La historia siempre se repite. Aunque parezca una de las frases más manidas de la historia -valga la redundancia-, lo cierto es que lo sucedido siempre puede volver a suceder. Y para ejemplos, basta con remontarse a dos de los acuerdos más llamativos -y quizá polémicos- de la última de las épocas que nos encontramos. Uno en 1790 y el otro, en pleno 2020.

Hay una diferencia de más de 200 años, pero hoy en día este episodio histórico está más vivo que nunca gracias al teatro: Muchos estadounidenses siguen peleando a día de hoy por conseguir una entrada para ver el musical de moda, Hamilton. La demanda es tal, que en algunas ocasiones han llegado a pagar una cifra superior al millar de dólares por una butaca.

Basado en la vida de uno de los padres fundadores de Estados Unidos, representa sobre las tablas la biografía de un hombre visionario que luchó por un principio de igualdad que empezaba por sus propias oportunidades y siguió por una política justa que llevase a la unión y al entendimiento. Y todo esto al son de un beat hip-hopero con actores y actrices racializados.

1790: El año del milagro económico

Pero, ¿qué paso en 1790 tan importante como para incluirlo dentro de un musical de éxito? Muchos economistas han catalogado la situación actual de un “momento hamiltoniano”, haciendo referencia a cuando Estados Unidos pasaba por una enorme crisis tras la guerra de Independencia, y al primer secretario del tesoro de la nación, Alexander Hamilton, se le ocurrió una idea que revolucionaría la economía de todo el país para luego salvarlo. La unificación de deuda de las -por aquel entonces- 13 colonias se dispondría como una herramienta federal que constataría una de las pocas soluciones viables de la recuperación económica norteamericana.

Virginia, dentro de los estados del sur, se opuso fervientemente a la medida. El conflicto llegaba cuando el estado reflexionaba acerca de que un estado con una economía estable tuviese que solucionar los problemas de otros estados, que aun partícipes de la misma contienda, veían notables diferencias en su participación y disposición de medios.

Thomas Jefferson, que a términos teatrales podría configurarse como la némesis de Hamilton, fue uno de los rostros que se opuso a la medida. George Washington, presidente de los recién formados EEUU, advirtió al tesorero: Si no encontraba la forma de convencer al Congreso acabaría destituido. Finalmente, la encontró, y empezó a formar uno de los sentimientos nacionales de unión más fuerte que caracterizaría su vida y gran parte de los ideales americanos.

Ahora, en 2020, se encuentran paralelismos con esta historia. La crisis sanitaria que se vive a causa del Covid-19 ha desencadenado un caos económico en el que todos los países han sufrido perjuicios, sin embargo, el golpe no ha sido igual para todos. Mientras que Italia y España han salido gravemente dañadas de esta crisis, hay otros cinco nombres que se han opuesto a la medida: Austria, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos y Suecia.

Si bien Jefferson no entendía por qué se debía salvar a estados que no habían sabido gestionar sus propios recursos, Mark Rutte hacía lo mismo hablando del primer ministro italiano, Giussepe Conde. Con desencuentros respecto a la rebaja de al edad de jubilación o el uso del gasto público. Los intermediarios, pacientes a la espera de un acuerdo que resulte beneficioso para todas las partes, podrían ponerse en las pieles de George Washington, Angela Merkel y Emmanuel Macron.

Estas similitudes se vuelven de carne, hueso y música en la obra (ya disponible en España a través de la plataforma Disney +), y gracias a las interpretaciones de actores tan reconocidos como Lin-Manuel Miranda se vuelven tan lúdicas como realistas. Es ‘Cabinet Battle #1’, uno de los temas que abre el segundo acto del musical, que enfrenta el enfoque insolidario de Jefferson contra el espíritu de ayuda de Hamilton.

Como si de una batalla de gallos se tratase -de hecho, la inclusión de estilos musicales contemporáneos es uno de los secretos de su éxito-, Jefferson entona frases que refuerzan su posición (“Si la deuda es de Nueva York, ¿por qué debería Virginia arreglarlo? ¡Oh! Nuestras deudas están ya pagadas, me temo”), mientras que Hamilton, visionario aunque incomprendido para su tiempo, rapea por la mutualización de la deuda (“¿por qué no lo entiendes? Si somos agresivos y competitivos la unión recibe un impulso. ¿Prefieres que sea un sedante?”).

Frases y beefs muy aplicables a la política europea -exceptuando que Hamilton recrimina a Jefferson su falta de problemas económicos por basar su modelo de producción en el esclavismo, claro-, que finalmente no ha necesitado el consenso que tuvo que conseguir el que es ahora rostro de los billetes de diez dólares para poder llegar a un acuerdo histórico.

Alexander Hamilton, en el ojo de la política europea

Si algo tuvo claro en su vida Hamilton es que la unión hace la fuerza, y parece ser que su idea federalista no tuvo un mal desenlace. Eso sí, hay otros nombres contemporáneos como Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea, que se oponen al paralelismo histórico en una carta escrita el pasado mes de junio: “Ese endeudamiento acumulado no es fruto de una guerra librada conjuntamente contra un enemigo común, sino de políticas nacionales distintas”. Por ello, aclara que la situación de unos Estados Unidos recién nacidos era mucho más sencilla de afrontar que la europea por una razón de antigüedad. Los años han atestiguado la diferencia entre pueblos, y para Borrell asemejarlo de cualquier modo carecería de sentido.

Sea como fuere, si hay algo que Hamilton puso sobre la mesa de modo atemporal es que la unión hace la fuerza. El que fue un episodio clave para la reconstrucción y formación de una de las que se conformaría como potencia mundial años después, haciendo que la idea federalista del tesorero se convirtiese en una pieza clave en futuras propuestas para solventar posibles crisis. Aunque puedan tener orígenes y contextos distintos, parece ser que la oportunidad histórica que han decidido tomar los gobernantes del continente viejo es lo que más les acerca a ser los Estados Unidos de Europa, un concepto que apoyaba el mismísimo Víctor Hugo. Por cierto: La adapción de su obra cumbre ‘Los Miserables’, curiosamente, inspiró el musical de marras.