Ahora va y dice, en una cadena de televisión belga, el prófugo de la justicia y cesado presidente de la Generalidad catalana Carles Puigdemont, que “en un mundo globalizado no hay problema por presentarse como candidato a las próximas elecciones catalanas y hacer campaña desde Bélgica”.

Está claro que, como decía mi abuela, “cuando un tonto coge un carril, o se acaba el tonto o se acaba el carril”, aunque, en el caso de Puigdemont es muy probable que, por primera vez, y también en esta coyuntura de excepcionalidad histórica, estemos asistiendo a que se acabe el tonto y el carril conjuntamente. Toda esta astracanada, que está haciendo por contraposición un hombrecito al presidente Rajoy,  en comparación, claro, con que en el reino de los ciegos el tuerto es el rey, por seguir con el refranero, sería divertida si no fuese por el daño que se nos está haciendo como país, con su imagen pública, y económicamente, que en lo que llevamos de fiesta hemos pagado a escote lo que los organismos nacionales e internacionales cifran en un punto de PIB, traducido son unos 14.000 millones de euros, y suma y sigue. 

Es curioso que el señor Puigdemont, que es la novia a la fuga de la breve y anticonstitucional República catalana, argumente con la globalización cuando, esa comunidad internacional no le reconoce, ya que está fuera de la ley, su referéndum no fue tal al haber incumplido toda la legalidad vigente y sus garantías, y resulta ridículo apelar a las supra naciones cuando en su caso, pretende constituir una república menor, en un limbo jurídico, económico y geopolítico. Esto que es de Perogrullo hay que seguir contándolo porque hay quienes siguen sin querer enterarse.

Esta “Tocata y Fuga” de Puigdemont no es más que otro capítulo más de la farsa

Todo esto forma parte de esta irrealidad ambiente que vivimos, esta “posverdad perpetua”-y yo fui uno de los primeros en usar este concepto ahora consolidado y en este ámbito del diario digital desde el que escribo, El Plural-, en el que la realidad, la legalidad, la historia, la economía, importan menos que un suflé emocional, artificial y adulteradamente inflado.

Estos señores y señoras que ahora lloran desconsoladamente, bien por haber sido procesados, detenidos, encarcelados, o estar a punto de, o que viven el dulce exilio de Bélgica, y nos hablan de garantías legales, de libertad, de progreso, son presuntos delincuentes a la espera de juicio que se han envuelto en la bandera de Cataluña, prometiendo una Arcadia dorada blaugrana, que ha encandilado a miles, y que escondía la basura corrupta de los nada honorables Pujol, entre otros, de los casos Palau, y el 3%.

El discurso sigue siendo el mismo, el del sueño de la Independencia, el progreso y casi la vida eterna de las religiones, mientras se están cargando el tejido empresarial catalán, la bonanza turística de ciudades como Barcelona, y la prosperidad de un pueblo, y de un país que nunca les robó, como han cacareado, sino que ha arrimado el hombro para ponerlos orgullosos en el escaparate internacional como en las olimpiadas, y que es el pueblo español.

Detesto los nacionalismos; todos. También en el que envueltos en otras banderas de aguiluchos emplumados insultan, a quien sea, imputado o no, con el homófobo calificativo de “maricón”, que no he visto que nadie abra por ahora diligencias contra ellos. También detesto a los monaguillos del credo contemporáneo, los “postverdaderos” que, disfrazados de corderitos, se duelen de las detenciones y hablan de “presos políticos” cuando no tienen arrestos para denunciar a amiguetes suyos que sí pueden apuntarse el triste tanto de tener en su haber a la oposición encarcelada o en arresto domiciliario. Detesto a los tibios, que han dejado pudrir este asunto para ahora aparecer como salvadores de las patrias, y a los que son como el vino que tiene Asunción, que ni es blanco, ni es tinto, ni tiene color.

Puigdemont es la novia a la fuga de la breve y anticonstitucional República catalana

Estoy estomagado ya de la liturgia del absurdo, de la misa de la nada, y que a personas respetables, más o menos, se les anule secciones en radio, televisión y prensa, devoradas por el agujero negro, del pozo ciego, de la callejuela sin salida del asunto catalán.  Miren ustedes, las cosas son muy claritas: Aquí hay una Constitución y hay unas leyes; Hay unos procedimientos, incluso para cambiar la Constitución, de obligado cumplimiento; Quien las incumple, y eso que han tenido más avisos y oportunidades que el platanito, debe asumir las consecuencias.

El problema es que, aunque se haya escenificado la mitología de la Independencia, y se haya presentado como santos coronados del espíritu divino a determinadas señorías, luego la cárcel no es tan incensada y el que no llora desconsoladamente, y dice “yo no sé, yo no sabía”-y eso que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento a menos que seas futbolista o infanta-, pone pies en polvorosa.

Esta “Tocata” (de narices, por no decir otros apéndices) y “Fuga” de Puigdemont no es más que otro capítulo más de la farsa. Dicen los exégetas bien pensantes que es una estrategia de internacionalización muy premeditada, y los más castizos que un acto más de cobardía. Yo que no soy ni una cosa ni otra creo que forma parte de una huida más hacia delante, con las orejeras puestas como los burros, que nos va a hacer caer a todos por el precipicio del ridículo. Con lo fácil y recomendable que hubiese sido hacer las cosas en sus cauces, hay que prefiere llevar siempre el agua a su molino, aunque sea anegando a los demás…Por lo menos, vénganse llorados de casa.