Ni una mención a él. Ni siquiera para agradecerle que haya renunciado. En el más puro estilo Mariano Rajoy, el presidente en funciones ha situado a su amigo José Manuel Soria en la lista de los que no nombra. Como ya pasó con Luis Bárcenas. O con cualquiera que él considere contaminado, nada importa su vida y su relación anterior, Soria ha pasado a la lista de los olvidados.

Este miércoles por la mañana presentaba Rajoy en un desayuno a Alfonso Alonso que, ya como candidato del PP para liderar sus listas en el País Vasco cara a las elecciones autonómicas, protagonizaba uno de esos desayunos políticos. Y en su discurso, ni en la entrada ni en la salida ante las preguntas de los periodistas, Rajoy ha hecho referencia alguna a Soria. El tópico tupido velo.

A Rajoy lo que le tocaba hoy era hablar de Alfonso Alonso y, también perfectamente dentro de sus prácticas habituales, le ha presentado como única alternativa ante el caos: servidor público, generoso, comprometido y hombre de éxito en todas las responsabilidades a las que ha tenido que enfrentarse, le ha calificado.

Pero de nuevo, el problema de Rajoy es que estaba sentado junto a un condenado. En este caso por el Tribunal de Cuentas, que le consideró, junto a su inseparable Javier Maroto, responsable de irregularidades contables por el arriendo irregular de una serie de locales por parte del Ayuntamiento de Vitoria. Sentencia por la que se les condenó a pagar 496.000 euros.

Este es el problema de Rajoy. Y el problema del PP actual. Que pongan sobre la mesa el nombre que pongan, el tufo a corrupción o irregularidades sube a la superficie.