Nos ha dejado Elio Berenyer, conocido internacionalmente como el maestro de la alta costura Elio Berhanyer. De las muchas discusiones sobre si tal o cual disciplina es arte o no, una de las más controvertidas es la de la moda. Hay quien se niega a aceptarla por ser demasiado efímera, según dicen, o comercial, argumento del que, hoy en día, no se escaparían la música, el cine, la pintura ni la literatura y, la moda, quizá refleja más que el resto la sociedad de cada tiempo. Tal vez, como todo, dependa de las manos que creen para ser considerado arte o no y, en España, afortunadamente, andamos sobrados de talentos del diseño. Sin desmerecer a nadie, los tres grandes nombres decanos de la Moda, con mayúsculas, en nuestro país, ahora que se celebra la semana de la moda de Cibeles -que ya no sé si se llama así o no-, son y serán Cristobal Balenciaga, Pertegaz y Elio Berhanyer. Este arranque de la semana de la moda de Madrid se ha teñido de luto con el fallecimiento del cordobés Berhanyer, un genio descreído de la pose de los que lo aparentan, grande de verdad, hecho a sí mismo desde la humildad y la adversidad más terrorífica de una Guerra Civil y una posguerra que sufrió en sus carnes, entre otras cosas, viendo como su padre era detenido, torturado y mutilado, cuando sólo era un niño.

En un país que empieza a ser más de desconocedores que de olvidadizos, el cordobés Elio Berhanyer representaba lo que los americanos llaman El hombre hecho a sí mismo”. Así lo recoge en su libro 'Partir de Cero' la periodista Rosa Villacastín, además de unas vivencias de posguerra plagadas de vicisitudes. Con 17 años se traslada a Madrid y de forma autodidacta se sumerge en el mundo del diseño de moda, comenzando a trabajar en la alta costura a los 27 años, además de colaborar con revistas de la época. A este respecto recoge el libro de Rosa Villacastín la anécdota de cómo antes de entregarse al diseño de moda Elio hizo algunos pinitos incluso en la ilustración de prensa, en la empresa de Miguel Tassara, y en ABC: “Fue entonces cuando se puso enfermo el dibujante de la agencia de publicidad y me preguntaron si quería echarles una mano. Naturalmente, acepté. Había que dibujar un camión de carga para un anuncio de ABC...Yo nunca había visto uno. Me dieron una fotografía, hice mi trabajo lo mejor que supe y les encantó. Hubo después muchos encargos más”.

Su sensibilidad, serenamente apasionada y llena de rica experiencia, nunca fue ostentada con arrogancia para los que le conocimos, sino con generosidad y cercanía

En 1960 abrió su propio salón, razón por la cual Balenciaga, al ver a una clienta suya con diseños de Elio, insiste en conocerlo. Tanto impresiona el diseñador autodidacta cordobés al maestro Balenciaga que le pide que lo acompañe a París para dejarlo al frente de su marca una vez él se retire. Cuenta queBalenciaga insistió, y le contó a Elio la fabulosa oferta multimillonaria de unos norteamericanos que él iba a rechazar -a menos que Elio le ayudase- porque quería retirarse”. Asegura Rosa Villacastín que “Balenciaga murió sin lograr ese deseo. Elio no quiso aceptar el encargo...Le atraían otros caminos”. Esos otros caminos lo llevaron durante los años sesenta y setenta a pasear sus colecciones de alta costura por todo el mundo y a partir del 69 comenzó el prêt-à-porter, donde Balenciaga le anunció el futuro de la moda, presentando su primera colección, que sería distribuida en Europa, EEUU, Japón y Australia.

En 2002 fue nombrado comisario del homenaje nacional a Pertegaz en el Museo Reina Sofía de Madrid y recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entregada por de S.M. el rey D. Juan Carlos I, ahora emérito. Su talento era una sutileza del Arte en movimiento, demostrado año tras año, aunque se le notaba la impronta de otras épocas de criaturas hermosísimas y talentosas de las que ya van quedando pocas y sin relevos. No en vano vistió a mujeres significadas del mundo del arte, el cine y de la vida socio-política, como Ava Gardner, Cid Charisse,  o la condesa de Romanones. También  la reina Sofía, que le tenía en alta estima, confió en sus diseños para momentos históricos de nuestra transición.

Tal vez porque comprendía el valor del conocimiento y de la cultura, que tuvo que cultivar con esfuerzo y de forma autodidacta, su gran pasión, junto con el diseño, fue la lectura. Su sensibilidad, serenamente apasionada y llena de rica experiencia, nunca fue ostentada con arrogancia para los que le conocimos, sino con generosidad y cercanía. Se nos ha ido, y se le ha presentado sus respetos en el Museo del Traje de Madrid, rodeado de los diseños de sus maestros, de los suyos propios, y de sus admiradores. Su aguja es el blasón aristócrata de una belleza que no es de este mundo. Eso nadie puede arrebatárselo, ni la muerte. Reconocerlo sí nos corresponde a nosotros en éste.