En El Telescopio nos hemos propuesto informar sobre el impacto que el COVID-19 y situaciones relacionadas con él, como el confinamiento, están teniendo en la vida de las mujeres y niñas. En las distintas entregas, analizamos la violencia ejercida contra ellas, su trabajo, su salud y, en general, los aspectos más relevantes de su vida. Hoy, nos centramos en las mujeres migrantes y cómo la pandemia hace todavía más dura su vida.

¿Qué sería de los sistemas sanitarios sin la población migrante? Probablemente, el caos. “En todo el mundo, […] son la columna vertebral de los sistemas de salud y las economías emergentes —como doctoras/doctores, enfermeras/enfermeros, personal científico y de investigación, emprendedoras/emprendedores, personal esencial, etc.— y se encuentran en primera línea de respuesta ante el COVID-19”, explican desde Naciones Unidas.

Las trabajadoras migrantes pueden tener un acceso limitado a servicios sanitarios básicos

Vulnerables

Sin embargo, también son los más vulnerables ante crisis como la actual. En especial, las mujeres: “Las trabajadoras migrantes, que ya lidian con formas de desigualdad y discriminación interrelacionadas, sufren las restricciones específicas de género de las políticas de migración, pueden tener un acceso limitado a servicios sanitarios básicos sensibles a cuestiones culturales en diferentes idiomas y tienen más probabilidades de sufrir abusos y explotación económica y sexual con medidas de movimiento más estrictas, tanto dentro de los países como en las fronteras”.

Si ya es difícil para ellas conseguir un trabajo, que este sea de calidad roza lo imposible en muchos casos. Según la ONU, “las trabajadoras migrantes tienen más probabilidades de conseguir empleos inseguros en la economía informal, en especial en trabajos esenciales de baja remuneración como trabajadoras domésticas, limpiadoras y lavanderas”.

Sin cobertura sanitaria

La principal consecuencia es que quedan fuera de los sistemas de prevención. “Por lo general, al quedar excluidas de las protecciones sociales y los sistemas de seguros, se restringe o impide su acceso a la atención sanitaria y se produce una pérdida de beneficios de los ingresos y demás redes de seguridad socioeconómicas”.

Algo que impacta no solo en sus vidas, sino en las de quienes dependen de ellas: “Para muchas de los 8,5 millones de trabajadoras domésticas migrantes, la pandemia ha supuesto la pérdida de sus ingresos y trabajos, a menudo acompañada de la desatención de su bienestar, salud y seguridad. La recesión económica ha provocado que las trabajadoras migrantes envíen menos dinero, un sustento para las familias y comunidades de sus países de origen, en especial durante épocas de crisis”.

Los conflictos y las crisis humanitarias mantienen a las mujeres y las niñas al margen del progreso

Crisis humanitarias

La situación es especialmente complicada para las que viven en medio de conflictos armados. “Los conflictos y las crisis humanitarias mantienen a las mujeres y las niñas al margen del progreso, incluidos los derechos de acceso a los alimentos, la educación, la seguridad y la salud en medio del colapso económico y social”, explican desde Naciones Unidas.

Antes de la pandemia, las tasas de mortalidad materna eran ya “alarmantemente elevadas”, según la ONU, “con 300 muertes por cada 100.000 nacidos vivos o más en la mitad de los países afectados por crisis o conflictos”. Una situación que podría agravarse debido a la carga adicional del sector sanitario en estos contextos.

Las mujeres y niñas desplazadas y refugiadas son uno de los colectivos más vulnerables, si no el que más: “En los campos de personas refugiadas, por ejemplo, en los que las condiciones de espacio limitado hacen que el distanciamiento social sea todo un reto, las mujeres y las niñas están más expuestas a sufrir violencia de género al desarrollar prácticas higiénicas en las letrinas o los lugares de distribución de agua”.