Teresa Ribera, líder española y europea en la lucha contra el cambio climático y la transición energética, ha defendido este jueves una estrategia ambiental compatible con la salvaguarda del poder adquisitivo de la ciudadanía. La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha llamado a no caer en los extremos y obviar a las personas, que deben estar siempre en el centro de cualquier debate y ser la principal preocupación de cualquier política y actuación pública.

“Lo que para muchos resulta la gran amenaza, la previsión de un fin del mundo en caso de no actuar, para otros es contestado preocupado con la sensación de que tampoco se puede llegar a fin de mes”, ha reconocido. “Por tanto, de que manera conciliamos esa preocupación legítima por como evitar los impactos próximos con la otra de cómo evitar que se materialice el fin del mundo en forma de un cambio climático no controlado es imprescindible”, ha presentado Ribera durante la jornada Energías Renovables y territorio.

Esto, desde luego, “no es un debate sencillo”. Así lo ha reconocido la ministra, cuya pretensión es que la lucha contra el cambio climático sea consensuada y aceptada socialmente. Actuaciones que tan solo exigen a las clases trabajadoras, mientras los adinerados disfrutan de los mismos beneficios independientemente de la situación climática, alejan a la población de la comprensión de la importancia del abordaje de la situación. Esta responsabilidad, la de no cargar solo sobre las espaldas del ciudadano común las actuaciones, es de los representantes públicos.

“En algunos sitios se ha decidido decantarse por un extremo o por otro. Olvidarse de la agenda de la transformación y el sistema energético, recuperar el denostado impuesto al sol, o bien, decantarse por todo vale porque es tan prioritario y urgente que ni pregunto”, ha relatado la vicepresidenta. No obstante, ha dejado claro que desde el Gobierno de coalición, y más concretamente desde su departamento, “ninguno de los dos enfoques es visto como correcto”. “Debemos ser capaces de integrar las visiones que valoren y equilibren razonablemente todas las perspectivas”, ha instado.

En definitiva, el humanismo en las políticas públicas debe estar presente en todos los ámbitos. “Cualquier cosa que hagamos, también desde la perspectiva de las políticas ambientales, no ha de olvidar nunca que hablamos de personas”, ha trasladado. No obstante, volviendo a su ámbito ha considerado que el avance es simultáneo. “Las personas primero y eso significa invertir en cuestiones ambientales porque si no es imposible que las personas tengan presente o futuro. Cualquier actividad económica e intención de seguir facilitando presente y futuro para nuestra sociedad, debe tener presente la cuestión medioambiental”, ha defendido.

Trabajo conjunto para una “necesidad obvia”

Ribera ha mantenido el tono conciliador que esboza habitualmente y durante su comparecencia ha pedido colaborar, en todas las instancias, para enfrentar a una necesidad que considera “obvia”. El foco ahora, que ha liderado en Europa junto con Nicolás González, apunta a la transformación del sistema energético, a la par que se busca nuevas maneras de conseguir acceso a “energía para todos, de forma estable, predecible, a costes asumibles e incorporando el empleo de los recursos de proximidad de los que disponemos”.

Recorrer este camino, ha defendido la ministra, no es tan solo beneficioso en materia climática. “Podemos reducir nuestra dependencia del exterior”, que tanto daño ha hecho a países como Alemania con la guerra de Ucrania, y “liberar recursos para otras cosas, proveer bienestar para los hogares, para los usos industriales y para usos económicos”, ha destacado. Una menor dependencia exterior en materia de energía, de la mano de las renovables, beneficia a todos los ámbitos de la sociedad, desde el económico (ahorro e inversión), pasando por el social (abastecimiento), y hasta llegar al medioambiental (reducción de emisiones).

Adentrar esta senda y luchar contra el cambio climático es, por lo tanto, “una de las obligaciones más relevantes de nuestra generación” y debe abordarse con la combinación de “la responsabilidad institucional con la personal y la empresarial”. Esto, urge más si cabe, en un momento en el que ya se ha superado más de un año con temperaturas medias 1,5 grados por encima de la era preindustrial, es decir, por encima de lo que se establecía como objetivo común en el acuerdo de París.

“La manera en la que poder conciliar un debate social, ambiental y económico es capital. El modo en que nos fijamos como poder incorporar aquello que se convierte en un objetivo imprescindible para pensar en las personas primero, debe contar con las personas de hoy para poder estar seguro de que es bien recibido y cuenta con limitaciones y aprovechamiento de oportunidades consensuadas”, ha zanjado la ministra.