Chesterton ideó una fábula en la que un policía de Scotland Yard era el jefe de los anarquistas. Nada tiene, pues, de extraño que quien mande en el PP sea Pedro Sánchez. Me explico. Pablo Casado, más que el preboste de un cada vez menos partido de centroderecha, es un Unamuno made in China. “¿De qué se habla, que me opongo?”, saludaba don Miguel cuando entraba en la cacharrería del Ateneo con sus ropas fúnebres y sus lentes de búho erudito. Pablo Casado unamuniza igual, solo que en versión telegénica y pop. “¿Sabéis de qué va a hablar hoy Sánchez?”, les pregunta por wasap a sus consejeros. “Es para poder oponerme con tiempo de sobra”.

Casado es un títere de cachiporra contra el presidente. Traidor, felón, okupa, incapaz, ilegítimo son algunas de las florecitas de pitiminí que le echa. Sin importarle, claro, que con el aumento de su colesterol verbal le peten las arterias a la democracia y las calles se nos conviertan en un Far West (el Congreso ya lo es). Él tiene que demostrarnos que es un tipo duro. El chico vip de Aznar. Por eso revolotea de un micrófono a otro pluriempleado en críticas y escozores.

A Casado, efectivamente, nada le parece bien y todo le sienta mal. Empezó oponiéndose a Saénz de Santamaría. En seguida le cogió gusto a la cosa y ahora ni Núñez Feijóo ni Alfonso Alonso, los cazafantasmas del PP, pueden tascarle el freno. Que se echan a temblar, dicen las lenguas bífidas y anabolenas, cada vez que su jefe cierra los ojos y abre la boca.

Yo creo que, de seguir así, Casado pronto se opondrá a la filosofía esférica de Parménides, a los rollitos de primavera, a las llaves Allen, tan geométricas y cartesianas, al estilo neomudéjar, a Newton y a su ley golpista, a que haya en Madrid una calle dedicada a Concepción Arenal —la pionera verde y galaica de Femen—, al hexámetro yámbico, a la tortilla de patata con cebolla y, como Pedro Duque no se ande con ojo, también se opondrá al segundo principio de la termodinámica y a la mecánica de fluidos en general, que el líder del PP intuye bolivarianísima.

Él tiene que demostrarnos que es un tipo duro. El chico vip de Aznar. Por eso revolotea de un micrófono a otro pluriempleado en críticas y escozores

Pero lo que últimamente solivianta más al Aznarable es que Sánchez haya desempolvado del diccionario el término relator, que lo mismo era ya un arcaísmo en la época de Gonzalo de Berceo, vaya usted a saber, y lo haya difundido como un polen gramíneo e idiomático después de acordar con el Govern que haya precisamente eso, un relator —no un notario, un mediador o una grabadora Olympus, que ahora están de oferta—, en la mesa de partidos catalanes. Sánchez, sin embargo, no sabe a quién escoger para la misión, que lo suyo es tropezar consigo mismo. Modestamente, le sugiero a Funes el memorioso, ese personaje de Borges incapaz de olvidar nada, ni siquiera “las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos”. Un tipo así incluso inspirará confianza al desconfiado Torra y a todos los del bilioso lacito amarillo. Todo sea por encontrar soluciones al problema —político— catalán. “El gobierno tiene que tener un espíritu abierto y generoso”, argumentaba Aznar para justificar sus negociones con ETA, quien, por cierto, ya empleó entonces la figura del relator, como recordaba días atrás este periódico.

En fin, otro asunto que a Casado también le toca sus opositoras narices es que Sánchez nos haya subido el sueldo a los pobres. Se ve que teme que el dinero nos corrompa y terminemos montando una Gürtel con la vuelta de la frutería. Tampoco le ha hecho mucha gracia el CIS de enero (bueno, ni el de marzo, cuando llegue), cuyos resultados no le otorgan al PP ni la medalla de bronce en intención de voto. Ahora, que yo creo que Casado hace bien en recelar, porque, como todo el mundo sabe, Tezanos no cocina datos ni nada. Él llama al Telepizza y se acabó. Por tanto, le recomiendo a Casado que, si quiere información fiable, les pregunte a los chicos del Hola, que esos lo saben todo. A ver si nos aclaran algo a los españoles, hombre. Que estamos más perplejos que Iglesias desde que Casado relacionó a Podemos con el reciente secuestro de tres periodistas en Venezuela. Ya verán ustedes cómo se pondrá el palentino cuando descubra que esos bolcheviques son también los responsables de las monótonas lesiones de Gareth Bale, del declive del consumo de fruta y hasta del malhumor de Helena, esa corista de cancán meteorológico.

Porque un partido políticamente invertebrado como el PP es solo una tribu con miedo, Casado se obliga a menudear sus dadaísmos e insultos, una manera de encubrir la ausencia de ideas como otros se estiran las cuatro hilachas de pelo para tapar la calvicie. El otro día le reprochó a Sánchez que no se hubiera llenado la boca lo suficiente con la palabra “tirano” con que definió a Maduro. Llevaba razón. Tirano es una palabra eufónica, lujosa casi, con esa vocal abierta y ventilada que es como un ventanal neoyorkino y azul en su centro. Tirano es una palabra que exige cerrar los ojos para paladear mejor sus sílabas de caramelo. Y Sánchez, en cambio, la escupió al micrófono como si le quemase la lengua. Está bien que Casado censure la prosodia del presidente. Lo mismo es que en la Rey Juan Carlos le están preparando ya un máster prêt-à-porter en Lingüística aplicada y todo.

España es un país cada vez más confuso y visceral. Y el PP, un partido con tufillo a pensión y a repollo, sin otra ideología que la que le proporciona la izquierda, contra la que reacciona compulsivamente. Es extraño, pues, que Casado no haya arremetido aún contra Errejón, ese Bob Dylan de la neoizquierda que tanto gusta a Adriana Lastra, hasta el punto de ofrecerle un sitio bajo la foto de Iglesias, el Iglesias de bigote socialista y ferrolano, claro, no el de la coleta autoritaria y madrileña. Seguro que a Sánchez se le rieron las tripas con la invitación en plan Open Arms de su vicesecretaria. Pero mientras Errejón da largas al PSOE y Trump y su corifeo entonan un Dies irae de petróleo y miedo en Venezuela —pasándose por la horcajadura a la ONU y el derecho internacional, como debe ser—, el país se nos agrieta un poco más.

Y más se nos agrietará después del próximo domingo, cuando nuestros tres superhéroes de la Marvel visigoda, Casado, Rivera y Santiabascal, griten bajo las narices de mármol de Colón por una España unida, fuera Sánchez, elecciones ya, en medio de un apocalipsis pueblerino de banderas y CO2 patriótico. No sé cómo terminarán estas misas negras. Lo único cierto es que Pedro Sánchez seguirá siendo el lunes, más que nunca, el presidente del PP. España, ya ven, es la mejor novela de Chesterton.