Francisco Camps ha vuelto. Catorce años después de su dimisión como president de la Generalitat Valenciana, el exlíder del Partido Popular ha anunciado oficialmente su regreso a la política con la intención de presidir de nuevo el PPCV. Lo hizo el pasado 9 de julio de 2025, en un acto en el Palau Alameda de València, rodeado de antiguos colaboradores como Sonia Castedo y respaldado por simpatizantes que aplaudieron cada frase de su discurso. "Nadie me da lecciones de lealtad. He estado callado 15 años", afirmó Camps, en uno de los momentos más significativos de una intervención en la que se presentó como la figura capaz de “reunificar” el partido y devolverle las mayorías absolutas.

La reaparición de Camps se produce tras su absolución en mayo de 2024 en la última causa pendiente del caso Gürtel, que durante años lo mantuvo en el centro de la polémica judicial y política. A pesar de haber sido declarado no culpable, su legado sigue generando debate, no tanto por su situación legal como por el recuerdo de una etapa marcada por los macroproyectos, el despliegue mediático y las conexiones empresariales que acabaron salpicadas por múltiples condenas a personas de su entorno. Hoy, Camps asegura que vuelve con la conciencia limpia y con la experiencia suficiente como para “aglutinar” a un electorado que, según él, sigue valorando su gestión.

El contexto en el que se produce su anuncio no es baladí. La Comunidad Valenciana vive una etapa de desgaste político bajo el liderazgo de Carlos Mazón, actual presidente autonómico y del PPCV. La gestión de la DANA de octubre de 2024 y sus consecuencias sociales han erosionado el respaldo al gobierno autonómico, alimentando una sensación de crisis interna. En ese clima, Camps no solo ve una ventana de oportunidad, sino también lo que considera una obligación moral: "He estado 15 años sin decir una palabra. Ahora creo que puedo aportar desde la lealtad y la unidad", repitió en varias ocasiones durante su intervención.

Las reacciones en el seno del partido no se han hecho esperar. Carlos Mazón optó por una respuesta templada, asegurando que Camps “siempre va a tener su respeto, haga lo que haga y diga lo que diga”. Sin embargo, en otros sectores del PPCV el regreso ha sido recibido con evidente incomodidad. Juanfran Pérez Llorca, secretario general del partido, declaró que el movimiento le parecía “inoportuno” y que el PP no está para “revanchismos ni aventuras personales”. Las palabras de Llorca evidencian que la candidatura de Camps reabre viejas heridas y genera tensiones internas que podrían desembocar en una guerra de poder.

El propio Camps trató de evitar un enfrentamiento directo. Prometió “integrar a todos, incluido a Mazón”, y aseguró que su propósito no es dividir, sino construir. A su favor juega una encuesta de NC Report que le atribuye un 25 % de apoyo directo entre los votantes del PP valenciano, y un 12,8 % de intención de voto en caladero de Vox, lo que sugiere que su figura todavía conserva un capital político nada desdeñable. Además, su discurso apunta a los grandes ejes que marcaron su etapa en el poder: la defensa del agua, la gestión de grandes obras y un relato de liderazgo fuerte y cohesionado.

Más allá de la contienda interna, el regreso de Camps interpela al electorado valenciano. ¿Es su vuelta una segunda oportunidad para quien nunca fue condenado por corrupción, pero sí estuvo rodeado de ella? ¿O representa un paso atrás que puede reabrir los fantasmas de una etapa superada? El PP, que aspiraba a consolidar un proyecto renovado bajo Mazón, se encuentra ahora ante un dilema: asumir el retorno de un liderazgo del pasado o enfrentarse al riesgo de fractura. Mientras tanto, la izquierda observa con atención una posible batalla fratricida que podría debilitar al adversario.

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Francisco Camps durante un acto. Archivo.

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