En el texto, se define al blog como “un diario o revista que se publica en Internet", añadiendo que las bitácoras personales "a menudo se utilizan para publicar enlaces a archivos, que pueden ser copias ilegales de música, películas u otros ficheros multimedia". Si a esto han quedado reducidos los blogs según la SGAE, no es de extrañar que tengan tantos problemas para adecuar su sistema a las nuevas tecnologías. Ya era escasa la nómina de amigos de los caballeros defensores de la propiedad intelectual entre la comunidad internauta de este país, pero su ataque sin paliativos a uno de los pilares de la web social sigue rebosando un vaso que llevaba lleno desde hace años. Más grave todavía si lo que se pretende es hacer calar esa idea entre los más pequeños. La letra con sangre entra, y la SGAE con inocentes folletos. Deben tomar esta iniciativa convencidos de haber perdido por completo el apoyo de los adultos, por lo que, lejos de reflexionar sobre su postura, actitud o modelo de negocio, han optado por tratar de comenzar desde abajo, por los niños, para que las nuevas generaciones conozcan su verdad.

Muchos en el mundo del cine ya se han dado cuenta de que mantener una lucha contra la evolución imparable de la tecnología sólo les llevará a perder el tren que podría devolver la velocidad a su industria. En la SGAE las puertas y ventanas están cerradas, salvo para la entrada de caudales. Mantienen una cruzada contra Internet, sin darse cuenta que luchan contra molinos de viento. Su modelo es obsoleto, viejo, destrozado desde hace años, cuando la Red alumbró herramientas como Napster, seguidas por Emule, Ares y tantas