La incontinencia urinaria es una condición que afecta a millones de personas y que, sin embargo, vive envuelta en un velo de silencio y estigma. Este tabú provoca una afectación que va más allá de lo físico y toca lo emocional y lo psicológico, por pudor de los pacientes y porque transforma actividades cotidianas en desafíos constantes. Afortunadamente, los avances médicos y tecnológicos ofrecen un futuro esperanzador para los millones de afectados, especialmente para la población adulta en general y para las mujeres en particular.

La incontinencia urinaria es la pérdida involuntaria de orina, un problema médico que puede variar desde una molestia leve hasta un grave deterioro de la calidad de vida. Se clasifica principalmente en dos tipos: de esfuerzo, cuando se produce al toser, estornudar o realizar algún esfuerzo físico, y de urgencia, caracterizada por una necesidad repentina e intensa de orinar que no permite llegar a tiempo al baño.

En España, se estima que la incontinencia urinaria afecta a más del 20% de la población adulta de alguna manera, lo que se traduce en más de 6 millones de personas: un problema más común de lo que se piensa.

Edad y obesidad, entre las causas

La prevalencia es mayor en mujeres, aunque los hombres no están exentos de esta condición. Factores como el embarazo, el parto y la menopausia inciden en la aparición de la incontinencia urinaria, mientras que en los hombres suele estar relacionada con intervenciones quirúrgicas de próstata.

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Además, “existen varios factores de riesgo para la incontinencia urinaria; uno de ellos importante es la obesidad. Es decir, a más peso, más probabilidad de padecer incontinencia urinaria”, nos explica María Gozalo, del servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario Rey Juan Carlos. integrado en la red hospitalaria pública madrileña (Sermas), “también tenemos la edad: pacientes más mayores, tienen más riesgo también de padecer incontinencia urinaria, y se suman los antecedentes familiares”.

La vertiente psicológica

La condición no solo implica un impacto físico, sino también emocional y social, llevando a muchos a modificar sus estilos de vida o evitar actividades sociales por miedo o vergüenza. Este impacto psicológico se traduce en muchas ocasiones en un aumento en la incidencia de la ansiedad y la depresión entre quienes padecen la incontinencia urinaria.

Sin embargo, entre el tabú y la normalización, se puede caer en el error de no buscar solución médica, pese a que los avances en el campo son cada vez mayores. “La pérdida de orina no debería ser algo tomado como algo normal, sobre todo en estas alturas del siglo XXI, en el que tenemos diferentes dispositivos o tratamientos farmacológicos”, insiste Miguel Sánchez Encinas, jefe del Servicio de Urología del hospital mostoleño.

Cómo afrontar la incontinencia urinaria

El primer paso, en la consulta médica, será la anamnesis, la entrevista con el especialista que realizará un acercamiento a la situación con varias preguntas. Después, se pueden solicitar pruebas de laboratorio, pruebas dinámicas y pruebas como ecografías para “descartar o confirmar ideas diagnósticas sobre las causas que pueden estar generando la incontinencia”, aclara Pietro Moscatiello, especialista del servicio de Urología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos.

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El primer enfoque de la incontinencia urinaria suele ser a través de la rehabilitación de la musculatura del suelo pélvico. Un 30% de este tejido es de carácter voluntario y se puede ejercitar con los conocidos Kegel a través de contracciones y con electroestimulación. El otro 70% de la musculatura pélvica es de carácter involuntario, pero se puede trabajar sobre ella a través de la postura y del transverso del abdomen, el músculo que se encuentra en la parte anterior y lateral del abdomen.

Prevención de la incontinencia

De hecho, estos ejercicios para luchar contra la incontinencia urinaria también son recomendables para aplicarlos de manera preventiva. El tejido pélvico se va a ir debilitando con el avance de la edad y, cuanto más fuerte llegue a partir de los 50 o 60 años, más posibilidades hay de evitar las pérdidas urinarias. “Los ejercicios de suelo pélvico se deben iniciar cuando uno tenga conciencia de ellos y continuarlos durante toda la vida para prevenir la  incontinencia urinaria”, recomienda la doctora Gozalo.

En el caso de las embarazadas, la prevención es fundamental para evitar las pérdidas urinarias posteriores al parto. Los ejercicios Kegel son una parte nuclear de este trabajo preventivo, con prácticas muy sencillas basadas en contracciones lentas y contracciones rápidas, pero que deben ser complementados con otros hábitos, como evitar ganar mucho peso durante el embarazo -comiendo sano y no amparándose en los antojos para descuidar la alimentación- y la práctica de ejercicio durante la gestación.

La alternativa quirúrgica

Cuando la rehabilitación y la fisioterapia no son suficientes para paliar la incontinencia urinaria, la alternativa siguiente puede ser la cirugía. En este campo, la ventaja está en los grandes avances de la cirugía robótica: “Podemos trabajar en campos muy pequeños y la pelvis es una zona especialmente apta para la cirugía robótica. Permite al cirujano realizar movimientos en los siete movimientos posibles de las muñecas, reproduciendo lo que hacemos con nuestras manos en un campo muy estrecho con una magnificación de diez veces, lo que es la visión normal de muestra y además en 3D en tres dimensiones”, explica Sánchez Encinas, el jefe de Urología del centro madrileño.

En el caso de los hombres se recurre a la cirugía abierta y, en el de las mujeres, que cuentan con una tasa de éxito mucho mayor, se recurre a vías laparoscópicas. El proceso consiste en la implantación de un pequeño dispositivo, un esfínter artificial, que permite la contención de la orina dentro de la vejiga. La sensación de necesidad de miccionar se mantiene igual y, al sentirlas, el paciente acude al baño y activa el esfínter con un minúsculo botón implantado en el cuerpo, permitiendo la salida de la orina sólo entonces.

“Cuando el paciente recupera o normaliza su vida después de una cirugía, para nosotros es una alegría porque contribuimos a que esa persona vuelva a vivir con normalidad. Hacer que esa persona vuelva a sonreír y que vuelva a no pensar en que tiene un problema diario oculto, le cambie radicalmente la vida”, señala el doctor Sánchez Encinas.

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