La economía nos va ofreciendo nuevas expresiones que es obligado conocer y saber cómo nos pueden afectar para –en la medida de lo posible- hacer lo más conveniente a nuestros intereses. Se popularizó la prima de riesgo, las preferentes, de tan ingrato recuerdo, y ahora toca un nuevo término como es la estanflación que significa que la inflación crece, o sea, que los precios suben con fuerza, mientras las economías no crecen.

Dicen los manuales al uso que esta situación de fuerte inflación y nulo o bajo crecimiento se ha reflejado siempre en la evolución de los tipos de interés en lo que se conoce como la curva invertida. En este tipo de curva, los tipos de corto plazo están más altos que los de largo plazo y anuncian la llegada de una recesión económica. Actualmente, en Estados Unidos –referencia mundial del mercado de bonos- hablaríamos de una curva aplanada. Por ejemplo, los tipos a 2 años en la principal economía mundial están en el 1,90%, mientras los de 10 años se sitúan en el 2,14%... apenas hay diferencia. Un movimiento que suele anteceder a esa inversión de la curva que habla de recesión económica: en vez de crear riqueza, se destruye.

Por otro lado, tenemos la inflación desbocada en Estados Unidos con el 7,9% como último dato, mientras en España rondamos el 7,6%. Niveles que, aunque presionados por la subida de la energía no serán tan fáciles de bajar como en un principio preveían las autoridades monetarias. Además, con el conflicto de la invasión de Ucrania en ciernes, las cosas no harían sino complicarse aún más si se prolonga en el tiempo. Según indica Ben Laidler, estratega de mercados globales de eToro, los riesgos de estanflación van en aumento. El BCE acaba de recortar sus perspectivas de crecimiento económico para este año, hasta el 3,7%, y ha elevado su previsión de inflación, hasta el 5,1% para el conjunto de países ligados al euro (eso sí, cada uno con sus diferencias).

Pedro del Pozo, director de inversiones financieras en Mutualidad de la Abogacía, apunta que un escenario de chechenización del conflicto de Rusia con Ucrania (poco lógico pero posible en una guerra de insurgencia)  "la economía tendría más difícil su vuelta a la normalidad", aunque "al final, habría una cierta adecuación de los factores de producción", y advierte que "los bancos centrales verían así más difícil la lucha contra la inflación. Con ello, el peligro de estanflación ganaría enteros", indica.

En este escenario no deseable, Del Pozo apunta que  "los mercados financieros alternarían fases de euforia con momentos de depresión. La renta fija estaría sometida a presiones muy fuertes [...] y, sobre la renta variable, sería muy difícil establecer su evolución. Los sectores más cíclicos sufrirían aún más con la inestabilidad inherente a la incertidumbre", concluye. Mientras, Ben Laidler  opina que el aumento de la inflación, y la consiguiente subida de los tipos de interés, reduce las valoraciones que los inversores están dispuestos a pagar por las acciones. “Esto ha afectado más a los segmentos tecnológicos más caros del mercado este año. Por otra parte, el menor crecimiento económico y el aumento de los costes de los productos pueden mermar los márgenes de beneficio. Esto ha hecho que los sectores de consumo discrecional, como el de la automoción, el textil y el comercio minorista, sean algunos de los que peores resultados han obtenido este año”.

Además, las previsiones sobre crecimiento de los beneficios de las empresas han bajado de forma sustancial. Por ejemplo, los valores que forman el índice europeo Stoxx600 aumentaron sus ganancias en un 60% el pasado trimestre. Sin embargo, las expectativas de beneficios de los inversores para este año ya son bajas, con sólo un +6%. Los márgenes de beneficio están cerca de niveles récord y han resistido hasta ahora el aumento.

Pero la prueba de fuego de la estanflación para los mercados se vivió en la década de los setenta. Los ganadores relativos fueron las materias primas, los activos inmobiliarios y los "activos defensivos" con poder de fijación de precios, como la atención médica, los servicios públicos y los productos básicos de consumo. El software sería un buen segmento tecnológico defensivo. Los perdedores en las bolsas fueron automóviles, bienes duraderos y hardware tecnológico. Los bancos también se ven afectadas por una curva de rendimiento de bonos más plana.

Solo queda confiar en que no se reproduzdan esos horribilis setenta para la economía y los mercados donde el petróleo jugó un papel clave con la crisis energética, aunque estamos lejos de la subida que se produjo entonces. Los analistas calculan que un shock del crudo como aquel solo se produciría con un barril de petróleo por encima de los 200 dólares. Pero, afortunadamente, en estos cincuenta años el peso del crudo en el conjunto de la energía ha caído.