Sana Khouja parece querer ir siempre al contrario de lo que se espera de ella. Cuando cualquier persona sensata hubiera optado por un trabajo bien remunerado y reconocido en una gran corporación, prefirió emprender. Y no solo eso, decidió hacerlo en un mercado maduro y con un producto que cuestiona toda la tradición de uno de los sectores con mayor tradición en España. 

Hemos hablado con ella para que nos cuente cómo se consigue lanzar un vino en lata, “levantar” la inversión necesaria y convencer a un segmento de mercado que se siente muy alejado de esa “tradición”. 

Todo el mundo me decía que tenía que irme a una gran corporación, pero yo sentía que tenía que emprender

Vino en lata

La historia de Zeena, la marca de vinos en lata creada por Khouja comienza con una escena dura. A su regreso de cursar un máster en Estados Unidos, nuestra protagonista sufrió “un ataque de ansiedad y de pánico muy fuerte. Todo el mundo me decía que tenía que irme a una gran corporación, cobrar un pastizal. Pero yo sentía que tenía que emprender”, explica.

La combinación de años de experiencia en desarrollo de negocio y en una bodega en el Priorato, junto a su pasión por el emprendimiento, fueron la base para la “idea feliz” de lanzar un vino que recogiera la tendencia observada en Estados Unidos de utilizar “packagings disruptivos, modernos, con una comunicación quizá más espirituosa y cervecera que la tradicional”. 

Me esperaba mucha crítica y rechazo por parte de la industria, pero han acogido el proyecto súper bien

Dificultades

Por supuesto, el camino no ha sido sencillo. Y eso, a pesar de que la acogida por parte del sector ha sido positiva: “Me esperaba mucha crítica y rechazo por parte de la industria, pero han acogido el proyecto súper bien. Han visto que lo que estamos consiguiendo es hacer más grande el mercado y que no competimos con ellos, que el vino en lata es para un momento de consumo donde la botella no llega. Y lo han aceptado bien”.

A momentos a los que no llega la botella, pero también a públicos que hasta ahora no mostraban interés por este producto. “El consumidor de vino crece a partir de los 30 o 33 años, en función del género. Con la lata, hemos podido anticipar ese consumo y atraemos a esa persona que a lo mejor se decidiría por un combinado o una cerveza”.

Sin embargo, aparecieron otras dificultades. “Yo empecé en pleno confinamiento. Fue muy duro. Asentar las bases de un proyecto a distancia: recibir las muestras de bodegas, hablar con el proveedor de las latas, el laboratorio que tenía que validar y darme la licencia para poder enlatar… Todo desde casa”, recuerda.

Más problemas

A eso se añadió un clásico del emprendimiento: “Levantar los fondos, la fase en la que tienes que convencer a personas, además en la situación económica y social en la que nos encontrábamos, en la pandemia. Fue duro por la incertidumbre en la que todos nos movíamos”.

Aunque la acogida del sector fue buena, también supuso la aparición de problemas: “Un proyecto de este tipo en Reino Unido o en países que no tienen esa tradición del vino, quizá hubiera sido más fácil que en uno en el que hay tanto conocimiento. Hemos tenido muchos ojos fijos en la elaboración, en el método. Ha sido retador”. 

Reconoce que “a la vez ha sido satisfactorio, tiene como más mérito haberlo hecho desde aquí, ver que está funcionando y que desde fuera la gente está viendo que un proyecto español, con vino español y de calidad, se ha lanzado en un envase que hasta ahora no se había utilizado y está conquistando nuevos paladares y nuevos mercados. Esto tiene un mérito brutal”.

También aparecieron otras barreras inesperadas, como “encontrar un nombre. Que parece una chorrada, pero costó muchísimo. A lo mejor estuvimos tres meses bloqueados. Porque esta es una de las industrias y de los sectores más maduros y con mayor número de referencias registradas del mundo”.

Nada que perder

A pesar de todos los problemas, Khouja siguió adelante. “En el momento en que yo me lancé, no tenía nada que perder. Estaba tan convencida de que creía en esto, que no escuché a nadie”. 

Algo que había aprendido de experiencias anteriores: “Ha sido la única de las tres veces en las que he emprendido, que me han funcionado las cosas”. Por eso da un consejo a quienes estén pensando en seguir sus pasos: “Escucharte y no escuchar tanto a la gente. Al final, la respuesta la tienes tú. Confiar en ti. Para mí eso ha sido la clave para que esta vez funcionase”.

Además, señala como una de las claves “ser propietario del know-how del proyecto. Yo no era conocedora del tratamiento de úlceras crónicas en pacientes, ni tampoco de cómo se comporta un niño con autismo”, explica en referencia a sus aventuras empresariales previas. “Ahí no pude explotar mi potencial, porque siempre sentía la inseguridad de no saber de todo en ese campo. Si vas a emprender que sea en algo que conozcas, que puedas sentarte en un coloquio, en una ponencia, en una mesa de debate y defender lo que estás haciendo como emprendedora. Eso te empodera muchísimo”, recomienda. 

Futuro

Ahora, los planes de la compañía son “la apertura de nuevos mercados y la expansión internacional. Hemos llegado a Asia, estamos entrando en Latinoamérica y aquí en Europa y el foco es seguir creciendo en estos tres continentes y también en la gama de productos”. 

También quieren avanzar en sostenibilidad, que “ha sido una de las claves del proyecto desde el principio. Creo que no serlo no tiene ahora mismo sitio en el mercado”. Y en responsabilidad: “Todo el producto que lancemos va a ser consciente en cuanto a perjudicar lo mínimo la salud del ser humano. No deja de ser alcohol. Pero no trabajamos con azúcares añadidos, ni con aditivos químicos. Eso es súper importante para nosotros”.