Decía hace exactamente dos semanas en una columna para este diario que en la era de la información podemos estar más desinformados que nunca, porque la ignorancia ha dejado paso a algo peor: la confusión. Y a ello contribuyen, sin duda, los numerosísimos bulos y fake news (noticias falsas) que se están vertiendo diariamente en todas las redes de comunicación social y en diversos portales de noticias con el objetivo de desinformar y de crear corrientes de opinión afines a los ámbitos indecentes y canallas que los lanzan.

No es ninguna novedad; es una herramienta que la derecha neoliberal lleva décadas utilizando. Aunque realmente la táctica del bulo y la difamación es todo un clásico de determinados sectores desde el principio de los tiempos. A Zapatero no le dejaron ni un momento en paz con ataques, maledicencias y patrañas que no dejaron de difundir, a modo de acoso y derribo, con el objetivo de acabar con su mandato. Pero si buceamos un poco en la dictadura franquista y en su política de exterminio, los bulos y las calumnias eran continuos para desprestigiar a sus adversarios, y para  justificar la matanza de demócratas y republicanos. Y siguen en las mismas. A día de hoy esos bulos o noticias falsas se han intensificado hasta límites intolerables, entre otras cosas porque pueden constituir un crimen y porque pueden causar un daño irreparable en la sociedad española.

Pero parece que la indecencia y la canallesca de esta derecha indecente y extrema sigue creciendo y en estos momentos han creado una maquinaria diabólica que pretende difamar y desacreditar al Gobierno y a sus miembros, aprovechando la situación de emergencia sanitaria. De tal manera que está batiendo sus propios récords de bulos, mentiras y desvergüenza. La propia Policía Nacional ha advertido, en una rueda de prensa del domingo pasado, de la reciente aparición de más de un millón y medio de cuentas en redes sociales que difunden noticias falsas para descalificar y vilipendiar al Gobierno y para manipular a la opinión pública creando alarma social; y propiciando una intolerancia y un extremismo en los ciudadanos acríticos (que son la mayoría) que realmente asustan. Porque, parafraseando a Kierkegaard, donde termina la razón empieza el fanatismo.

Una vez más la derecha extrema en todas sus formas (es obvio que ya en España no existe derecha democrática) está dando una nueva lección de perversidad y de obscenidad moral difícil de creer. Están dejando evidencia de que son capaces de cualquier cosa, que España, el virus Covid-19 y los españoles les importan un bledo, que su patriotismo es una pose que disfraza sus turbios intereses; como escribió Antonio Machado en una carta a su amigo David Vigodski, en los momentos duros los “señoritos” españoles invocan a la patria al mismo tiempo que la venden.

Sus aliados mediáticos, que actúan de voceros a sueldo en todos los medios, especialmente en radio y televisión, ejercen de verdaderos terroristas del periodismo que mediatizan con mentiras, con acoso dialéctico y con difamaciones inventadas a una parte de la opinión pública que carece de inteligencia crítica y que se cree sus falsedades. Sin olvidar algunos de esos programas matinales presentados por marujas de extrema derecha que contribuyen a expandir, además de bulos, una realidad paralela construida a su medida y según su ideología.  Aunque realmente la responsabilidad última recae en quienes permiten que esos personajes oscuros formen parte de esas supuestas tertulias que, es obvio, desinforman y confunden al personal; difunden bulos como que hay una UVI móvil en la puerta de la casa del vicepresidente del Gobierno, que el Gobierno guarda ataúdes en unos sótanos, que desatiende a los enfermos, que engaña a las familias, que las instituciones oficiales ocultan el número de fallecidos.

Se trata sin duda de  una organización criminal afín a la extrema derecha que, propagando infundios tiene como objetivo, además de crear alarma social y fanatizar a la sociedad española contra la izquierda y contra el Gobierno de España, la desestabilización política y debilitar a las instituciones. Y así lo  han expresado Enrique Santiago y Martina Velarde, diputados de Unidas Podemos, que llevan ya dos denuncias ante la Fiscalía, para que investigue esta trama criminal que es intolerable en un país supuestamente democrático. No sólo porque es canalla e inmoral, sino sobre todo porque, como digo, es un acto criminal, que, si no lo está, debería estar con urgencia tipificado en el Código Penal.

Sin embargo, a pesar de tanta metralla obscena, la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través del director regional para Europa, Hans Kluge, ha hecho público que están desde este organismo mundial  “profundamente impresionados” tanto por la gestión del Gobierno español de esta pandemia, como por la actuación de las personas que trabajan en primera línea contra el coronavirus, como por la solidaridad que se percibe en los ciudadanos españoles. Supongo que si han tenido conocimiento en la OMS de las actuaciones de la oposición y de la extrema derecha habrán sentido también, como muchos españoles sentimos, una profunda vergüenza. Y de nuevo recurriendo a Karl Popper, creo que es importante recordar y tener muy en cuenta que debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes.