Viernes, 8.30.- Dos de las ciudades más chovinistas del planeta, Sevilla y Madrid, vienen con defecto de fábrica: no hay playa. La policía filtra todas las salidas/fugas al mar esta mañana. Se lo tenían que haber mirado antes. Como Sánchez con la pandemia.

Viernes, 8.31.- La desescalada de las segundas residencias apesta a pijos con jerseys anudados al cuello y alpargatas en la arena. Y a pellizco comparativo. Como cuando eras interna y los fines de semana no venía nadie a recogerte. Ese desamparo de atardecer en los patios vacíos del colegio que teníamos las niñas de las primeras y únicas residencias.

Viernes, 8.48.- El supremo confirma la condena a Convergencia por el saqueo del Palau y los sobornos. Diez años, mínimo, demostrados de robos y financiación criminal. El titular viene dado: El saqueo de Más. Y pensar que para salir del estercolero se reinventaron como meapilas independentistas. Yo, le verdad, hubiera preferido que siguieran siendo meapilas. Pujol, qué grata nostalgia.

Viernes, 9.12.- Geles hidroalcohólicos en vez de agua bendita, tal vez confesiones por guasap, tal vez bodas por call conference, la paz sea contigo por señas, sin tanto mariconeo. Dios va a salir muy escaldado de este ateísmo de virólogos. El cura de la parroquia de los tiempos adolescentes se hacía el moderno y nos repetía: Dios es cojonudo, Dios es cojonudo! El drama de perder clientela.

Viernes, 10.10.- Un camión modernísimo y de grandes dimensiones se detiene al lado de los contenedores de basura de mi urba, con potentes luces amarillas de señalización. Se baja el conductor con un mando que maneja los resortes de un poderoso robot de brazos articulados. Con una precisión aséptica, va embocando uno a uno los contenedores de vidrios o plásticos, según sea la cosa, en el vientre de la ballena. Es música de ciencia ficción hecha carne, con su uniforme reflexivo/reflectante. Me quedo con su cara, estoy por hacerle una foto. Sube al camión y prosigue su solitaria y eficiente marcha. Tengo la íntima convicción de que estoy delante del último obrero. Debajo de cada tecla del robot, hay una cartilla de un colega en el paro.

Viernes, 11.21.- Llamo a un otro altocargo que está angustiado en el desempeño de sus funciones y quiere cesar antes de que lo cesen, abrumado por la tensión política que viven sus patrocinadores. Los buenos, me dice, se vuelven al privado. Los otros, “ya” están a la cola del PP.

Viernes, 11.32.-  Rivera, el fracasado que tiró a la basura 47 escaños, no sólo no pide perdón y (su) silencio por haber mandado a la ruina a muchas familias subyacentes de Cs, sino que reitera su empeño en entregarse gratis al PP. Mi altocargo, que perdió la inocencia a los 16, me dice que lo lleva en el sueldo: veremos a Rivera millonario, sostiene.

Viernes, 12.12.- Grande favor del virus a los sindicatos. Entre mani y playa, la cosa resulta cristalina. Esa decadencia funcionarial de los primeros de mayo de cartón piedra para salir en las teles y en los papeles, enarbolando asuntos propios y otros derechos laborales. En el primer día de la nueva normalidad, cientos de miles de parados asindicados y sin colegas liberados se verán a las puertas del infierno de Dante con Virgilio: ya no soy un hombre, pero lo he sido.