Las personas que padecen del síndrome de vejiga hiperactiva sienten una necesidad repentina y urgente de orinar, tanto a lo largo del día como por la noche. Esta patología no afecta a la supervivencia de los pacientes, pero sí y mucho a su calidad de vida, ya que afecta a sus relaciones personales, sexuales y vida laboral. Pese a ser muy habitual, con una incidencia en torno al 16% de las mujeres y el 11% de los hombres, existe cierta falta de comprensión entre la población en general sobre el origen de este trastorno y sus opciones de tratamiento. Por ello, hemos consultado con los doctores Raquel González López, Héctor Garde García y Luis Miguel Quintana Franco, todos ellos especialistas de la Unidad de Urología Funcional del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz para tratar de resolver las preguntas clave sobre esta patología.

¿Cuáles son los síntomas de la vejiga hiperactiva?

Las personas que sufren de vejiga hiperactiva tienen urgencia miccional, es decir, una fuerte necesidad de orinar difícil de controlar. Ven, además, aumentada la frecuencia urinaria y, en algunos casos, puede aparecer incontinencia o pérdida involuntaria de orina, algo que se puede producir incluso justo después de haber miccionado. "Estos síntomas no son exclusivos de la vejiga hiperactiva ya que hay otras afecciones que pueden cursar con el mismo cuadro médico, como infecciones del tracto urinario, embarazo precoz, diabetes melliuts no controlada, hiperplasia benigna de próstata y tumores vesicales", nos explica el Dr. Héctor Garde García, que advierte de que es importante descartarlas antes del diagnóstico.

¿Cuántas micciones al día se consideran fuera de lo normal?

"Se considera normal hasta siete micciones diurnas, siendo este número muy variable al depender de múltiples factores como son las horas de sueño, la ingesta de líquidos, la toma de ciertos fármacos, diferentes enfermedades, alteraciones propias del sueño, y otros muchos factores", describe el Dr. Héctor Garde García.

Las personas que padecen vejiga hiperactiva pueden tener la necesidad de orinar repetidas veces también durante la noche. Se conoce como nocturia y es un síntoma muy molesto que interrumpe el sueño.

¿Como se diagnostica un síndrome de vejiga hiperactiva?

Para diagnosticar el síndrome de vejiga hiperactiva es necesario hacer una detallada historia clínica en la que se recojan aspectos relacionados con la micción, su historial médico, tratamientos si los recibe, hábitos de vida y situación personal. Además, se hace una exploración física, fundamental para descartar otros procesos que podrían estar ocasionando síntomas similares.

En ocasiones es necesario hacer análisis que descarte una infección de orina, por ejemplo, u otras pruebas como una flujometría (evaluar el flujo urinario durante la micción), la medición del residuo post-miccional (RPM: medir el volumen que queda en la vejiga después de orinar) o llevar a cabo un diario miccional. Se trata de una tabla de recogida de datos en la que se anotan, normalmente durante tres días, la frecuencia, urgencia e intensidad de las micciones, si se produce pérdida de orina e información sobre la ingesta de líquidos, entre otras cosas.

¿Se puede curar?

La vejiga hiperactiva es un trastorno idiopático, es decir, se desconocen las causas, por lo que sólo se pueden combatir sus síntomas. Lo más importante para el paciente es que sepa que, si bien no se puede curar, sí puede tratarse, convirtiéndose en un trastorno crónico, como la hipertensión o la diabetes, cuyos síntomas se controlan adecuadamente", aclara la Dra. Raquel González López, jefa de la Unidad de Urología Funcional del hospital madrileño.

Tratamiento

A la hora de decidir la opción terapéutica más adecuada, los especialistas tienen en cuenta, entre otras cosas, las expectativas del paciente, algo muy necesario junto a los resultados de cada actuación terapéutica ya que no todas son adecuadas para todos y no todas alcanzan las mismas tasas de éxito. "El fracaso del tratamiento, que puede ocurrir, se produce cuando el paciente no obtiene los cambios deseados y/o no tolera el tratamiento a causa de posibles efectos adversos", añade la especialista.

Existen cuatro líneas diferentes de tratamiento ordenadas de menos a más invasivas que son:

1.- Cambios en el estilo de vida

Son las primeras pautas a aplicar. En primer lugar, la obesidad y la incontinencia urinaria están íntimamente relacionados. El exceso de peso provoca una sobrecarga en el suelo pélvico, lo que provoca pérdidas de orina involuntarias. Hay estudios que afirman que una reducción de peso del 8% en mujeres obesas reduce los episodios de incontinencia urinaria en un 42%.

Además de la pérdida de peso, los especialistas recomiendan dejar de fumar, disminuir el consumo de alcohol y bebidas estimulantes, una adecuada ingesta hídrica (1,5 litros diarios) y mantener una dieta variada.

Asimismo, también se puede proceder a una re-educación miccional de la vejiga con horarios programados y entrenamiento de la retención. Otra posibilidad es la rehabilitación de suelo pélvico y la utilización de técnicas de biofeedback (una técnica de entrenamiento de los músculos que monitoriza la actividad haciendo posible un método de aprendizaje basado en el ensayo-error).

2.- Tratamiento farmacológico

La segunda opción terapéutica para combatir estos síntomas es la farmacológica, a través de medicamentos específicos como los anticolinérgicos y los agonistas β-3. Son fármacos que ayudan a relajar la vejiga disminuyendo la hiperactividad del músculo detrusor, reduciendo de esta manera la urgencia. Como todos los fármacos, pueden provocar efectos adversos, siendo los más comunes entre los anticolinérgicos la sequedad de boca y el estreñimiento, además de relacionarse con el deterioro cognitivo, por lo que su prescripción en el caso de las personas mayores debe de hacerse con un estricto control médico. En el caso de los agonistas β-3, están contraindicados en los casos de hipertensión de difícil control.

"La falta de eficacia o la aparición de efectos adversos al menos con dos medicaciones diferentes nos hará pasar a la tercera línea, que se indicará para casos severos que no responden a otras opciones de tratamiento", explica el Dr. Luis Miguel Quintana Franco.

3.- Inyección de toxina botulínica (bótox) y neuromodulación

La inyección intravesical de bótox permite relajar el músculo detrusor (el músculo de la vejiga) y reducir los síntomas. El tratamiento se realiza en quirófanos ambulantes y tiene su máximo efecto a las 3-4 semanas desde la primera inyección. En este caso hay riesgo de infección de orina, entre otros efectos adversos.

Por otro lado, la electroestimulación o neuromodulación del nervio tibial posterior, un nervio localizado en la pierna que comparte el mismo origen que los nervios que controlan la vejiga, puede ayudar a controlar la hiperactividad vesical. El tratamiento inicial requiere un total de 12 sesiones (una semanal) que se realizan de forma ambulatoria. Si se demuestra mejoría, la gran ventaja es la posibilidad de hacerlas en domicilio, es indoloro y apenas tiene efectos secundarios.

La neuromodulación se aplica también las raíces sacras, en la parte inferior de la espalda. Se coloca un electrodo y, tras unas semanas de prueba, si el resultado es positivo, se implanta en quirófano un marcapasos definitivo. En este caso hay riesgo de infección, dolor o disfunción miccional.

4.- Tratamiento quirúrgico

Cuando ninguna de las anteriores terapias funciona, en casos de pacientes con síntomas graves, se recurre a la cirugía para realizar una enterocistoplastia, un procedimiento quirúrgico que aumenta la capacidad de la vejiga, o hacer una cistectomía (quitar la vejiga) y crear una derivación urinaria permanente a partir de intestino. En este último caso se hablita un conducto a través de la piel para la salida de la orina. "Estas cirugías se aplican en raros casos y siempre en última instancia", advierte el Dr. Quintana Franco.