Dos acontecimientos explican el fuerte empuje de la Bolsa española en este comienzo de la semana: la victoria del demócrata Joe Biden y el anuncio de la farmacéutica Pfizer sobre una vacuna con un 90% de efectividad. Lo de Biden –si me permiten el apunte- da un poco lo mismo ya que si hubiera ganado el polémico Trump las Bolsas lo hubieran recibido igual de bien. Todos los analistas coincidían en que era indiferente quién ganase las elecciones para que las Bolsas mundiales se pusieran a subir.

La vacuna contra la pandemia de la Covid-19 en plena segunda ola con un triste dato de aumento de número de defunciones sí que tiene enjundia. Y más cuando el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ya habla de repartirla a 10 millones de españoles. La Bolsa española, la peor del mundo desarrollado, -todavía registra un desplome anual del 20%- ha brincado con fuerza y con razón. Una economía dependiente del turismo y, por tanto, de los movimientos libres de las personas tiene en la vacuna una verdadera salvación a sus males.

Pero en estos primeros compases de la recuperación, si se cumplen los calendarios de aparición de la vacuna, resultan muy curiosos. Casi un paradigma de lo acontecido es que la firma fotovoltaica Solaria, la reina del mercado en este año fatídico esté bajando su precio. Y eso que una victoria de Biden la empujaba, dada la apuesta del candidato demócrata por las energías verdes frente a un Trump amante del fracking y que ha llevado en su mandato a  su país a liderar la producción de petróleo.

Este primer movimiento de los mercados que puede prolongarse durante muchos días, es una simple reacción entre lo más castigado y lo mejor que ha ido en el año. No hay más análisis ni horizonte. El dinero sale de lo que más subió y se refugia en lo que más cayó. Y ahí están esperando los bancos para beneficiarse de esta fiesta junto con Telefónica o la petrolera Repsol. ¿Han cambiado los fundamentales de las empresas, hay ahora expectativas mucho más positivas sobre el sistema financiero o la evolución a largo plazo del mercado petrolero o de unas telecomunicaciones cuyo negocio apenas registra crecimiento? Pues no. Todo sigue igual.

Es cierto que en el caso de Repsol sí que hay más argumentos para el alza si se van recuperando los consumos de petróleo con más actividad económica y menos confinamiento. Pero en los bancos, por ejemplo, los tipos de interés seguirán bajos y ahí está pendiente un aumento de la tasa de morosidad que en mayor o medida, seguro que acabará creciendo. Por ello, el mercado se ha limitado a buscar “los chollos” con la única reflexión de quién ha sido el más perjudicado.

Cabe esperar que entre los que han entrado tarde y los que aún no se han enterado, este movimiento alcista se alargue durante unos días más, en perjuicio de las acciones que más subieron en el ejercicio y donde los inversores más rápidos deshacen posiciones y recogen los frutos ganados. Este mismo movimiento ha podido apreciarse en los bonos que han visto también salidas de dinero después de las ganancias obtenidas con la subida de sus precios y la caída de sus rentabilidades a lo largo del año.

Después de este primer movimiento de las Bolsas que podríamos calificar casi de automático, habrá que volver a analizar la situación de las distintas compañías así como la evolución de la vacuna y su reflejo en la marcha de la economía. Para todo ello, aún es pronto. No sería una mala estrategia en unos pocos días ir contracorriente y volver a comprar lo que más ha subido en el año, ya ajustado por las últimas jornadas y, por tanto, más barato. Pero, de momento, no seré yo pájaro de mal agüero. ¡Qué siga la fiesta de los perdedores!