La pregunta es directa y tal vez algo brutal: ¿respeta Albert Rivera a Juan Marín? Respuesta rápida para los improbables lectores que anden con prisa: si lo respeta, no lo parece. El líder andaluz de Ciudadanos tiene un problema que, desde fuera, todos vemos. El problema se llama Albert Rivera, o más exactamente el modo en apariencia despótico con que el líder nacional del partido trata a su hombre más valioso en Andalucía. Con los líderes secundarios de los partidos en su relación con los líderes primarios pasa como con la justicia: si esta no solo tiene que ser imparcial sino que además debe parecerlo, aquellos no solo deben ser respetados por sus jefes sino que además debe parecerlo. Y en el caso de Rivera con respecto a Marín no lo parece. Sencillamente, no lo parece en absoluto. Así lo ve todo el mundo desde fuera. Ahora bien, aquí lo crucial es, primero, si lo ve Marín, y segundo, si lo ve Rivera. El líder de Ciudadanos es un hombre que ha subido muy deprisa, casi milagrosamente, y todavía no está claro que sea capaz de gestionar esa vertiginosa ascensión. Se dice que muchos de los agraciados con un premio gordo en los juegos de azar luego no son capaces de administrar con prudencia su buena suerte. ¿Será ese el caso de C's? A Ciudadanos le tocó un buen pellizco en las andaluzas, otro tanto le sucedió en las municipales y ahora sueña con que en las generales le toque el premio gordo de tener en su mano la llave de la gobernabilidad del país. ¿Dilapidará Rivera esa pequeña fortuna? La conducta del líder catalán con su subordinado es más la de un señorito andaluz tratando a su capataz con displicencia que roza el desprecio que la propia de alguien que aspira a ser pieza clave en la gobernación del Estado. No es que Rivera sea un señorito mandamás y Marín un capataz que apenas decide nada: es que lo parecen. Lo parecen tanto que todo el mundo empieza a creer que es así. Rivera desautorizó sin contemplaciones a Marín en la negociación de la investidura de Susana Díaz y lo ha hecho de nuevo en relación a la comisión de investigación sobre los cursos de formación y la conveniencia o no de que comparezca en ella la presidenta Susana Díaz. Podemos e IU han actuado en esto con mucha más inteligencia con que lo está haciendo Ciudadanos. Da la sensación –desagradable sensación– de que Rivera fuera sobrado, que es una de las cosas que jamás perdona la gente. Y mucho menos a alguien cuyo timbre de gloria era precisamente la sencillez, la sinceridad, la ausencia de doblez y de recámara. Ya ha tratado dos veces a Marín como a un empleado que no cumpliera diligentemente sus órdenes. ¿Lo hará un tercera?