La psicología y la economía no son ámbitos tan alejados entre sí como a priori pudiera parecer. La primera estudia los mecanismos mentales que rigen los actos, el deseo y la necesidad, mientras que el ámbito de estudio de la segunda se basa en el consumo, la satisfacción del deseo y la necesidad y las consecuencias derivadas de este intercambio entre el binomio necesidad-dinero.

Desde luego, la felicidad se ha venido situando históricamente como meta ulterior del ser humano, meta que la sociedad de consumo ha convertido prácticamente en inalcanzable generando nuevos deseos y necesidades de consumir. La felicidad ha pasado de ser un concepto etéreo, espiritual y personal a una meta que se alcanza a través del consumo y el materialismo. No obstante, esa felicidad materialista ha sabido maquillarse en los últimos años vistiéndose de psicología positiva, autocuidado, Mindfulness, etc.

El cuidado personal, la psicología positiva y el optimismo exacerbado han pasado a transformar esa felicidad de una meta alcanzable a una meta utópica y autoimpuesta que pasa por el consumo para ser feliz, según este nuevo mantra implantado en el subconsciente de la sociedad de consumo el manido dicho de que “el dinero no da la felicidad” queda completamente desbancado.

La idea de esta psicología positiva para conseguir personas satisfechas y realizadas incurre en un serio peligro de generar una espiral obsesiva en busca de la felicidad y la autorrealización hacia una meta que nunca se alcanza puesto que, de acuerdo con lo planteado con el sistema, cuanto más feliz se es, más felicidad se necesita, esta línea es la que expone el doctor en psicología e investigador de la Universidad Camilo José Cela, Edgar Cabanas, junto a Eva Illouz en su libro Happycracia.

El bienestar psicológico y la paz mental se han convertido en la promesa mesiánica de la felicidad, miles de personas se apuntan cada año a esas Escuelas de felicidad, asisten a cursos de meditación o Mindfulness y adquieren libros de autoayuda para alcanzar esa paz mental a menudo prometida y apenas conseguida.

Ante el estrés y la ansiedad a la que la población se haya constantemente sometida, nacen pseudofilosofías que se asemejan más a religiones sectarias que a una forma de vivir la vida. Una nueva religión que trae consigo a sus propios gurús prometiendo una vida plena y libre de ansiedad, arrastrando a miles de adeptos ante esta promesa de libertad.

Sin embargo, lo que no queda claro es si estas recetas mágicas para alcanzar la felicidad funcionan o por el contrario es un desembolso inútil que si genera algún tipo de felicidad sin duda se trata de un placebo. Lo que sí que resulta incuestionable es la enorme rentabilidad económica de esos libros de autoayuda llenos a menudo de promesas vacías.

La rentabilidad económica de la felicidad es bien conocida por aquellos mesías de la felicidad, basta con observar que hasta 15.000 creyentes se congregan para ver una conferencia de Deepack Chopra, el doctor hindú de moda en Estados Unidos que predica el pensamiento positivo desde la década de los 80 y llega a cobrar por conferencia hasta 10.000 dólares. De esta forma, no se puede decir que los gurús mientan, consiguen la felicidad, pero a costa del dinero de sus creyentes.

‘El Secreto’ para ganar dinero

Probablemente el libro de autoayuda más célebre del mercado, El Secreto ha llegado a embolsar en la cuenta de su escritora, Ronda Byrne, la friolera de 200 millones de dólares. El precepto del libro es simple: "Puedes atraer lo que desees con el pensamiento. El universo se encargará de que se cumpla tu sueño"

Actualmente, el libro se ha convertido en la gallina de los huevos de oro de Byrne, vendiendo más de 10 millones de ejemplares. De esta forma quizá los lectores no hayan encontrado aún el secreto para ganar dinero, aunque visto el caso de Byrne, tampoco es que exista ninguno.

Este fenómeno mundial de la felicidad lleva tiempo echando raíces en España. La autoayuda facturó en 2021 casi 28 millones de euros (sin contar las ediciones de bolsillo), de un total de algo más de 236 millones dentro de la categoría no ficción. Es decir: representa un 10% de la industria editorial. A la luz de estas cifras no hay duda de que la autoayuda se erige como un negocio sumamente lucrativo.

Las redes de la felicidad

En esta sociedad hiperconectada que a menudo giran en torno a la autoimagen construida a través de las redes sociales, la felicidad cobra más importancia. La mayoría de los usuarios de estas plataformas dejan entrever una vida perfecta jalonada de momentos felices y sonrisas radiantes construyendo una imagen completamente desligada de la realidad.

Este optimismo exacerbado genera un efecto en espiral y ayuda al sistema a generar nuevos hábitos de consumo con respecto a la industria de la felicidad. Infinidad de anuncios y spots publicitarios anuncian sus productos con sonrisas y momentos agradables, además de vender la promesa de ser feliz gracias a la adquisición del producto anunciado.

La felicidad, tal y como está actualmente enfocada, no deja de ser una dictadura y una imposición, si no se es feliz o no se busca serlo, lo más probable es que se relegue a alguien al margen porque ¿Quién no quiere ser feliz? A luz de lo expuesto parece que los únicos que la alcanzan son los gurús de la autoayuda y los sabios de la felicidad, ya que en pleno capitalismo el dinero puede no dar la felicidad, pero sin duda la hace más fácil.