Los que hemos leído y estudiado algo la historia de nuestro país, sin complejos ni mitificaciones, conocemos bien los difíciles equilibrios que nos han traído hasta aquí. También que los nacionalismos, no sólo en España, sino en todo el mundo, nacidos con las primeras revoluciones a finales del siglo XVIII, son fruto de una exacerbación identitaria del peor romanticismo decimonónico, reaccionario y manido. Lo más peligroso de esta excrecencia histórico-política es que no le interesa la verdad ni la historia, sino la épica sentimental, o más bien sentimentaloide, el constructor de una realidad que se crea por oposición a otra. Es evidente que con el proceso catalán hay muchas cosas que se han roto, y difícilmente se van a arreglar, sólo se pueden parchear, pero la pedagogía y la deconstrucción de una aculturación y adoctrinamiento en el odio por oposición a lo español, debería ser prioritaria. 

Es verdad que España no ha sabido hacer un relato de su propia historia, ni restañar sus deudas históricas, cuando todavía hoy, en un proceso de perversa metonimia que es tomar una parte por el todo, la bandera incluyente, la constitucional, parece ser patrimonio de un reducto franquista que se creyó, y sigue haciéndolo, que el país y la bandera es suya. Mal asunto. El PP, principal partido de la derecha, sigue siendo una amalgama complicada en la que los herederos del Régimen de Franco siguen imponiendo su no abjuración de la dictadura y, Ciudadanos, nada demasiado entre dos aguas cuando se tocan los temas de la Memoria Histórica. El PSOE no puede, por más que haya sido leal en la aplicación del expresidente Mariano Rajoy con el artículo 155, que intentar bajar el tono pero Quim Torra, como todos los iluminados, no deja de tensar la cuerda como en las recientes amenazas al gobierno que no pueden ser respondidas más que con una negativa a los “ultimatums”.

El panorama es pues un laberinto. Las imágenes de la jornada para recordar, un año después, el referéndum del 1 de octubre en Cataluña, no dan lugar a dudas. La conmemoración de la nada, de la liturgia de la confusión de una consulta ilegal, sin garantías, elevada a los altares de su nueva épica y mitología.  No van a conseguir, en mi caso, que el 1 de octubre siga siendo la efeméride del voto femenino en España, gracias al esfuerzo y el valor de mujeres que sí deben ser recordadas en esa fecha como Clara Campoamor y Victoria Kent.

El panorama es pues un laberinto. Las imágenes de la jornada para recordar, un año después, el referéndum del 1 de octubre en Cataluña, no dan lugar a dudas

El otro uno de octubre, el santoral impuesto, acabó con nuevas manifestaciones de tensión, aunque en esta ocasión el resultado fue a la inversa. Lo que empezó como un día de protestas pacíficas, acabó con los radicales volviéndose contra el Govern más independentista que ha habido en la Generalitat, porque consideran que han traicionado el espíritu del 1-O y no han desobedecido al Estado español. Resulta curioso porque, en la falta de calibración de lo que supone alentar la violencia, algunos empiezan a ser conscientes que una vez se desata, el odio es indiscriminado.

El llamamiento de Quim Torra a los CDR para que “apretasen” acabó con el asedio del Parlament catalán por cientos de manifestantes que llegaron hasta las puertas, que fueron empapeladas con proclamas y pegatinas amarillas. Habría que preguntarse si, estas manifestaciones no representan ya en sí un delito evidente de incitación al odio, por parte del señor Torra, y si las actividades de los CDR no empiezan a resultar catalogables de paraterrorismo callejero. Los Mossos d’Esquadra fueron llamados “traidores”, “indignos a la bandera que llevaban en el uniforme” y se vieron sobrepasados por los manifestantes que rompieron el cordón policial y tuvieron que refugiarse dentro del Parlament, al otro lado de las puertas que los radicales estaban golpeando al igual que lo ocurrido en otro de los puntos más calientes, la concentración frente a la Jefatura Superior de Policía en Via Laeitana.

Llámenme exagerado, pero el nazismo también ensalzó el espíritu nacional alemán en contraposición al resto, y acabaron, no sólo causando la muerte de millones de personas, sino argumentando en su delirio epopéyico, que lo hacían por la pureza de su cultura, su lengua, su historia…Cuando se construye su identidad en contraposición al otro, sin racionalidad, no tarda en desatarse la cacería. ¿Marcará en guettos el señor Torra, los CDR y los suyos a todos los catalanes que, siéndolo, no sean independentistas? ¿Los someterán a terapias educativas hasta que sucumban que su religión es la única y verdadera como creen todos los profetas que en el mundo han sido? Me temo que nos queda para rato de despropósitos y fracturas.

Sólo espero que, tanto alentar a “apretar” no acabe con alguna víctima mortal que, por supuesto, será responsabilidad del otro. Otoño caliente en el que, me temo, el presidente Pedro Sánchez tendrá que acabar aplicando, de nuevo, el 155, aunque no podrá contar con la lealtad constitucional de los de enfrente. Un capítulo más de esta epopeya catalana de cartón piedra, que nos va a acabar causando más daño a todos.