Cinco siglos después de la publicación de Utopía, la idea de una sociedad ideal, armoniosa, justa y ecologista como la que imaginó Tomás Moro, donde las jornadas de trabajo no superaban las seis horas, sigue presente en nuestro imaginario reflejando las esperanzas y contradicciones de la modernidad.

En septiembre de 2009, el periódico Le Monde informaba de 23 suicidios que se habían producido dentro de la empresa France Telecom. Este caso saca a la luz otros casos similares como los de la central nuclear de Chinon, los suicidios en la Peugeot o los de los ingenieros de la Renault. El carácter nuevo y preocupante está en el hecho de que la mayoría de los suicidios se consuman de manera dramática en el mismo centro de trabajo. Hoy, la mayoría de los 56000 suicidios anuales que ocurren dentro de la UE, son gestos trágicos que permanecen anónimos e invisibles, y a menudo los realizan trabajadores despedidos y trabajadores precarios.

Desde el año 1989 la Comisión Europea aborda el tema de la salud mental en el contexto laboral en su legislación y en sus estudios de investigación. En el año 1999 la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo (EU-OSHA) elaboró una “Guía sobre el estrés relacionado con la actividad laboral” cuyo título llama la atención al preguntarse si es el trabajo la sal de la vida o beso de la muerte (Spice of life or kiss of death). Este documento empieza definiendo el contexto que ha llevado a la Comisión a intervenir: más de la mitad de los 147 millones de los trabajadores de los entonces 15 Estados miembros de la UE “trabajan con ritmos extenuantes y descansos mínimos”, “el 45 % desarrollan tareas monótonas”, “el 50% hacen tareas repetitivas”. Estos factores estresantes contribuyen a determinar un cuadro de acusados síntomas patológicos en los trabajadores. El 28% de ellos denuncia el síntoma patológico que se denomina “estrés”. La Comisión Europea define el estrés laboral como un patrón de reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y de comportamiento a ciertos aspectos adversos o nocivos del contenido, la organización y el ambiente de trabajo. Burnout o síndrome de estar quemado es el término que se acuñó en 1974 para referirse a estas patologías mentales asociadas al estrés laboral.

Han pasado veinte años desde este estudio y hoy en la UE de los 28 el 38% de la población sufre de algún trastorno mental relacionado con el trabajo. Hoy en día el concepto de trabajo se ha transformado, debido sobre todo a la extensión de la digitalización.   El estrés del que hablábamos en los primeros informes europeos ha evolucionado hacia el tecnoestrés. Un estudio del Parlamento Europeo de este mismo año (2020) lo define como un término de uso colectivo que pone de relieve los efectos adversos que puede producir la tecnología en el ámbito laboral y cita los siguientes: adicción, uso compulsivo, dependencia, cansancio, insomnio, ansiedad, absentismo, sobrecarga, aislamiento, inseguridad e invasión de privacidad.

Los numerosos estudios sobre los determinantes del burnout han señalado riesgos psicosociales asociados al tipo de trabajo (jornadas largas, ritmo rápido de trabajo, altas demandas), pero también riesgos asociados con aspectos éticos y de valores como la injusticia en el trabajo, las bajas recompensas o la falta de motivación. Esto evidencia que un elemento central de la salud mental en el contexto laboral tiene que ver con la humanización de este último. Un estudio de Eurofound sobre el burnout en la UE realizado en 2018 señala las siguientes profesiones como las más susceptibles del síndrome de burnout: operadores de telefonía, trabajadores de hospitales, bancos y medios de comunicación. Pero también el sector público está gravemente afectado por este síndrome señalando este estudio el caso de los enfermeros, policías y trabajadores sociales. Precisamente son estas las profesiones que han estado en la línea del frente en la lucha contra la epidemia del coronavirus.

En términos de bienestar en el lugar de trabajo, la pandemia de coronavirus ha revelado todos los aspectos del entorno laboral actual, con millones de empleados que se encuentran trabajando desde casa, y otros trabajando en exceso, bajo condiciones estresantes y preocupados por poner en riesgo su propia salud. Cada vez más empleados se enfrentan al estrés, la ansiedad y el aislamiento y, en los próximos meses, esto puede pasar factura. Si los trastornos mentales ya eran uno de los principales desafíos de salud pública en la Unión Europea, después de la crisis de Covid-19, es de esperar que estos datos aumenten exponencialmente. En este contexto, la promoción de la salud mental en el trabajo se ha convertido en una respuesta vital a estos desafíos, ya que el lugar de trabajo es también una plataforma para la introducción de medidas capaces de impulsar el cambio que necesitamos hacia un nuevo paradigma de bienestar social.

Hoy en día existen suficientes datos para poder afirmar que el contexto laboral puede ser un medio adecuado para la implementación de medidas que contribuyan a promover el bienestar individual y social, al tiempo que se incrementa la productividad. Desde el ámbito académico, se han desarrollado programas de intervención en el contexto laboral que promueven la salud mental tanto eliminando factores de riesgo psicosocial como minimizando el impacto de una condición ya diagnosticada a través de programas de rehabilitación, de prevención de recaídas, facilitando el acceso a recursos de salud y de apoyo o facilitando la reintegración laboral tras una baja.

A nivel de empresas privadas existen cada vez más iniciativas, incorporando normas de flexibilidad y conciliación laboral. Muchas empresas han empezado a experimentar con la semana laboral de los cuatro días y han introducido departamentos de responsabilidad social corporativa. El gigante Google sirve de referencia a muchas empresas por la manera en que ha conseguido implementar una cultura de trabajo que fomenta la participación de todos los empleados con un método de trabajo horizontal que además deja espacio para el ocio y el descanso. Todos estos experimentos han demostrado un incremento en la productividad y rendimiento de los trabajadores.

A nivel legislativo, algunos Estados Miembros han implementado también algunas medidas. En Suecia, los proyectos piloto de seis horas laborales al día en varios hospitales, a pesar de haber supuesto un coste extra de contratación temporal por las horas no trabajadas, han dado muy buenos resultados en la salud mental de los trabajadores y en los niveles de productividad. También el haber ido flexibilizando en la mayoría de países europeos las bajas por maternidad/paternidad, desde los cuatro meses como marco de referencia mínimo de la directiva europea sobre conciliación, hasta los 16 meses de baja que permite Suecia, muy por encima de los estándares europeo.

Hoy más que nunca, es importante compartir estas buenas prácticas e invertir en su evaluación a nivel europeo. Tal vez nos quede un largo recorrido hasta el mundo de Utopía, pero eso no es lo importante. Lo importante es que las utopías nos sirvan de horizonte para echar a andar. En este sentido, la salud mental debería ser un punto clave en la agenda del próximo marco estratégico para la salud y la seguridad en el puesto de trabajo 2020, ya que la actual legislación (Directive 89/391/EEC sobre Salud y Seguridad en el trabajo) no incluye medidas actualizadas para enfrentar todos los desafíos mencionados y mitigar la proliferación de ciertas patologías en un contexto global y digitalizado. En este camino es importante también que seamos capaces de trabajar de manera creativa, poniendo la tecnología al servicio de la humanidad, conciliando y construyendo islotes de bienestar social. Y desacelerando. No nos vaya a dar un burnout intentando llegar a la meta.

Estrella Durá Ferrandis, Europarlamentaria, Delegación Socialista Española, Comisión de Empleo y Asuntos Sociales, Parlamento Europeo.

Cristina Helena Lago, Asistente Parlamentaria, Delegación Socialista Española, Comisión de Empleo y Asuntos Sociales, Parlamento Europeo.