A medida que la esperanza de vida se alarga y la población envejece, las enfermedades neurodegenerativas ganan protagonismo en la agenda sanitaria global. Entre ellas, los trastornos del movimiento, y especialmente el párkinson, representan un desafío creciente. Esta patología, que afecta a una de cada cien personas mayores de 60 años, altera profundamente la capacidad de controlar el propio cuerpo, provocando rigidez muscular, temblores, lentitud de movimientos y, en estadios avanzados, una pérdida progresiva de la autonomía personal.
Sus efectos no solo son físicos. La enfermedad de Parkinson también impacta en el estado de ánimo, el sueño y las funciones cognitivas, generando una carga emocional y social significativa tanto para el paciente como para su entorno. Aunque los tratamientos farmacológicos continúan siendo el principal recurso terapéutico, no siempre logran controlar adecuadamente los síntomas o sus efectos secundarios se vuelven limitantes con el tiempo.
Más allá de los fármacos: el papel de la estimulación cerebral
En este contexto, la estimulación cerebral profunda se ha consolidado en las últimas décadas como una opción quirúrgica eficaz para los pacientes que no responden bien a la medicación. Consiste en implantar electrodos cerebrales en zonas concretas del cerebro implicadas en el control del movimiento, conectados a un generador que emite impulsos eléctricos constantes para modular la actividad neuronal. Este procedimiento permite reducir los síntomas motores y, en muchos casos, mejorar la calidad de vida.
Pero como toda tecnología, también ha evolucionado. La versión clásica de la estimulación cerebral profunda emite una estimulación continua y fija, sin tener en cuenta las variaciones clínicas en el estado del paciente a lo largo del día. Esto puede suponer una limitación importante, dado que los síntomas del párkinson son altamente variables.
Una tecnología que escucha al cerebro
Aquí es donde entra en escena la estimulación cerebral adaptativa, un avance que “representa un cambio de paradigma en el abordaje quirúrgico de los trastornos del movimiento”, explica la Dra. Mónica Lara Almunia, especialista del Servicio de Neurocirugía del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, centro integrado en la red pública sanitaria de la Comunidad de Madrid (SERMAS) que ya aplica con éxito esta nueva técnica que permite registrar en tiempo real la actividad eléctrica cerebral del paciente y ajustar de forma automática la intensidad y el patrón de la estimulación en función de sus necesidades individuales en cada momento.
Esta capacidad de adaptación convierte el procedimiento en un tratamiento mucho más personalizado y eficaz. Frente a la modalidad fija, la versión adaptativa optimiza los resultados terapéuticos, reduce los efectos secundarios y mejora el control de los síntomas motores, todo ello con la posibilidad adicional de reducir la dosis de medicación necesaria en algunos pacientes.
"Para nosotros es un hito muy importante, ya que consolida la experiencia del hospital en el abordaje de estas patologías y nos sitúa a la vanguardia de la innovación médica", afirma la especialista del Hospital Universitario Rey Juan Carlos.
Del quirófano a la autonomía
La aplicación de esta tecnología ha permitido ya intervenir a 26 pacientes en el centro mostoleño, tres de los cuales cuentan con el dispositivo activado y siguen un seguimiento médico estrecho. Todos ellos han experimentado una evolución muy positiva, con mejoras clínicas significativas y una recuperación notable en su autonomía diaria.
"Ser uno de los pocos hospitales que ya puede ofrecer esta tecnología en la región significa ampliar las opciones terapéuticas y mejorar el pronóstico y la calidad de vida de nuestros pacientes", añade el Dr. Carlos Ordás, especialista del Servicio de Neurología del mismo centro.
El seguimiento tras la intervención se realiza mediante un abordaje multidisciplinar, con la participación de neurólogos, neurocirujanos, neurofisiólogos, anestesistas y neuropsicólogos. Se efectúan controles periódicos, ajustes de programación del dispositivo, estudios de neurofisiología cerebral y valoraciones neuropsicológicas que permiten adaptar continuamente el tratamiento a la situación real del paciente.
Una respuesta a los desafíos del párkinson
La enfermedad de Parkinson es la segunda patología neurodegenerativa más frecuente después del alzhéimer. Se estima que más de 160.000 personas conviven con ella en España, aunque la cifra podría ser mayor debido al infradiagnóstico en fases tempranas. Su progresión suele ser lenta, pero constante, y aunque no tiene cura, su curso puede modificarse gracias a una intervención precoz y adecuada.
Uno de los retos clave es la gran variabilidad entre pacientes: no todos presentan los mismos síntomas ni responden igual a los tratamientos. De ahí la importancia de desarrollar herramientas que permitan una medicina verdaderamente personalizada y flexible. En ese sentido, la estimulación cerebral adaptativa no solo mejora la eficacia del tratamiento, sino que también devuelve una parte importante de control al paciente sobre su vida diaria.
"Estamos ante una nueva era de la medicina personalizada aplicada a las enfermedades neurológicas. La estimulación cerebral adaptativa marcará el futuro del tratamiento de los trastornos del movimiento y otros trastornos neurológicos", concluyen los doctores Lara y Ordás.
En un momento en que la innovación tecnológica redefine el rumbo de la medicina, avances como este ofrecen una nueva esperanza a los pacientes y señalan el camino hacia una atención sanitaria más precisa, personalizada y humana.