Los tambores que anuncian una gran recesión cada vez retumban con más fuerza. El fantasma de la crisis de 2008 se cierne sobre las ciudades, vacías de habitantes y se sumerge bajo las verjas de los cientos de miles de negocios clausurados estos días.

Después del ‘coronavirus’, las dos palabras que más resuenan a nuestro alrededor son economía y ERTE. Dos variables que forman parte de una ecuación cuyo resultado no va a gustarnos. Mientras que desde el Círculo de Empresarios se recalca que, en esta ocasión estamos mejor preparados para afrontar un escenario económico crítico y que la crisis que venga será más breve que la anterior, de la que aún no nos recuperamos, la Organización Mundial del Comercio (OMC) advierte al mundo que se prepare para un fuerte impacto.

Según Roberto Azevedo, director de la OMC, “el Covid 19 amenaza las vidas de millones de personas en el mundo, y aunque por encima de todo es una crisis sanitaria, la pandemia también tendrá un inevitable impacto en la economía, el comercio, los empleos y el bienestar” y señala que es necesaria "una respuesta global para una pandemia global”. Pero ¿estamos preparados para afrontar ese ejercicio de solidaridad?

En Bruselas parece que no. Allí, el individualismo se abre paso, acompañado de cierta dosis de proteccionismo económico. Surgen de nuevo las viejas ideas del Estado Nación que ya creíamos desterradas con el surgimiento de la globalización, entre nuestros socios y vecinos. Y es que, la idea de una Europa unida solo es bonita cuando se gana, ¿verdad? Pero, en esta Europa, que integramos 28 estados y que ahora mismo se encuentra arrasada por el coronavirus y con falta de liderazgo político y solidaridad, el panorama no pinta bien.

¿Una dirección común?

Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea han decidido postergar la adopción de medidas y solicitar al Eurogrupo dos semanas más para debatir las propuestas económicas frente a la crisis provocada por la propagación del Covid 19. Dos semanas más para dilatar un ejercicio de empatía para con la ciudadanía. Dos semanas para decidir cuál será la intervención del fondo de rescate de la eurozona; el grado de movilización del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que cuenta con 410.000 millones de euros en capacidad de préstamo; si se emitirán o no los ‘denominados coronabonos’ -que no cuenta con el respaldo de todos los países, desde luego no con el de Alemania y Holanda- o cuál será finalmente la deuda mutualizada de la Unión. Dos semanas más de incertidumbre que ahuyentan a los pocos inversores decididos a arrimar el hombro en estas complejas circunstancias. Dos semanas más de insolidaridad con los países más afectados por la pandemia: Italia y España.

Y de nuevo, he aquí el viejo drama de la Unión Europea, el que siempre nos ha mantenido divididos. La diferencia entre los denominado Estados del Norte, partidarios de la austeridad, y la Ribera Sur de la eurozona, golpeada por las sucesivas crisis económicas, diezmada sanitariamente y solicitante de auxilio. El mismo dilema que protagonizó la última crisis de 2008 y que, sin duda, será clave para afrontar el nuevo escenario que se despliega ante nosotros y que el primer ministro portugués, António Costa califica como “repugnante”.

Mientras tanto los casos siguen aumentando y aquellos estados que decidieron a mirar hacia otro lado o se creyeron invencibles, comienzan a sumar cifras de contagiados y a adoptar medidas de contención para frenar la expansión del virus. Como asegura el director de la OMC hay que tener en cuenta que, ”ningún país es autosuficiente, por muy poderoso o avanzado que esté”. Y es en este punto donde intervienen las estimaciones de la OCDE.

El organismo, considera que cada mes de confinamiento podría restar dos puntos porcentuales del Producto Interior Bruto de 2020. Nos dirigimos hacia una eurozona en negativo. También considera que hay una falta de respuesta coordinada por parte de los gobiernos para salvaguardar a ciudadanos y empresas de la debacle económica. Por ello, el secretario General del organismo, Ángel Gurría, hace un llamamiento a poner en marcha un “plan Marshall global”, en alusión al programa masivo de ayuda que puso en marcha Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial para para paliar los efectos de la crisis económica en los países aliados. La pregunta es, ¿de verdad nos hemos creía el cuento de la globalización? O más bien la crisis generada por la propagación del Covid 19 nos devuelve al mismo punto del que partimos: sálvese quien pueda.