Sábado 9.40.- Un  -tal vez “el”-  lector (¿ah, es usted?, por fin nos conocemos) me dice que se ha perdido entre los renglones de Juanito Valderrama de ayer. Los lectores no se pierden, son los autores los que se atascan en sus pretensiones. Me disculpo, no sin sofoquín.

Sábado 9.41.- Ningún escritor puede rivalizar con la imaginación del lector. Todo el arte de escribir consiste en dar con esa tecla, me dijeron entre copas (puf, qué nostalgia de los ejercicios de barra fija) o me lo explicó un autor cursi mirándome las rodillas.

Sábado 9.41.- Yo quise contar y no supe hacerlo que la señora Barceló, por las estrecheces supongo del puto coronavirus, ha rescatado del baúl de las radios sobre pañito de croché el formato de los discos dedicados. El resto del trabajo lo hizo la memoria. Yo tenía doce años. Mi padre en Alemania, donde emigró más de media vida. Llamé a la emisora (bonica,¿ cómo te llamas?) para dedicarle ‘El emigrante’, de Juanito Valderrama (cuando salí de mi tierra/volví la cara llorando), que se emitió y él nunca pudo oír a más de dos mil kilémetros. Ni yo lo conté a nadie jamás, enmudecida por el pudor y el dolor de su ausencia.

Sábado 9.43.- El lector, a guasap seguido, me manda un poema de Kipling: Si puedes caminar entre reyes sin menospreciar a la gente…Si ni amigos ni enemigos pueden herirte…Tuya es la tierra y todo lo que hay ella!  A la memoria de mi padre me dice. Toda la mañana se oyó llover con fuerza.

Sábado 14.05.- Su madre parió siete y sólo vivió él. En el pueblo le apodaron, amorosamente, caramuerto, que era una forma de vaticinarle su pronto final. Murió cirrótico, pero no tan joven. Sus hijos se perdieron por Mallorca, no sé si ahora agobiados con un erte sin guiris tirándose de los balcones. No volvieron. Ellos no tenían caras de muertos.

Sábado 18.25.- Primero fueron los chinos, luego los italianos (desde Visconti, hacen fiestas elegantes con los muertos a las puertas de los hoteles). La parca viaja en góndolas. No tenían caras. En mis tiempos de periodismo local, cien muertos en China daban para media columna. Cinco italianos, dos columnas.

Sábado 18.32.- Por primera vez, me dice mi altocargo con un punto de angustia de ocho días de estímulos forzados, de mirarnos hacia adentro con el termómetro a mano, le he puesto cara a los muertos. Carlos Falcó es un muerto de esos que creíamos se podrían pagar pasaportes a la eternidad; Lorenzo Sanz es otro. Pero han desmentido a Harari: todavía la muerte no es una opción. Ni siquiera para ellos.

Sábado 20.05.- Hace unos años. Nadie en el tanatorio, como ahora pero sin prohibición. Cuatro de la madrugada. La viuda y yo. Volví de viaje, no pude ir antes. Anda, le digo, vamos a pasar a verlo, seguro que tiene un semblante sereno en la cara. ¿Yo? , salgo corriendo, dijo ella. ¿Y si se mueve o se levanta o algo? Serían los nervios, pero nunca nos hemos reído tanto.