El miedo de la humanidad a las adversidades inventó las divinidades que las hacían más llevaderas, que nos hacían más sumisos al sufrimiento de la calamidad. Hoy, cuando algunos siembran el temor al fin de la historia, los miedos vuelven a asustarnos impulsados por los integrismos religiosos y por esos líderes fuertes y dictadores que minan las democracias sembrando la desconfianza en las instituciones y en los progresos alcanzados.

Desde los avances en la medicina, como las vacunas, a los derechos humanos conquistados para las mujeres, los fabricantes de mentiras esparcen falsedades para desacreditar sus beneficios, subvertir la verdad y culparlos de males inventados como el más reciente aflorado por la encuesta del CIS: las políticas de igualdad empiezan a perjudicar a los hombres.

Esta subversión de valores late también en la revuelta de los propietarios agrícolas contra la transición ecológica, la Agenda 2030 y los objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que ahora recorre Europa y Estados Unidos. El malestar contra las incertidumbres del presente lo utiliza la ultraderecha como combustible para inocular miedo al futuro y un oscuro deseo por volver a las inercias y seguridades de un pasado patriarcal.

Relacionado Qué es la 'Fachosfera', el término utilizado por Sánchez para definir a la derecha española

Los aliados de la causa involucionista son en casi todos los países los mismos: poderes económicos y judiciales no elegidos que mantienen guerras jurídicas contra todas las legislaciones de carácter progresista y sectores integristas de las grandes religiones monoteístas del planeta. La Rusia de Putin, el Israel de Netanyahu, la Hungría de Orban, la Argentina de Milei son algunos botones de muestra de la ola reaccionaria.

Los beneficiarios de la estrategia descrita son la industria armamentista y todas las ligadas a los combustibles fósiles que ríen por lo bajini por las guerras desatadas y el incremento de los precios. El colmo de este proceso terrorífico es la propuesta presentada por  parlamentarios trumpistas en algunos estados norteamericanos para penalizar con cárcel las inversiones con criterios éticos, medioambientales, sociales o de buena gobernanza por parte de los gestores de fondos públicos. Un ejemplo más de ese miedo inducido que nos hace retroceder a la ley de la selva.

Travis Corcoran, el proponente republicano de esta ley en el estado de New Hampshire, se ufana de tener como referente político al argentino Javier Milei y sin el más mínimo pudor y recato presume de castigar la bondad y premiar la maldad a la hora de invertir en bolsa. Si la industria de la pornografía o la de fabricación de armamentos son más rentables que las energías renovables, ¿por qué vamos a dejar de invertir en ellas? se pregunta sin "complejos progres" el malvado político trumpista.

No estamos ante inventadas tramas conspiranoicas, como las que difunden los medios digitales de la fachosfera, nos enfrentamos a una cadena de estrategias planificadas y activadas a escala planetaria por parte de la ultraderecha y sus aliados fácticos.

Síguenos en Whatsapp y recibe las noticias destacadas y las historias más interesantes