La política, en su ideal, es una vocación de servicio público, un compromiso con la sociedad y sus valores más nobles. Sin embargo, las recientes revelaciones dentro del Partido Popular de Madrid muestran una realidad distorsionada, donde el poder y la influencia se han convertido en fines en sí mismos, eclipsando los principios éticos y morales.

Las confesiones, recogidas por ElPlural.com, describen un escenario donde el bullying, la xenofobia y el machismo son moneda corriente. Las fiestas con alcohol y sustancias estupefacientes se utilizan como anzuelos para captar militantes, y la prostitución se menciona como un método para obtener información y manipular a los miembros del partido. Estas revelaciones provienen de hasta nueve personas diferentes, algunas de ellas todavía siguen formando parte del organigrama del partido, todas coincidiendo en haber experimentado o sido testigos de un clima sumamente desagradable.

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En este sentido, uno de los testimonios más impactantes proviene de J.L. -nombre ficticio por temor a represalias-, quien relata cómo se intentó aprovechar de él sexualmente para alcanzar objetivos políticos. "Aprovechando el tirón que tengo entre los homosexuales del partido, se valían de que les gustaba a muchas personas para conseguir más afiliaciones, y también me controlaban", explica. “Me preguntaban por cuestiones personales: una vez me fui de viaje con unos amigos y me empezaron a preguntar por ellos, cuando son personas normales que no tienen nada que ver con la política. Era una forma de espionaje y seguimiento, para asegurarse que nadie sacaba los pies del tiesto”, añade.

“Se estaban intentando aprovechar de mí sexualmente para conseguir sus objetivos”

Una ambición desenfrenada por el poder que llevó a algunos dirigentes a proponer estrategias de captación que incluían el uso de su influencia entre los miembros homosexuales del partido. “Me dijeron que aprovechase esa situación [su orientación sexual para atraer más personas al distrito”, revela J.L., quien inicialmente no entendía que se referían a miembros ya existentes del partido. “Me di cuenta de que estaban intentando aprovecharse de mí para conseguir algo que estaba mal. Y noté que se estaban intentando aprovechar de mí sexualmente para conseguir sus objetivos”, lamenta.

Sin embargo, las propuestas no se quedaron ahí, sino que le llegaron a proponer fiestas con “alcohol y drogas”, con el único objetivo de “atraer a jóvenes” y ganar visibilidad. “El objetivo era conseguir el máximo número de afiliados posibles para hacerse notar, dando igual los métodos. No había ningún límite. Incluso por ejemplo, en el Orgullo, me dijeron que me fuese a Chueca y que los que me siguieran y me hicieran caso, me los trajera para aquí para hacer una fiesta. En el momento en el que vi el rumbo que estaba tomando la cosa, decidí salir de allí”, reconoce este.

La homofobia, aunque no experimentada directamente por J.L., es otro de los problemas señalados: “Conozco gente del partido que sí la ha experimentado, a pesar de la gran cantidad de homosexuales que hay en el partido. Que tenemos que ser de cierta manera por ser gays, como cayendo en muchos clichés, se referían a nosotros como el ejército de maricones para ir a los actos”. “El tono era muy despectivo, y era un poco hipócrita que dijeran ese tipo de cosas y que luego me estuvieran pidiendo que utilizara mis encantos para atraer más gente al partido”, sentencia.

Este panorama sombrío plantea serias preguntas sobre la integridad y los valores del partido. ¿Cómo puede una organización política permitir y, en algunos casos, fomentar tales comportamientos? ¿Qué medidas se tomarán para erradicar estas prácticas y restaurar la confianza en el sistema político?

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