Ernest Maragall, el ganador de la últimas elecciones barcelonesas que no supo ser alcalde, ha confirmado esta semana que aspira a repetir como candidato por ERC. La rueda de confirmaciones de aspirantes a la alcaldía de Barcelona ha comenzado a girar. No se esperan grandes novedades, aunque excepto el caso de Colau, ninguno de los candidatos podrá dormir tranquilo hasta el cierre de las listas. Todavía hay candidatos en busca de una candidatura que los acoja, como el ex consejero Santi Vila, y no faltará muy probablemente el outsider de turno. El entorno del ex presidente del Barça, Sandro Rosell, un independentista low cost, ha ido goteando en diversos medios sus reflexiones sobre la oportunidad de presentarse.

Ada Colau ya está en campaña para la reelección, enfrentada al gobierno de la Generalitat y al gobierno central como mandan los cánones del buen alcalde de Barcelona; de momento por el precio del transporte público y la ley sobre vivienda. La alcaldesa se enfrentará a las urnas con la bandera de la transformación de Barcelona en una ciudad sostenible y habiendo rectificado en la práctica uno de los eslóganes fundacionales de Barcelona en Comú (la negación de los grandes acontecimientos como motor de proyección) tras apoyar la candidatura de los JJOO de Invierno de 2030 y haber obtenido la sede de la Copa América de Vela de 2024.

Jaume Collboni sigue siendo el alcaldable del PSC y lo seguirá siendo de no dar el PSC con un mirlo blanco de última hora (extremo difícil por las posibilidades reales de acceder a la alcaldía)  o con un dirigente bien colocado que aspire a cambiar de silla. Maragall cuenta con el apoyo de la dirección de ERC para enfrentar las primarias, aunque los republicanos ya demostraron el valor de las primarias al saltarse el resultado de la últimas para colocar precisamente al ex consejero de Educación. La decisión sobre Elsa Artadi (muy alejada en los sondeos que sitúan casi a la par a Colau, Maragall y Collboni) se tomará en cuanto Junts se reordene en el inminente congreso.

Y luego está la media ciudad descontenta con el actual consistorio, agitada por el  autoproclamado establishment que busca desde hace años un candidato que no encuentran. En los últimos comicios creyeron haber dado con uno, Manuel Valls, sin embargo el ex primer ministro francés abandonó el consistorio sin mayor logro que haber hecho alcaldesa a Ada Colau. Ahora el nombre es Sandro Rosell, el ex presidente del Barça que salió airoso del cerco judicial que sufrió entre 2016 y 2020 y que le llevó a la cárcel más de dos años antes de ser juzgado y absuelto por la Audiencia Nacional de las acusaciones de blanqueo de comisiones relacionadas con el presidente de  la Confederación Brasileña de Fútbol. También quedaron en nada el caso abierto por el fichaje de Neymar y el de las acusaciones de espionaje presentadas por Mediapro.

Rosell se lo está pensando seriamente y decidirá en septiembre. Instalado en su masía ampurdanesa ha confesado a su círculo de confianza que ser alcalde es el gran sueño de su vida y seguramente debe estudiar el fiasco Valls y el fracaso de Joan Laporta, quien también intentó la aventura política tras perder la presidencia del Futbol Club Barcelona CF. Laporta pasó sin pena ni gloria por el Parlament (2010-2012) y por el Ayuntamiento de Barcelona (2011-2015) de la mano de candidaturas minoritarias del independentismo.

El ex presidente del Barça tiene capacidad financiera propia para enfrentar una campaña y tiene necesidad de pasar factura a los sectores sociales y mediáticos que le abandonaron estentóreamente  en su penosa travesía judicial; lo que no tiene es ningún partido que le espere con los brazos abiertos ni parece ser que él este interesado en concurrir con ninguna sigla de las existentes. Rosell procede de un ámbito familiar inequívocamente convergente pero actualmente esta familia política está en declive en la política catalana. De presentarse necesitará crear una plataforma ciudadana y empresarial como lo intentó Valls quien acabó chocando con la consistencia electoral de ERC, los Comunes y el PSC.

Por si acaso decide presentarse, Rosell ya se apuntó a la larga lista de quienes se sienten victimas de una conspiración y persecución judicial del estado por ser quien es. En una entrevista con Jordi Évole en La Sexta expuso la tesis de la conspiración contra su persona por haber puesto la senyera en la camiseta del Barça, por haber dejado que la Vía Catalana del 11 de septiembre de 2013 pasara por el Camp Nou o por haber fichado en su día a Neymar. De todas maneras, Rosell es un independentista emocional de los que huyen del riesgo de las consecuencias de la secesión, una tipología muy habitual entre el soberanismo. Lo explicó sin tapujos hace unos años en la SER. “Votaría “sí” a la independencia”, dijo y remató “pero (de ganar) me iría de Cataluña al día siguiente”.  A continuación advirtió que de triunfar el “no” se quedaría en Cataluña. Todo un eslogan de campaña.