosado y Luis Miguel Martín Rubio, entre otros.

Aquella “espantá” al estilo de su admirado Curro Romero apenas duró dos años, porque Javier reaparece con la refundación de Alianza Popular y se incorpora en la ejecutiva de Gabino Puche como vicepresidente regional en Andalucía. Tras el parón, el aún niño Arenas consigue resituarse y volver a acumular poder. En tan solo dos años es diputado por Sevilla, presidente de la comisión de control parlamentario de RTVE, vocal de la Comisión de Justicia e Interior, portavoz del Grupo Popular, coordinador general de comisiones y miembro del consejo de dirección del Grupo Parlamentario. En 1991, con José María Aznar ya de presidente del Partido Popular, es nombrado vicesecretario general de organización territorial del partido en sustitución de Arturo Moreno tras el “caso Manglano”. Este es su primer gran salto a la política nacional, comienza a construirse una voz en Génova 13 e inicia una acumulación de poder importante que marcaría una época.

Los congresos y el Gobierno, siempre desde Andalucía

Ese algo especial de Javier Arenas en los congresos nacionales del Partido Popular, probablemente comenzase en 1993, en el undécimo. Aquel Congreso se celebró en Madrid bajo el lema “Partido de Gobierno” y, cosas de la vida, servía para reafirmar el giro al centro que Aznar le quería dar al partido. De aquella cita en la capital, Francisco Álvarez-Cascos saldría reelegido “General Secretario” y un gallego y un andaluz se alzarían con las dos vicesecretarías generales: Mariano Rajoy y Javier Arenas. El de Olvera se convirtió en el encargado de la acción electoral del partido. Más poder orgánico. Sin embargo, por mucho poder nacional que acaparase, Arenas nunca dejaba de mirar con el rabillo del ojo su territorio, su feudo: Andalucía. Aquel mismo año es cabeza electoral del PP de Sevilla en las elecciones generales y, un mes después, es ungido presidente del PP andaluz.

Tras las elecciones andaluzas del 94, en las que fue candidato, Arenas renunció a su escaño en el Congreso para ocupar su plaza en el Parlamento andaluz. Aquella fue en Andalucía una etapa apasionante en lo político. La conocida como “legislatura de la Pinza”, en la que Arenas puso por primera vez en serios apuros la hegemonía del todopoderoso PSOE-A. En el 95, con él de presidente regional, logra un hito histórico y todas las grandes capitales pasan a ser gobernadas por el PP: Soledad Becerril en Sevilla, Teófila Martínez en Cádiz, Celia Villalobos en Málaga, Rafael Merino en Córdoba…

En 1996, cuando José María Aznar consigue derrotar a Felipe González, premia a Javier con el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Al frente de Trabajo realizó una gestión sobresaliente siendo el precursor del acuerdo sobre pensiones con los sindicatos que se plasmó como continuación y desarrollo de los Pactos de Toledo y consiguiendo en la mitad de su mandato la mayor reducción de las cifras de paro en un año: 289.967 parados menos.

Tras la satisfactoria gestión de Arenas en su cartera, el andaluz llega el año antes del fin del siglo al XIII Congreso celebrado en Madrid con un perfil centrista al haber sido capaz de llegar a pactos con los sindicatos. En ese cónclave Aznar entroniza a su hasta entonces ministro de Trabajo como secretario general tras la salida de Álvarez Cascos. Como escribió aquel día Luis Aizpeolea en “El País”: “Aznar quiere al frente del partido, en estos momentos, a un político con imagen potente, de centro, con capacidad de polémica, al que corresponderá dar respuesta al PSOE y a su candidato, José Borrell”.

Con su nombramiento como hombre fuerte del partido a nivel nacional, Javier Arenas no solo tuvo que dejar su cartera ministerial, sino que también abandonó la presidencia del partido en Andalucía en favor de Teófila Martínez, que tenía como jefa de gabinete a una jovencísima Fátima Báñez que acababa de salir de ICADE, no sin antes dejar como secretario general a un hombre de su confianza como Antonio Sanz. Javier, conocedor de la máxima de que el político de verdad siempre tiene un territorio, dejó a su peón dentro de su taifa. En la adopción de este nuevo rol, el entonces flamante nuevo secretario general no dejó de coger el AVE Madrid-Sevilla, pues cuidaba siempre sus raíces políticas y tenía en el retrovisor a Andalucía. No en vano, en las elecciones generales del año 2000 revalidó como diputado por Sevilla.

En el año 2002, Aznar le otorgó la responsabilidad de gestar el cambio hacia el centro-reformista del PP. Ese mismo año, en el XIV Congreso Nacional el hombre del bigote anunció su renuncia a la reelección y Arenas volvió a salir como secretario general, pero esta vez también como posible sucesor al trono que quedaba vacante. No obstante, en las dos siguientes remodelaciones del gobierno volvió a ocupar un ministerio. En la primera de ellas el de Administraciones Públicas y en la segunda tuvo que dejar la secretaría general para ser ministro de la presidencia y vicepresidente del gobierno tras la salida de Mariano Rajoy, convertido ya en candidato para las elecciones generales de marzo de 2004.

En las elecciones de marzo del 2004, marcadas por los atentados del 11-M, Arenas volvió a ir de cabeza de lista por Sevilla. Tras el descalabro electoral del Partido Popular, nuestro protagonista regresa a Andalucía, donde el día 1 de abril fue proclamado por unanimidad como nuevo presidente del PP andaluz. Al volver al territorio, Javier recolocó las piezas de su tablero particular e introdujo una nueva. A Teófila la mandó de vuelta a Cádiz, a su terrateniente, Antonio Sanz, el hombre que se quedó a guardarle la vez en el partido, lo hizo portavoz en el Parlamento Andaluz, y en uno de esos movimientos marca de la casa, puso el dedo sobre un juez, hasta entonces delegado del gobierno en Andalucía, Juan Ignacio Zoido, alguien que, con apenas 24 horas de afiliación en el partido, se convirtió en el nuevo secretario general del PP andaluz. A esta estrategia de rearme, el general Arenas la bautizó como “El trípode”: Arenas, Zoido, Sanz. Andalucía volvía a estar bajo su mando.

“Jubilas a todos menos a ti”

Arenas sabía del poder que ostentaba, capitaneaba la tierra que más compromisarios posee y supo siempre sacarle todo el provecho que aquello conllevaba. Quizás, donde más claro se vio fue en el Congreso de 2008 en Valencia, cuando el PP andaluz, junto al valenciano, acudieron al rescate de un Mariano Rajoy que se batió el cobre contra Aznar y Aguirre. La fuerza de Arenas fue la encargada de desequilibrar la balanza hacia el lado del gallego. “Nos has jubilado a todos menos a ti”, bromeó Aznar con él aquel día. Otro Congreso del que salía reforzado.

Juan Ignacio Zoido, aquel juez que se convirtió en su apuesta personal, sería candidato a la alcaldía de Sevilla en 2007. En aquellos comicios, saltó la sorpresa, Zoido ganó las elecciones, pero no pudo gobernar. Esa noche, nació una estrella que se puso el mono de trabajo y recorrió cada centímetro de Sevilla. Esa estrella brilló de manera autónoma hasta 2011, año en el que consiguió una incontestable mayoría absoluta, unos históricos 20 concejales que hicieron que gran parte de los detractores que el de Olvera tenía en el partido lo señalasen como el legítimo líder.

Sin embargo, Arenas hizo suya también aquella victoria y prosiguió su camino hasta 2012, año en el que se presentaría a las elecciones a la Junta de Andalucía. Por aquel entonces, se respiraba un ambiente diferente, parecía que por fin iba a conseguir llegar a San Telmo. Esas sensaciones se notaron durante toda la campaña. Javier se recorrió Andalucía de punta a punta, con la ilusión de antaño, con las encuestas de cara, todo era tan favorable que aún resulta inexplicable para muchos la decisión que tomó de no acudir a los debates. Con su brillante oratoria y su experiencia, seguramente hubiese ganado los enfrentamientos de calle y hubiese conseguido sumar ese empujón que le faltó para gobernar. Javier no gobernó, pero consiguió la gesta, aún vigente, de ser el único que ha ganado al PSOE en Andalucía. Pero, como castizamente resumió una veterana militante del partido, “al final tó pá ná”. Aquella noche en la calle San Fernando se pudo ver a un hombre exhausto, con el nudo de la corbata deshecho y las mangas remangadas. Un tipo que salió al balcón y soltó aquello de “hasta aquí hemos llegado”. Con esa frase anunció que se marchaba.  

Cuando Arenas le anuncia a Rajoy que deja la presidencia del partido en Andalucía, todos se giraron hacia una persona: Juan Ignacio Zoido. El alcalde de Sevilla se mostró reacio, pero ante la insistencia de Rajoy y Cospedal llega al acuerdo de ser un presidente transitorio. Mientras tanto, Arenas se repliega en su escaño en el Parlamento andaluz. En 2014, cuando Zoido deja la presidencia, Andalucía se convierte en el campo de batalla de aquella guerra interna que se gestaba en Génova. Javier, al ver que Cospedal y Zoido pretendían que José Luis Sanz fuese el sucesor, llamó a Soraya para hacerle ver que había que dar la batalla. El candidato del tándem Soraya-Javier no era otro que Juan Manuel Moreno Bonilla. Una vez más, Javier gana la batalla consiguiendo que el presidente Rajoy se decantara por Moreno con aquella mítica frase en Granada al más puro estilo Rajoy: “Juanma, tú lo has querido”.

La relación de Javier Arenas con Juanma Moreno viene de lejos, él era uno más de los hijos políticos del padre del centro derecha andaluz. En el año 2000, cuando Juanma Moreno era presidente nacional de Nuevas Generaciones, se cuenta que Arenas, siendo secretario general, no le hizo hueco para ser diputado por Málaga y le ofreció ser diputado por Cantabria, algo que no habría sido posible sin la generosidad de Pamela Hoyos, entonces presidenta de Nuevas Generaciones Cantabria y hoy su directora de Relaciones Institucionales en la Junta de Andalucía. En aquella época, cada vez que Arenas se encontraba con Moreno le metía, con guasa, el dedo en la llaga al hoy presidente de la Junta. A Juanma esta broma le hacía poca gracia. Ironías de la política, años después, es Moreno el que permite a Arenas sacar su escaño en el Parlamento andaluz yendo en una lista de número 4 por la provincia de Almería. Para un hombre que había sido cuatro veces cartel electoral, ir de número cuatro debió ser todo un trago, pero la política, y de eso Javier sabe, a veces, lleva cicuta.

Después de conseguir dejar a Juanma como presidente, Javier se refugia en el PP de Sevilla. En 2017, Javier Arenas se faja en una nueva reyerta, él mueve los hilos en el bando de los críticos, encabezado por una Virginia Pérez que es capaz de ganarle unas primarias a Juan Bueno, candidato de Zoido y Cospedal, es decir, de los oficialistas. Aquella refriega dejó para la memoria la famosa foto de “La Caseta” en la que Javier aparecía en la Feria de Abril rodeado de todo su “ejército”. Aquel viejo rockero seguía sin perder el ritmo.

“Estos niños no duran un café”

Arenas, quizás el animal político con más inteligencia y olfato, no es infalible. En 2018, el hombre del cabello plateado decidió ir al Congreso nacional, a lomos de Soraya Sáenz de Santamaría. En aquel barco también iban a bordo Moreno, Bendodo y Báñez. La historia es ya sabida, el Big Data de García Egea y el afán de Cospedal de morir matando, hicieron que un joven Pablo Casado saliese entronado como presidente del partido. De aquel congreso quedan dos anécdotas. Tras la derrota de Soraya, Javier vuelve a estar en una imagen significativa. En la conocida como “foto de la pizza”. En aquella larga mesa, presidida por Soraya, aparecen entre otros Arenas, Antonio Sanz y Elías Bendodo, el hombre de confianza de Juanma Moreno.

Otra de las historias que dejó aquel Congreso, aunque desmentida por Javier, nos deja claro lo afinado de su olfato político. Aquel mismo día, el periodista Pepe Oneto publicaba en su Twitter que una fuente que iba en el AVE de vuelta para Sevilla le había revelado que Javier andaba despotricando contra “aquellos niños”. La frase casi premonitoria de Arenas fue: “Estos niños no duran más de un café”. Javier salió en Twitter a desdecir a Oneto alegando que iba dirección a Málaga y no a Sevilla.

Javier volvió por enésima vez a su feudo, a maquinar y a seguir en el tajo, no hay descanso para este enfermo de la política. Seguía llamando, reclutando gente para su causa, enemistándose por el camino con los que ya no le servían. Ahora estaba en el mismo barco que Bendodo y Juanma. Esto se plasma en el último Congreso de Sevilla donde, cosas de la vida y de la política, la candidata a la que apoyó en el anterior Congreso, Virginia Pérez, esta vez era la candidata de Teodoro García Egea. En esa ocasión, Javier perdió la mano ante el murciano. Juan Ávila, su candidato y el de Juanma y Bendodo, salió derrotado. Tras este batacazo, García Egea pidió la cabeza de Arenas en forma de acta como senador por designación de la comunidad autónoma. El dúo de San Telmo decide cerrar filas y no dejar caer a Javier. Arenas nunca muere.

En estas últimas semanas, sobre todo en aquella de incertidumbre, noches de encierro en Génova y cuchillos por el aire, había un teléfono en Andalucía que no paraba de sonar. Era el de la persona que mejor conoce el partido por dentro, un niño de canas que volvía a sonreír, alguien que no dejó ni un día de hacer una cosa que es imprescindible en política; escuchar. Tras comunicar tres veces, el teléfono se descuelga. “No, qué va, yo no estoy hablando con nadie. Yo solo estoy hablando contigo porque te quiero mucho”. Eso lo escucharon en el último mes concejales, alcaldes, diputados provinciales, presidentes provinciales y todo el que buscaba orientarse ante el tsunami que venía.

Javier Arenas, el último mohicano, el hombre que siempre planifica al medio o largo plazo y jamás al corto, y por eso gana más que pierde, recibirá en su territorio al “nuevo” PP de Alberto Núñez Feijoó. Y ya se sabe lo que le gustan los congresos.