En estos tiempos de inmediatez el balance del trimestre en las inversiones es obligado. Curiosamente, la Bolsa española ha subido en estos meses y lo ha hecho con mayor vigor que el resto de plazas europeas después de muchos años de aparecer siempre en el furgón de cola. La culpa la tienen los valores bancarios y el peso que estos tienen en un mercado como el español falto de valores industriales en comparación con sus homólogos europeos.

Ahora bien, esta misma pujanza que impulsa a los bancos, la subida de los tipos de interés, es la que está haciendo mella en los mercados de bonos que recogen pérdidas en torno al 7% en el trimestre del año en su referencia del bono a 10 años. Si cree que este dato no le afecta, mire a su alrededor por si acaso es propietario de un fondo de renta fija que incluye estos valores en su cartera. Estos fondos están cayendo después de un mal 2021 y no cabe esperar mejoría a lo largo del año si la inflación sigue esa tendencia de desmadre que nos llevó a cerrar marzo en el 9,8%, niveles no vistos desde 1985.

Los mercados de bonos han estado totalmente dopados por los bancos centrales. No sólo han mantenido sus tipos al cero por ciento, sino que además, tanto el BCE como la Reserva Federal Estadounidense (FED) se han dedicado a comprar cuantos bonos hiciese falta para mantener los tipos bajitos. Un dopaje que era permitido con inflaciones muy pequeñas pero que ahora es difícil de justificar. La FED ya ha elevado tipos y el BCE tendrá que hacerlo a lo largo de 2022 cuando todos los analistas esperaban los ascensos en 2023.

Por tanto y aunque no quieran, la política monetaria debe endurecerse elevando los tipos de interés para frenar la inflación. Eso supone más pérdidas para los bonos. Europa pondrá fin a los programas excepcionales de compra, aunque mantendrá todavía algunas adquisiciones, mientras que los estadounidenses están dispuestos a cerrar el grifo a estas adquisiciones. El mercado de renta fija funciona de la siguiente manera: si los tipos de interés suben, los bonos emitidos anteriormente deben ajustar su rentabilidad al alza perdiendo valor y de ahí salen las minusvalías.

El experto en mercados financieros y estadístico, Juan Ignacio Crespo cuantifica estos movimientos en tipos y las pérdidas generadas. “Desde que el Tesoro español empezó a emitir deuda a plazo de 10 años, los respectivos primeros trimestres de 2021 y 2022 han sido, por ese orden, los peores en cuanto a caída de precio y consiguiente subida de las rentabilidades: en el primer trimestre de 2021 ésta pasó de 0,05% a 0,31% y en el primer trimestre de 2022 ha pasado de 0,58% a 1,51%. Actualmente, el bono se mueve en torno al 1,46% de rentabilidad.

En Estados Unidos la cosa aún es más grave, simplemente porque su ciclo va adelantado. Crespo  apunta que “el inicio del año 2022 para la deuda pública de EEUU es probablemente el peor de la historia conocida. Midiéndolo por el índice de Barclays para los bonos, las pérdidas acumuladas en solo tres meses ascienden a 6,9%. Si fuéramos a compararlo con un año entero, el siguiente peor año habría sido 1994, con -2,9%”.

Cifras que dan cuenta de la magnitud del problema. Los años de tipos bajos han llegado a su fin. Las advertencias de esta crisis en la deuda eran habituales en el mundo del dinero. Pero la llamada burbuja de la deuda fue aplazando año tras año hasta que ha surgido el detonante de una inflación desbocada que ya no permite más malabarismos de los bancos centrales. Solo la mejoría de la inflación pondrá fin a las pérdidas en los bonos. Y lo menos agradable de este pronóstico es que la subida de los precios solo tendrá fin cuando las economías se desinflen y dejen de crecer, amén de arreglar los problemas de las cadenas de suministro de productos y se relajen  los costes energéticos. De momento, solo queda esperar más pérdidas para los bonos y todos los productos que invierten en ellos.