En la primera semana de este mes de noviembre se iba a producir la mayor salida a Bolsa jamás vista: la firma fintech (finanzas y tecnología) china Ant Group iba a pedir al mercado 37.000 millones de dólares. Ni el estreno de su matriz Aliababa –dedicada al comercio electrónico- ni la de la petrolera saudí Aramco superaban esta cifra. Pero dos días antes de su estreno con casi todo el pescado vendido, las autoridades chinas argumentaban la necesidad de nuevas regulaciones sobre las fintech y daban al traste con la operación.

Las cifras de Ant Group son muy llamativas con más de 700 millones de clientes, liderando los pagos electrónicos en la red y con un voluminoso volumen de créditos personales y entrando ya en el tema de la gestión de patrimonio, al ofrecer a su clientela productos de inversión.

La mayor fintech del mundo. La hipotética amenaza a la banca tradicional convertida en una realidad de millones y millones de yuanes y dejando en ridículo a la gran banca pública china. El mismo temor que surge en Occidente con la posibilidad de que un Apple, Amazon o Google se lanzase al mundo financiero y arrancase buena parte de su negocio a la banca tradicional. Las autoridades chinas han impedido su salida al mercado, frenando en cierta medida una mayor expansión del grupo de la hormiga.

Comprendiendo las dificultades de la banca tradicional para logar rentabilidad en un entorno de tipos cero o negativos, las entidades españolas han cogido un camino intermedio entre fintech y banca presencial que implica sacar de sus entidades a los clientes que no sean rentables. Toda suerte de trabas para que esas personas vayan poco a poco abandonando unas entidades que les cobran por los servicios más básicos como mantener el dinero en cuentas corrientes o depósitos sin remuneración por la vía de las comisiones. Además, les dificultan cualquier operativa que quieran realizar en la sucursal (si es que no la han cerrado y les obligan a andar unos cientos de metros en búsqueda de la que queda, atestada de clientes que deben hacer largas colas).

Este comportamiento de la banca española tiene algo de inmoral. En tanto y cuanto han sido el conjunto de españoles el que con sus impuestos les han permitido salir a flote o alcanzar una mayor cuota de mercados al quedarse a precios testimoniales con las cajas saneadas por el Estado. Pero, bueno, comprendo que este argumento no tocará la fibra sensible de las entidades, empeñadas siempre en que eso del rescate bancario no ha ido con ellas. En fin.

Además, creo que esta estrategia está totalmente equivocada. Más que nunca la banca debe forjar lazos estrechos y personales con sus clientes.  Ayudarles en tiempos complicados, asesorarles con honestidad en sus inversiones, fidelizarlos a través de un trato humano tengan en ese momento una mayor o menor capacidad de ingresos. Creo que la entidad que lo haga estará más preparada para sobrellevar los retos que en el medio plazo afectarán a las entidades financieras.

Y ese reto no es otro que una fintech como la china Ant Group. Empresas tecnológicas con un gigantesco músculo financiero y con unos costes bajísimos y sin ningún tipo de rémora. Si las legislaciones acaban impulsando estas fintech y, sobre todo, las hipotéticas de las temidas tecnológicas estadounidenses, la banca tradicional puede sufrir mucho e, incluso, desaparecer si no tiene un cliente fidelizado y satisfecho al que den un trato personalizado y único.

La pasada semana Renault Bank (filial de la firma automovilística) sacaba al mercado una cuenta corriente con una rentabilidad del 0,65% y un depósito a un año con una TAE del 1%. Todo ello sin ningún tipo de comisiones ni gastos adicionales. Un competidor inesperado para la banca tradicional con unas condiciones que ninguna entidad es capaz de igualar o mejorar. El buen trato, la confianza, el asesoramiento podrían ser el único argumento para no subirse al coche de Renault.