La historia democrática de España no podría entenderse sin la aportación andaluza. De allí era el ministro de la UCD Manuel Clavero Arévalo, padre de las autonomías; esas que tanto molestan a Vox, o molestaban, antes de tocar plata en Castilla y León. También en el sur nació el presidente del Gobierno que metió a nuestro país en la OTAN y en la seminal Comunidad Económica Europea.

Tan importante ha sido Andalucía, tanto poderío mostró en los albores constitucionales, que fue capaz de crear su propia senda estatutaria. Aquel Pacto de Antequera, por el que once partidos se comprometieron a aunar esfuerzos para conseguir la autonomía plena, y ese 4 de diciembre de 1978 en el que cientos de miles de andaluces inundaron las calles pidiendo, y consiguiendo, no ser menos que Cataluña, Galicia y País Vasco.

Antequera, un municipio del norte de Málaga con más de cuarenta mil habitantes y una fundación antiquísima, ha sido clave, por tanto, en la vertebración nacional, y ahora vuelve a estar en el mapa político de la derecha española. La política no es una gimnasia aséptica, está salpicada de pasión, rencillas y cicatrices mal disimuladas. Asuntos más personales que profesionales y relaciones enquistadas desde la juventud.

Fue el PP andaluz, con Javier Arenas a la cabeza, quien salvó a Mariano Rajoy, en aquel agónico congreso de Valencia, de las garras del PP madrileño. El gallego tuvo una escalera andaluza para subir a la planta noble de Génova. En el próximo congreso extraordinario, que se celebrará en Sevilla en abril, Alberto Núñez Feijóo será elegido presidente. La delegación andaluza volverá a ser decisiva.

Entre el congreso de Valencia y el que se celebrará a orillas del Guadalquivir existen sutiles diferencias. El PP andaluz acude por primera vez a un congreso nacional con el aval no sólo de tener más compromisarios que nadie, sino también con el de ostentar el gobierno de San Telmo. El cambio no es cosa menor, o dicho de otra manera y parafraseando a Rajoy, es cosa mayor. Arenas, aun en su época gloriosa, jamás capitaneó Andalucía, algo que sí logró, contra todo pronóstico, Juanma Moreno. Son días dulces para el barón sureño. Es el que más ciudadanos gobierna y el que cuenta con una mejor valoración en las encuestas, muy por encima de la marchita marca del PP.

Los cambios de poder hay que mirarlos a través de un microscopio. Cuando uno repasa los nombres de los integrantes del COC (Comité Organizador del Congreso), el órgano responsable del partido en este periodo de transición, se da cuenta de que la refundación es sólo un reencuentro. “La política es un proceso de encadenamientos”, dijo Josep Pla. Las canas vuelven a Génova, 13. Las más evidentes son las de Esteban González Pons, pero también se dibujan en la sombra las de Javier Arenas, el padre del centro derecha andaluz, entre otros detalles en el regreso a la escena de dos de sus eternos colaboradores: Juan Carlos Vera y Marilar de Andrés.

Mirando a trasluz, queda claro que cada barón y cada territorio tiene un nombre en el COC. El de Juanma Moreno es Antonio Martín Iglesias, quien fuera jefe de prensa de Soledad Becerril en el Ayuntamiento de Sevilla. Un hombre que se mantuvo fiel cuando la capital cainita y ojanera le daba la espalda al presidente al que hoy aplauden y reciben con honores. Ése es el andaluz de Juanma en el COC, pero: ¿cuál es el de Feijóo? ¿Quién es el andaluz por el que el líder gallego ha peleado para colocar en el comité que organizará su camino hasta la Génova?

Su nombre es Ángel González, es antequerano y comparte provincia con Juanma Moreno y Elías Bendodo. Los tres se conocen desde los tiempos de Nuevas Generaciones y sus relaciones en todos esos años no han sido de café diario, mucho menos de caña los viernes. La cantera del PP de Málaga siempre ha sido vasta y heterogénea, siendo además un territorio clave para esa formación política. El PP malagueño tradicionalmente ha sido un partido ganador y de gobierno. La capital no ha dejado de ser gobernada por el PP desde que Celia Villalobos legó el bastón de mando de la alcaldía a un Paco De la Torre que arrasa sin mancharse. En ese panorama, siendo Málaga una irreductible Galia rodeada de socialistas guiados por el César de turno, la cantera conservadora se cría al abrigo de los gobiernos.

En 1995, un jovencísimo Juanma Moreno era ya concejal del Ayuntamiento de Málaga y presidente provincial de Nuevas Generaciones, cargo en el que le sustituye a partir del año 2000 su inseparable Bendodo. Eran tiempos de congresos de NNGG de Málaga con varios candidatos y muchos pesos pesados apoyando a unos y otros. De aquel barro salió victorioso el actual secretario general del PP-A y consejero de Presidencia. Los jóvenes del PP eran diputados provinciales, autonómicos, concejales de Gobierno... De entre los Fran Oblare, José Ramón “Jota” Carmona, Patricia Navarro, Miguel Ángel Ruiz, Mariví Romero, Pablo Antón y Carmen Casero, tres nombres brillan por encima del resto: Juanma, Elías y Ángel.

Todos ellos tenían un único padre político: Javier Arenas, que siempre había tenido un gran predicamento entre los cachorros. Cuando el de Olvera acabó con el sevillano Eloy Carmona, pensó en Juanma Moreno para sustituirlo. Su paso por la presidencia de la organización juvenil andaluza fue corto, porque Arenas le designó enseguida para sustituir a Pedro Calvo al frente de NNGG nacional, con despacho en la 5ª planta de Génova, quien a su vez había sucedido a Tomás Burgos. Con éste guarda Juanma Moreno una amistad que en la actualidad ha situado al político de Valladolid en la sala de máquinas del gobierno andaluz al frente de la Secretaría General de Presidencia. Tomás Burgos fue Secretario de Estado con Mariano Rajoy, al igual que Juanma Moreno, diez años después de haber dejado la presidencia de NNGG en un congreso pacífico, pero que traería como novedad la primera mujer presidenta de la formación: Carmen Fúnez, decisiva sin pretenderlo en la carrera de González, ya que le presentó a Ignacio Uriarte, quien la sustituyó al frente de los cachorros populares. Actualmente Fúnez también forma parte del Gobierno de Juanma Moreno y Elías Bendodo, dentro del equipo de la consejera de Cultura, Patricia del Pozo.

La vida son detalles y la vida política de Ángel González cambió cuando Uriarte descubrió en ese tipo de más de 1’90 metros, gran aficionado a la zarzuela, valiente y muy leal al partido, según quienes le conocen bien, a un diamante al que pulir.

Pasó entonces de la sede de su municipio a ocupar el despacho de secretario general de la organización juvenil de su partido en el Gobierno. Ese nombramiento fue un cabo suelto en la estrategia férrea de control que tenía Elías Bendodo en el PP de Málaga. No lo habían puesto ellos, nos les debía nada y a partir de ese momento se convertía en un contrapoder a la estructura provincial. Alguien que operaba bajo un paraguas propio. Y si algo le gusta al tándem Juanma/Elías es tener todos los escenarios bajo control. Ni versos sueltos ni autárquicos.

La política local es una gran escuela y ser portavoz del gobierno de Antequera no fue una mala enseñanza. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada, salta a la vista su don de gentes y sus horas de calle. Vera vio desde el primer día en el malagueño a un fontanero, una de esas personas de confianza que no sólo no dan problemas, sino que los solucionan. El equipo de Vera se divide por comunidades autónomas y a Ángel González le había tocado Galicia. Él era la persona que se encargaba de armonizar las visitas de Rajoy a Galicia, coordinándose con Feijóo y su equipo. Fue allí donde nació una relación de confianza que pronto se convirtió en amistad y que ahora, por esas cosas que tiene la política, le ha llevado a ser el hombre fuerte del gallego en Andalucía justo tres años después de haber cambiado a la fuerza la política nacional por la local. Así, pasará de ser presidente del Antequera CF y concejal del Ayuntamiento a reeditar su etapa madrileña, tanto en Génova como en el Congreso de los Diputados.   

Y es que, como el destino es caprichoso y a veces la vida parece escrita por un guionista retorcido, Ángel González, quien después de cuatro legislaturas como diputado no consiguió revalidar su acta en 2019, volverá también a la Carrera de San Jerónimo gracias a la dimisión de Pablo Montesinos, número uno en la lista por Málaga que, en un ejercicio de dignidad, dejó su escaño por lealtad a quien le había puesto ahí, un ya lejano Pablo Casado.