Nadie duda de las consecuencias que el confinamiento ha tenido en la salud mental. La angustia, la incertidumbre, el duelo y el miedo al contagio han sido factores clave que han trastocado la mente de muchos, empezando a padecer ansiedad o depresión.

Vistos los datos de la situación epidemiológica en España podríamos estar cerca de un segundo confinamiento que podría agravar todavía más los problemas de salud mental en la sociedad.

Javier Urra, psicólogo, primer Defensor del menor de la Comunidad de Madrid y Académico de número de la Academia de Psicología de España, tiene claro cómo afectaría el segundo confinamiento a la mente. "El segundo confinamiento supondría inicialmente una quiebra porque la gente está muchísimo peor de lo que considera", dice. "La primera parte del confinamiento fue nacida del miedo y la sorpresa, sin embargo, un segundo confinamiento nacería de la rebelión, desde la búsqueda de culpables y quizá, y esto sería muy grave, desde la desesperanza. Creo que la mayoría de la ciudadanía se ha dado cuenta que debemos mantener la distancia social, la mascarilla, pero que son solo recursos. La resolución vendrá solo desde la vacuna", explica a ElPlural.com.

Urra afirma que la ciudadanía tiene varios sentimientos que se mezclan. "La población en general se ha dado cuenta de que las estructuras no funcionan. Las cosas que creíamos inmejorables como la sanidad no ha podido dar respuesta", explica. Por otro lado, Urra cree que "la ciudadanía tiene el sentimiento de que se le ha hurtado la verdad, las imágenes, el dolor, el sufrimiento". Hechos que se acrecientan ya que durante los meses más duros de la pandemia la gente "ha sufrido un déficit cognitivo y físico" que, dice, "sabe que no podría soportar otro confinamiento".

En este punto, Urra señala a las personas que ya necesitaban terapia antes del confinamiento como "sujetos de educación mental, ludópatas, alcohólicos o drogodependientes". Personas que viviendo un segundo confinamiento, pueden acabar en "un pozo difícil de recuperar".

Javier Urra insiste en que uno de los factores determinantes durante el segundo confinamiento sería el miedo. "El ser humano se maneja con dificultad con la ansiedad, se maneja con incomodidad con la incertidumbre, pero no sabe manejarse con la angustia", comienza explicando. "Al final, si la situación fuera terrible porque hubiera muchas muertes, y esas muertes no fueran de la gente más mayor, el miedo se volvería a poderar. El miedo es una emoción instintiva, muy del paleolítico, que lo puede todo. La razón, los planteamientos, quedan en un segundo plano. Dependerá de la percepción que tengamos aceptar o no un confinamiento", dice.

En este sentido, Javier Urra recurre a su libro Afrontamiento psicológico en momentos de crisis, de la editorial Sentir, en el que da algunas claves para soportar nuevas situaciones como el duelo u otro nuevo confinamiento, aunque avisa que en cada individuo afectaría de manera diferente. "Cada persona vive las situaciones de distinta manera", argumenta, poniendo de ejemplo quienes salen ahora a la calle con mayor o menor cautela. "Solo el hecho de plantear un nuevo confinamiento hace que muchas personas tengamos claro lo que vamos a hacer, y no nos angustia en particular. Pero hay otra gente a la que le desequilibra y le crea un profundo sufrimiento en su vida cotidiana. Hay que ser muy respetuosos con la formas de cada uno", prosigue.

En cuanto al duelo, Urra insiste en que el duelo en un segundo confinamiento volvería a ser igual. "Sería un duelo congelado, prolongado, con todo el simbolismo", explica. "La gente puede creer que como ya sabemos lo que pasa que el dolor será menor. Yo no lo creo", dice. "Ni el tiempo todo lo borra, ni anticipar lo que nos va a acontecer garantiza que evitemos el sufrimiento, zanja.

Rodolfo Gordillo, psicólogo especialista en depresión de la UDIMA, opina que el segundo confinamiento "sería un escenario nuevo". Avisa que el no habernos recuperado del anterior "supondría psicológicamente un palo bastante duro porque lo que ya arrastrábamos del anterior confinamiento habría que añadirle una potenciación de las posibles secuelas que han quedado". "Eso haría que afloraran mucho más pronto y con mucha más potencia los asuntos psicológicos que están implicados en el confinamiento como la depresión, la ansiedad, la ira o los trastornos de estrés postraumático. Sería una situación bastante peligrosa", explica.

Gordillo explica que al ser dependientes de las medidas sanitarias "hemos perdido la capacidad de controlar que hace que el ser humano tenga garantías de un afrontamiento positivo de resolución de problemas". "Nosotros deberíamos empezar a tomar medidas individuales como están empezando a tomar agentes más locales como ayuntamientos".

Los niños, un caso delicado

"El confinamiento total de los niños sería un desastre", explica Gordillo. "Ya ha habido, y no han aflorado del todo, problemas. Los niños necesitan estar fuera, disfrutrar de la naturaleza. Su sistema motor es interactuando con otros niños y con su hábitat. En ese sentido ni siquiera podemos medir las consecuencias que podría tener otro confinamiento. Creo que lo van a evitar de todas las formas posibles.", dice. Gordillo advierte que confinar a los niños: "Ya no depende de su salud psicológica, sino su propia salud del desarrollo psicomotor, que es fundamental".