El complicado resultado de las elecciones del próximo domingo lleva a la clase empresarial a ser muy cauta. Ni el bloque de derechas ni el de izquierdas tienen garantizada una mayoría que les permita gobernar. Y ante un panorama tan confuso, los empresarios siempre prefieren guardar silencio, incluso los más dados a mostrar apoyos, casi siempre a los partidos más a la derecha.

La resolución del desenlace electoral no tiene, curiosamente, muy preocupados a los inversores internacionales. Lo que más les inquieta es la ingobernabilidad que podría llevar a un nuevo encuentro electoral. La pasada semana la prestigiosa revista The Economist apuntaba como una buena solución que el PSOE tuviera una mayoría suficiente para gobernar y evitar así una situación de pactos. Pero entre las grandes firmas de banca de inversión no hay pronunciamientos claros, aunque fuera de micrófono manifiestan su inquietud por un pacto entre el PSOE y Unidas Podemos que llevaría a políticas contrarias a sus intereses y, según ellos, a los de toda la economía del país.

Tampoco se ha manifestado una clara preocupación por el auge de la ultraderecha de Vox que en todos los sondeos no le colocan en posiciones de pódium como ocurre en otros países de la Europa central y del Norte. Además no se han mostrado tan beligerantes con la eurozona como ocurre con otros partidos de similar ideario.

Sin lugar a dudas uno de los maestros en el arte de mojarse y dar gusto a todos era el desaparecido Emilio Botín que siempre sabía elogiar al partido ganador, a sabiendas de que tendría que entenderse con él durante los próximos años. Poco importaba que fuera el PSOE o el PP, aunque lo cierto es que con la aparición de nuevos partidos situados más en los extremos, ahora sería más complicado mantener ese fair play.

Su hija y heredera, Ana Botín, lanzó durante la pasada Junta de Accionistas del Banco Santander un mensaje contundente en el que olvidó a propósito citar el sujeto: “En economía todos sabemos lo que funciona y, sobre todo, lo que no funciona”. Una frase aparentemente enigmática pero que tiene una fácil lectura de crítica a políticas de gastos e impuestos excesivos frente a la puesta en marcha de medidas liberalizadoras y más austeras. Es posible que quepan más interpretaciones, pero estas palabras provienen de la presidenta de uno de los mayores bancos del mundo.

Hay empresarios más pequeños mucho más directos a la hora de manifestar sus opiniones políticas. Santiago Satrústegui, presidente de la firma financiera Abante Asesores aprovechó una rueda de Prensa para apuntar de forma taxativa que “La izquierda no sabe gestionar la economía”. Aquí ya no caben muchas dudas y de un plumazo descarta unas opciones políticas, apoyando de forma indirecta a sus adversarios.

En el mundo empresarial reina el silencio, aunque sí es cierto que entre los fichajes estrella de estas singulares elecciones se ha colado el empresario Marcos de Quinto en apoyo del proyecto de Ciudadanos y con un claro mensaje de echar a Pedro Sánchez de la presidencia del Gobierno. La historia de empresarios metidos en política es ya una cuestión diferente como los políticos metidos a empresarios en las llamadas puertas giratorias que tanto indignan a la sociedad.

Pero siempre surgen dudas cuando los empresarios se manifiestan sobre política. Sin ánimo de vetar ninguna opinión, su privilegiada situación ¿les faculta para poder defender unas opciones sobre otras? ¿Pueden hablar de salarios o pensiones, por ejemplo, personas con sueldos estratosféricos y jubilaciones millonarias que percibirán cuando se retiren? ¿Viven realmente la realidad del país en que el trabajan y la conocen lo suficiente como para lanzar propuestas económicas contundentes más allá de lo que afecte al sector en el que operan?