"Son historias de amnesia", así ha definido Caroline Darian el caso de muchas mujeres, que como su madre, Gisèle Pelicot, han sido víctimas de la sumisión química. El pasado 2 de septiembre, la francesa, de 71 años, comenzó a copar centenares de titulares alrededor del globo con el comienzo del macrojuicio, que se llevó a cabo en el Tribunal de Aviñón, y que terminó probando que su exmarido, Dominique Pelicot, y otros 50 hombres abusaron sexualmente de ella. Su hija, Darian, protagoniza ahora un documental, Sumisión química: el caso Gisèle Pelicot, en el que narra el horror vivido por su madre durante casi una década, pero también el dolor que provoca ser "la hija del verdugo".
Caroline Darian se convierte en la voz de este título que aterriza en Movistar Plus+ este 4 de marzo. A través de su propio testimonio, los espectadores conocen la historia que se encuentra tras el caso de su madre, violada por 72 hombres desde 2011 hasta 2020 mientras estaba inconsciente. La activista narra como empezaron a notarla muy cansada en el año 2015, llegando a pensar que podía tener alzhéimer. Con altas dosis de frialdad, su por aquel entonces marido -y padre de Darian- la acompañaba a multitud de citas médicas a sabiendas de que Pelicot no tenía ningún problema médico.
"Busco cómplice perverso para abusar de mi mujer dormida por turnos en mi casa", era la proposición de Dominique Pelicot a través de una página de citas en la que colgaba fotos y vídeos de su mujer para atraer a sus cómplices. Entonces, el principal culpable llevaba a cabo una milimetrada estrategia que repetía en cada uno de los casos, convirtiéndolo en todo un espeluznante ritual. En primer lugar, drogaba a su mujer con altas dosis de ansiolíticos y somníferos, esencialmente, que echaba en la comida o bebida. Al cabo de unos quince minutos, Gisèle perdía el conocimiento y no podía sentir nada -los músculos se relajaban por completo, motivo por el que no quedaban secuelas de la agresión sexual- y, mientras, el abusador esperaba fuera en su coche. Una vez que el marido se aseguraba de que ella no podía enterarse de nada, los hacía desnudarse en la entrada y lavarse las manos con agua caliente, de manera que no pudieran despertarla.
Tras conocerse el horror por el que tuvo que pasar su madre, Darian define su vida como un "milagro": "Podría haberle fallado el corazón por sobredosis y, además, en muchas ocasiones, estuvo a punto de sufrir un accidente con el coche que podría haber sido mortal". La mujer desvela que fue su progenitora la que le informó de que su padre le había estado drogando para que otros hombres la violaran: "Aquella tarde mi mundo se desmoronó y todo lo que pensaba que era estable se hundió, todos mis puntos de referencia".
Desde aquel momento, Darian también tuvo que lidiar con las contradicciones: todo el amor hacia su padre comenzaba a demolerse y convertirse en odio -de lo que habla en su libro Y dejé de llamarte papá-, a lo que se sumaba las sospechas de que también hubiera podido abusar de ella. Tras analizar los archivos de su padre, la Policía encontró dos fotos de Caroline semidesnuda mientras dormía y ella misma declaró estar segura de que su padre también la drogó y violó -algo que nunca se determinó en el juicio-.
A lo largo del documental, Darian y otras tres víctimas de sumisión química -Zoé, Rénald y Lilwenn- alzan la voz contra esta forma de violencia sexual y enarbolan un lema que recorrió las calles de Francia durante el juicio: "Que la vergüenza cambie de bando". La hija del matrimonio asegura haberse sentido una "justiciera solitaria" en una sociedad "que se negaba a escuchar" la historia de las víctimas que fueron drogadas para ser violadas. Más tarde, para liderar el movimiento en contra de este movimiento que considera "masivo e incluso sistémico", Caroline fundó la asociación M'endors pas.
"Todas somos Gisèle" fue otro de los lemas que se corearon a las puertas del Tribunal de Aviñón, que, tras cuatro meses de juicio, terminó declarando a Dominique Pelicot a la pena máxima de 20 años de cárcel por violación con agravantes. Para el resto de los 50 coacusados, también declarados culpables, las penas fueron menores que las solicitadas por la Fiscalía y van de los 3 a los 15 años de prisión. Darian declaró estar "decepcionada" y afirmó que el de su madre es solo uno de los miles de casos de sumisión química que no pueden llegar a contabilizarse, entre otros motivos, por la amnesia de las víctimas.
"Era gente que parecía que no había roto un plato en su vida. Si en un perímetro tan pequeño hay tantos depravadores sexuales con un perfil tan común, en toda Francia las víctimas deben ser muy numerosas", alerta Darian que, con el apoyo del movimiento feminista, siguen pidiendo mayor apoyo para las víctimas y protocolos de actuación. "La lucha debe continuar", gritan todas ellas.