La economía ha pasado a segundo plano en estas reelecciones generales que celebraremos el próximo domingo. El perrito de Albert Rivera, las encuestas públicas y privadas, y la situación de Cataluña junto al gran debate desplazan otros discursos posibles. Y eso, que estamos en un proceso de clara desaceleración económica que es fruto tanto de los vientos internacionales como de la propia inestabilidad política prolongada durante muchos meses.

Casi de forma unánime, la economía ha quedado resumida a los impuestos donde los partidos de derechas y centro derecha proponen rebajas sustanciales, mientras que el PSOE se mueve en un terreno indefinido y los partidos más a su izquierda exigen una subida importante para los más ricos. Propuestas todas ellas difíciles de aplicar. Mantener el actual Estado del Bienestar con todas sus actuales ineficiencias parece complicado con los menores ingresos, lo mismo que meter mano a los más pudientes para los que siempre existen vías de escapatoria tanto internas como en el extranjero. Nadie hace propuestas claras para la situación de desaceleración de nuestra economía que no pase por las oficinas de Hacienda.

Faltan ideas concretas y definidas que escapen de lo puramente anecdótico como la de Más País de acortar la semana laboral a cuatro días (una idea posible pero que debe ir acompañada de un estudio con ventajas e inconvenientes). Tampoco desde las organizaciones sociales se apuntan propuestas de choque para moderar los efectos de una economía que crece menos, consume menos, contrata menos trabajadores y exporta menos.

El Banco de España es el único que está poniendo el dedo en la llaga y de forma contundente. La experiencia nos demuestra que ignorar las crisis es el mejor sistema para hacerlas más graves. El último informe del supervisor recoge un recorte de cuatro décimas al crecimiento de la economía española hasta el 2% para 2019, lejos del 2,3% que estima el Gobierno para el cierre del año. Para 2020 el recorte será de dos décimas hasta el 1,7% y de una décima en 2021 hasta el 1,6%. La institución gobernada por Pablo Hernández de Cos, apunta a que durante el tercer trimestre la economía se ha frenado aún más, después de caer al 0,5% de aumento de PIB en el segundo trimestre frente al 0,7% del primero. Si se confirman las malas previsiones para el tercer trimestre –aún por cuantificar- supondría el menor ritmo de crecimiento desde 2014.

Salir de la incertidumbre política con un Gobierno fuerte y estabilizar el conflicto en Cataluña serían por sí mismos elementos suficientes para hacer más llevadera la desaceleración. Y es que el Banco de España, tras los conflictos por la sentencia del Tribunal Supremo sobre el “procés”, vuelve a ver a Cataluña como un problema para la marcha de la economía.

Las recetas políticas pueden ser las esperadas en otras crisis. El Partido Popular hace gala de sacar a España de la pasada recesión apoyado en las supervitaminas del Banco Central Europeo (BCE). Sus mandatarios se consideran a sí mismos un valor seguro en momentos difíciles, mientras que el PSOE es visto por el mundo económico como una fuerza adecuada más para el reparto de la riqueza que para su creación.

Sin embargo, el resquemor hacia la izquierda para la gestión económica en momentos difíciles ha tenido un contrapunto en Portugal. La coalición de izquierdas se ha mostrado capaz de enderezar el rumbo de su economía y conseguir la confianza de los llamados mercados financieros. No en vano hoy por hoy, Portugal tiene una prima de riesgo (diferencia de tipos entre el bono portugués y el alemán) de 58 puntos básicos frente a la deuda de Alemania y ha reducido esta diferencia en 88 puntos básicos a lo largo del año. La de España marcaba este lunes 66 puntos básicos frente al bono alemán.

El próximo lunes tendremos las respuestas y la obligación de lograr despejar dudas sobre la política española. En una política tan volátil casi como los mercados financieros, las recetas no están escritas ni tampoco quiénes tienen que aplicarlas.