Parece más que lógico que a menos de un año para la celebración de las elecciones municipales los concejales de los equipos de gobierno traten de reivindicar para estos una buena gestión. Es normal, si además los Consistorios pertenecen al PP -con lo que les está cayendo encima-, que lo hagan con vehemencia. Lo que es más difícil de explicar es que estos munícipes traten de justificar lo que es absolutamente injustificable.
Esto último, caer en el ridículo y creer que los ciudadanos no poseen entendederas, es lo que ha ocurrido esta semana en el Ayuntamiento de Málaga. La polémica concejala de Playas de Málaga, Teresa Porras, ha sido la responsable de una gran polémica en la capital de la Costa del Sol al provocar la hilaridad pero también la perplejidad de la oposición durante su comparecencia en la comisión municipal de Medio Ambiente en la que respondía a preguntas sobre la suciedad de algunas playas malagueñas, lo que se denomina popularmente “natas”.
La suciedad de la playa es “espuma de caldo de puchero”
La oposición advertía que en las playas de La Malagueta volvía a verse esa imagen tan habitual en los veranos que se traducen en grandes manchas de nata y suciedad en el agua, un hecho reiterado que intenta paliarse con la contratación de “barcos quitanatas” para limpiar el litoral. En honor a la verdad la aparición de estas “natas” es algo que se produce no solo en el litoral malagueño sino en otros puntos de la costa española. A la pregunta sobre la existencia de las “natas” y las medidas que se estaban implementando para solucionarlo la concejala del PP, Teresa Porras, quiso restarle importancia contestando que esas manchas eran como la “espuma del caldo del puchero". Los miembros de la oposición, entre risas y caras de asombro debieron recordar aquella frase de Mariano Rajoy a la sazón portavoz del Gobierno cuando ante el desastre ecológico del Prestige dijo que toda la porquería que inundó el litoral gallego eras simples “hilillos de plastilina” en el mar.
“Los hilillos de plastilina” de Rajoy
Cabe recordar que el petrolero Prestige, cargado con 77.000 toneladas de fuel, se partió a 250 kilómetros del litoral de Galicia, y desparramó en la costa casi 60.000 de crudo. El chapapote cubrió desde la desembocadura del Miño hasta el sudoeste de Francia. El naufragio del Prestige en noviembre de 2002 provocó la mayor tragedia ecológica en la historia de España y causó pérdidas que la Fiscalía cifró en más de 4.300 millones de euros. Pues bien si a esa tragedia monumental Rajoy le llamó “unos pequeños hilitos, cuatro en concreto, regueros solidificados con aspecto de plastilina”, no es extraño que una concejala de su mismo partido haya querido emularla llamando “caldo de puchero” a la porquería del litoral. Además tal vez la edil malagueña se acordará también de otra metedura de pata protagonizada por su amiga la ex alcaldesa precisamente de ese mismo ayuntamiento, Celia Villalobos. La ex regidora malacitana siendo ministra de Sanidad y en pleno desastre del “mal de las vacas locas” hizo aquella desgraciada sugerencia: 'Le digo al ama de casa que no eche huesos de vaca cuando haga una comida, aunque ya no se venden, sino de cerdo'. Pues eso, que de esos calditos, de esas natas y de esos hilillos de plastilina vienen ahora esa espuma del cocido”.
"Cuando llegó el PP no había playa"
Pero es que el asunto no quedó ahí en la comparecencia de la polémica edil Porras. En otro momento llegó a defender con tal vehemencia la gestión del PP en el litoral de la capital en referencia a unos trabajos de acondicionamiento de las playas de hace 20 años, que Porras dijo que cuando el PP llegó a la alcaldía de Málaga, la ciudad "no tenía playas". Las carcajadas de los concejales, y el enfado de alguno, no impidieron que Porras reiterara la afirmación. Ni Pío Moa podría haber reiventado mejor la historia de Málaga y la "revelación"de la no existencia de playa hace 25 años.
Que no, que no, que tras años de gestión socialista y el advenimiento del PP a la Casona del Parque se encontraron con que la capital de la Costa del Sol no tenía playas. Solo les faltó tararear parafrasenado aquello de que “Aquí no hay playa, vaya, vaya, vaya… aquí no hay playa”.