El español medio sigue insistiendo en la compra de vivienda y no le falta razón. Los últimos datos correspondientes al mes de marzo son espectaculares con un crecimiento de las compraventas de casi el 26%, porcentaje que precisa de volver a la época del boom (2000-2010) para encontrar una referencia similar. En total se hicieron 59.272 operaciones. Algunos datos apuntan a que en determinadas ciudades como Madrid, Barcelona y zonas de costa estamos volviendo a los niveles de precios, tras los que se produjo el crash de tan nefastas consecuencias no solo para el sector, sino también para el sistema financiero y al conjunto de la economía.

Aunque muchas voces siguen viviendo exagerado el porcentaje de viviendas en propiedad frente al alquiler que se acerca al 80%, frente al 60% que ronda por Europa, sobre todo la más pujante económicamente, hay razones de peso para esta forma de actuar de los españoles y también de otros vecinos mediterráneos como los italianos y griegos, siempre en primeras posiciones en cuanto a propiedad.

Con datos de la oficina estadística europea, Eurostat, se publicaba la semana pasada una noticia muy inquietante: la mitad de las personas que viven en alquiler en España se encuentran en riesgo de pobreza. En nuestro país, el alquiler más que en otros sitios es tirar el dinero. Apenas existe alquiler social y pagar a precios de mercado un alquiler tiene poco sentido frente a la compra ya que con los bajos tipos de interés actuales –todavía permanecen en niveles muy apetecibles- con 1.000 euros de alquiler se puede afrontar el pago de una cuota sobre un crédito de 220.000 euros y a tipo fijo, es decir, sin sorpresas de subida en un plazo cómodo de 20 años. Es fácil hacer cualquier proyección de cuota dependiendo de si se necesita más o menos dinero.

Un ahorro, un sacrificio que permite contar con un patrimonio para hacer frente a momentos complicados. La explicación, a mi modo de ver, de que los latinos seamos más conservadores en la compra de la vivienda obedece a que vivimos en economías más inestables que las centroeuropeas y, con tal motivo, a que la posibilidad de ingresar en las filas del paro a lo largo de la vida son mucho mayores que en las economías más estables y prósperas.

También esta semana se ha hecho público un estudio inquietante, según se mire. Tras un sesudo estudio, el presidente del Foro del Instituto BBVA de Pensiones, José Antonio Herce ha indicado que las pensiones de la Seguridad Social para los «baby boomers» (nacidos entre 1946 y 1964) no van a ser suficientes para que lleguen a final de mes y, si no han ahorrado para la vejez, se verán obligados a vender su vivienda para mantener un nivel de vida aceptable.

Sin pecar de ingenuos, el mensaje de Herce y el BBVA busca que los españoles ahorren para la jubilación, beneficiando los intereses de gestión de la banca. Eso sí, la amenaza de que pueden necesitar vender la vivienda despertará muchas conciencias hasta ahora tranquilas que no se preocupan por el medio y largo plazo, confiados en un sistema público de pensiones que se encamina inexorablemente hacia el recorte.

Pero la otra lectura de este estudio es que afortunadamente existe una parte importante de la población que cuenta con vivienda para poder hacer frente a su jubilación. La vivienda se ha convertido en estos tiempos de incertidumbre en un salvavidas si las pensiones se recortan y existe riesgo de perder calidad de vida. Aquellos que no dispongan de ella tendrán una vejez de estrecheces a no ser que tuvieran mucho patrimonio líquido, vía instrumentos de pensiones. Un argumento de fuerza para que la vivienda en propiedad se imponga sobre el alquiler por goleada.